ELOBSERVADOR
Montoneros, la Triple A y Perón

Qué se puede decir desde la historia sobre el asesinato del padre Mugica

Cómo pensar la muerte del sacerdote y sus implicancias entre Montoneros, Triple A y Juan Domingo Perón.

 padre Mugica 20210511
padre Mugica | Cedoc Perfil

La discusión sobre el caso Mugica cobró intensidad en las últimas semanas. Buen momento para pensar qué podemos aportar desde el conocimiento histórico, no tanto para dar un veredicto, algo que excede la labor del historiador, sino para pensar sus implicancias entre los Montoneros, la Triple A y el propio Perón.

El asesinato de Mugica no fue un crimen más de los setenta. Mugica tenía un capital político propio tanto dentro del peronismo como por fuera, que no dependía ni de los votos (como los que había cosechado Perón) ni de las armas (como ocurría con Montoneros). Dependía de su ascendiente personal en el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y en el movimiento villero, entre otros espacios. No era un “soldado” al servicio de una facción del peronismo, sino alguien que gracias a su capital político podía transitar a través de ellas. Y también tenía llegada con Perón. Resultaba difícil saber a quién respondía y sacaba de las casillas a (casi) todos.

Mugica tenía un capital político propio tanto dentro del peronismo como por fuera, que no dependía ni de los votos (como los que había cosechado Perón) ni de las armas

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Para 1974, Montoneros tenía sus razones para sentirse incómodo con Mugica. El retorno a la democracia en 1973 y del propio Perón había tensado las cosas porque para Mugica las organizaciones armadas debían deponer las armas en democracia. Entre el asesinato de Rucci, y la retirada de la Plaza de Mayo del 1° de mayo 1974, la relación se había deteriorado: Mugica se sentía amenazado por Montoneros. Es posible que a más de un cuadro montonero no le faltaran ganas, pero no era fácil convertirlo en blanco por la visibilidad pública que tenía y porque excedía los habituales enemigos de Montoneros en las fuerzas de seguridad o en las cúpulas de la burocracia sindical. Por su ascendiente personal y por el modo en que transitaba por los resquicios del multiforme peronismo, apuntar a Mugica era casi un magnicidio que, si se lo analizaba fríamente, podía tener para Montoneros más costo que beneficio. Es posible que la investidura sacerdotal de Mugica despertara reparos también. Eso no entibiaba la bronca, pero ponía dudas acerca del sentido de la oportunidad, algo no menor para toda organización armada. No debió ser tarea fácil contener en sus huestes esa bronca acumulada contra Mugica, que se exacerbó cuando el sacerdote optó por permanecer en la plaza en que los Montoneros dieron media vuelta. Más de uno se quedó con ganas de revancha. La Triple A sabía que podía resultar verosímil acusar a los Montoneros del crimen.

No cabe duda de que la Triple A tenía razones para elegir a Mugica como víctima. Lo que no deja de sorprender es que se haya expuesto a luz del día y a cara descubierta; 

La Triple A tenía menos costo y más beneficio. Los roces de Mugica con el ministerio de Bienestar Social a cargo de López Rega, que sostenía el grupo paramilitar, se habían ido agravando; no faltaban denuncias públicas contra el sacerdote. Las pruebas se han ido acumulando en su haber con el testimonio de Hernán Capelli, amigo de Mugica, víctima del atentado y testigo, quien identificó a Rodolfo Almirón, mano derecha del ministro, testimonio que en años recientes validó la justicia. Es el único testigo que, años después, habló del atentado, lo cual habilita a confrontar su relato con el contexto histórico. No cabe duda de que la Triple A tenía razones para elegir a Mugica como víctima. Lo que no deja de sorprender es que se haya expuesto a luz del día y a cara descubierta; más sorprende que una figura como Almirón, mano derecha de López Rega, se exhibiera de ese modo obsceno, y no un simple esbirro. Capelli declaró que Almirón portaba una ametralladora en lugar de un arma más discreta. Las armas cortas eran moneda corriente en los setenta, pero una ametralladora es harina de otro costal. Incluso en una Argentina atravesada por una espiral de violencia como la que se vivía, una ametralladora no era fácil naturalizar en el contexto de una barriada tranquila y humilde como Villa Luro.

Si las balas que recibió Mugica provinieron de la Triple A, no se explican solo por la nefasta figura de un Almirón desbocado, dado que podrían haber provenido de cualquiera de sus esbirros y el resultado habría sido el mismo

Los “escuadrones de la muerte” de López Rega funcionaban en un gobierno democrático y tenían su base en un ministerio nacional; no eran el producto de una dictadura. Juan Domingo Perón, por tanto, no puede ser dejado al margen. Perón llegó al poder con más del 60% de los votos en 1973. En los comicios de ese año se eligieron presidente y vicepresidente, en virtud de la acefalía producida con la renuncia de Cámpora y Solano Lima. Por ende, Perón no diseñó con libertad las listas para los cargos de gobierno (bancas parlamentarias, gobernaciones de provincia, etc.) dado que se habían votado en los comicios de marzo, que ganó Cámpora, y sus mandatos no habían cesado. Cuando Perón asumió el 12 de octubre de 1973 debió convivir con un importante número de cuadros de la izquierda peronista que ocupaban diferentes resortes en el Estado y que habían sido postulados en las listas presentadas en marzo, que habían sido el producto de una árida transacción entre Cámpora y Perón. Si bien Perón contaba con la legitimidad de los votos, la mayoría de los cargos políticos ya había sido nombrada con anterioridad. Por eso, el asesinato de Rucci que tuvo lugar dos días después de su triunfo electoral fue mucho más que la pérdida de un sindicalista leal a Perón: era una advertencia de que tendría serias dificultades para controlar los resortes del Estado. Frente a ello, y a modo de contrapeso, no vaciló en recostarse sobre la derecha peronista, dejándole el terreno allanado a la Triple A.

Si las balas que recibió Mugica provinieron de la Triple A, no se explican solo por la nefasta figura de un Almirón desbocado, dado que podrían haber provenido de cualquiera de sus esbirros y el resultado habría sido el mismo. Pero hay una diferencia: el primer plano de la descarriada ametralladora de Almirón que Capelli destacó en su testimonio hizo desviar la atención de la responsabilidad que debió haber recaído sobre los hombros de Juan Domingo Perón y su ministro López Rega.

*Historiadora. Investigadora en Conicet.