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Recuerdos de la masacre de Trelew

En la madrugada del 22 de agosto de 1972, en la base aeronaval Almirante Zar de Trelew, la mayoría de un grupo de detenidos políticos fue asesinada. Los escritores Tomás Eloy Martínez y Paco Urondo publicaron dos obras que dan cuenta del sangriento suceso, pertinentes para repasarlo.

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Las inútiles muertes de Trelew. “Se convirtieron en una semilla de odio. La destrucción de la Argentina empezó entonces | cedoc

Ese día, en la base aeronaval Almirante Zar (provincia de Chubut), diecinueve detenidos políticos fueron sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Era la madrugada del 22 de agosto de 1972. Fue entonces cuando ocurrió el hecho sangriento conocido como “la masacre de Trelew”, donde la mayoría de ellos murió. Dado que ayer se conmemoró un nuevo aniversario de este suceso, es oportuno recordarlo.

Dos libros de destacados autores han abordado el acontecimiento. Si bien ambos escritores han incursionado en el mundo de la ficción, estos dos textos son de carácter periodístico y tratan de dar a conocer hechos realmente sucedidos. Uno de ellos es La pasión según Trelew, perteneciente a Tomás Eloy Martínez, publicado por vez primera en 1973 y con otras dos ediciones en 1997 y 2009. El otro texto es La patria fusilada, de 1973, del escritor Francisco “Paco” Urondo (militante de la organización Montoneros que moriría en junio de 1976 en un operativo militar durante la última dictadura).

Años atrás, el 28 de junio de 1966, las Fuerzas Armadas habían dado un golpe de Estado derrocando al presidente constitucional, el radical Arturo Illia. Se disolvieron el Congreso y los partidos políticos, y asumió como presidente de facto el general Juan Carlos Onganía, iniciando así un gobierno autotitulado Revolución Argentina, que se mantendría en el poder hasta 1973. Durante el período de dicha “revolución”, se fue desarrollando un creciente proceso de radicalización política. Dentro de ese proceso, surgieron distintos grupos guerrilleros; los principales, Montoneros, FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Precisamente, numerosos miembros de estos tres grupos armados se encontraban detenidos en el lejano penal de Rawson (provincia de Chubut), algunos de ellos importantes dirigentes de esos grupos.

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Miembros de las tres organizaciones planearon una fuga de dicho penal que se llevó a cabo el 15 de agosto de 1972. Si bien la intención era que fuese amplia, ciertos problemas de tipo logístico impidieron llevar a cabo el plan ideado. Solo un pequeño grupo que incluía importantes dirigentes guerrilleros llegó al aeropuerto, donde secuestró un avión en el que se dirigió a Chile. El resto solo llegó al aeropuerto cuando el avión ya había despegado. Ante esas circunstancias, ya que fuerzas de la Armada rodearon el lugar y temían por sus vidas, los guerrilleros se atrincheraron en el aeropuerto y exigieron que se les diese garantías para rendirse.

Una vez efectuada la rendición, como garantes fueron acompañados, entre otros, por un juez y un abogado de presos políticos, el radical Mario Amaya (quien durante la última dictadura militar fue detenido, sufrió torturas y la muerte). Se suponía que se llevaría a los guerrilleros nuevamente al penal de Rawson, pero ocurrió algo distinto. Aduciendo motivos de seguridad, se los trasladó a la base aeronaval Almirante Zar, perteneciente a la Armada, que se encontraba cercana a Trelew (ciudad a unos 20 km de Rawson).

Una semana después de la fuga, en esa base ocurrió la tragedia. En el texto de T.E. Martínez, se transcriben “versiones oficiales” del hecho; una de ellas, la siguiente: “Aproximadamente a las 3.30 del día de la fecha, en la guardia de prevención de la base aeronaval Trelew, lugar de detención de los 19 delincuentes subversivos evadidos del penal de Rawson y a disposición de la cámara federal en lo penal, se produce el siguiente acontecimiento: al realizar el jefe de turno una recorrida de control (…) es atacado por la espalda por el detenido Mariano Pujadas, quien logra sustraerle la pistola ametralladora con la que iba armado”. Y a continuación señala el comunicado que hubo un intento de fuga por parte de los detenidos, muriendo la mayoría de ellos al entablarse un intenso tiroteo con la guardia de la base.

Esta “versión oficial” del hecho resultaba muy poco creíble. En el “Prólogo” de 1997 de su texto, Martínez relata cómo vivió esos sucesos, cuando ocupaba el cargo de director del semanario Panorama: “A las ocho de la mañana Panorama debía entrar en prensa para llegar a los kioscos esa noche (…). A las siete y media regresé a la redacción del semanario e improvisé un texto en el que exponía mis dudas. Suponía –con una ingenua esperanza en la buena fe del gobierno– que los comandantes en jefe condenarían lo que había sido con toda claridad una matanza”. Sin embargo, ocurrió algo muy diferente: “El capitán de navío Emilio Eduardo Massera llamó al dueño de la editorial para sugerirle que me despidiera, y el 24 de agosto de 1972 quedé sin trabajo, desterrado nuevamente a las listas negras del periodismo”.

El texto de Martínez toma en cuenta no solo los testimonios de los sobrevivientes sobre la masacre, sino también una serie de sucesos anteriores y posteriores, realizando diversas entrevistas en la propia Trelew luego de ser despedido y relatando la pueblada sucedida allí poco tiempo después. Por su parte, la obra de Urondo se circunscribe a los testimonios de los tres únicos sobrevivientes del hecho, los cuales dan cuenta de detalles de la anterior fuga y de lo ocurrido el día 22. Estos testimonios fueron recogidos por el autor en 1973, cuando estaba preso junto a ellos en la cárcel de Villa Devoto.

Lo tres sobrevivientes fueron María A. Berger, Alberto M. Camps y Ricardo R. Haidar (si bien no fallecieron en esa oportunidad, tampoco vivirían mucho más, ya que todos morirían luego durante la última dictadura militar). Sobre los hechos del 22 de agosto, en La patria fusilada, Berger relata: “Nos sacan a las tres y media y a nosotros nos hacen poner los colchones allá donde se abrían los pasillos (…). Siempre, cuando nos despertaban, nos sacaban las frazadas y los colchones de tal manera que no pudiéramos dormir durante el día. Y esa noche, cosa rara, nos hacen salir a todos juntos. (…). Nos hicieron formar inmediatamente en el pasillo y cuando sacamos los colchones, una cosa que nunca nos habían hecho, nos hicieron mirar al piso”.

Por su parte, ante una pregunta de Urondo sobre el sorpresivo ametrallamiento que terminó con la vida de la mayoría de los allí detenidos, Camps recuerda: “Ahí vi cómo recibía varios tiros Polti e inmediatamente se zambullía cuerpo a tierra adentro de la celda, cosa que hice yo también enseguida y seguían las ráfagas. (…) Siguen las ráfagas y, a partir de un momento, paran. Cuando paran se escuchan entonces quejidos, estertores de compañeros, incluso puteadas. Y empiezan a sonar disparos aislados. Me doy cuenta de que están rematando, incluso alguien dice: ‘Este todavía vive’, e inmediatamente se escucha un tiro”.

Hoy en día, muchos seguramente desconocerán estos sucesos o quizás algunos los recordarán veladamente. Sin embargo, “la masacre de Trelew” constituyó un hito relevante de la historia argentina reciente. Una acertada manera de dar cuenta de su significado es la que formula Tomás Eloy Martínez en el “Prólogo” de su obra: “Las inútiles muertes de Trelew se convirtieron en una semilla de odio. (…) La destrucción de la Argentina empezó entonces, en aquella madrugada aciaga de 1972, y fue sucia, sorda, canallesca, como una pesadilla de fin de mundo”.

*Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA). IG @carloscampora01.