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Un nuevo paradigma

Ser psicoanalista en la era de la hiperconectividad

En los consultorios hay un reflejo de lo que sucede en otros espacios de la sociedad: las redes abren una nueva idea de lo humano, con síntomas y padecimientos nuevos.

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En los consultorios hay un reflejo de lo que sucede en otros espacios de la sociedad: las redes abren una nueva idea de lo humano, con síntomas y padecimientos nuevos. | temes

Decir que la revolución tecnológica actual ha cambiado el mundo parece un lugar común. Sin embargo, el desarrollo de la técnica ha traspasado un límite cualitativo que implica su capacidad para influir  y transformar todos los aspectos de la vida humana, sin que ninguno de ellos quede fuera de su alcance.

Velocidad. Esta afirmación no es apocalíptica ni alarmista. La técnica no posee en sí misma una intencionalidad. Internet nos ha abierto las puertas a un universo de conocimientos

inigualable, ha permitido que regiones enteras del planeta puedan beneficiarse con la comunicación, el intercambio, la alfabetización, la salud, etc. Es también el vehículo del terrorismo, de las nuevas formas de delito y de guerra. La técnica ha impuesto uno de los postulados que rigen el sistema actual

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de valores: la velocidad. La velocidad puede estar al servicio de la vida, y también de la muerte. Por lo tanto, es necesario aproximarse al tema sin hacer de la tecnología un objeto de culto, de adoración casi religiosa, ni tampoco la representación de lo demoníaco.

Las sociedades han padecido siempre un tiempo de retardo para comprender los saltos tecnológicos. Pero la facilidad que hoy existe para acceder a los dispositivos técnicos en una inmensa proporción del mundo ha generado una nueva forma de asimilación. Especialmente porque los desarrolladores de tecnología trabajan no sólo para resolver todos los desafíos prácticos en la construcción de aparatos, programas y aplicaciones, sino que se han ocupado de manera especial para que su uso no requiera de ninguna clase de conocimiento. Lo que en la terminología del mundo digital se denomina “intuitivo” es la investigación destinada a comprender cómo funciona la conducta humana, para lo cual el modelo por excelencia es el niño.

Nos asombra la habilidad de los llamados “nativos digitales”, los niños que, con apenas un año y medio o dos, son capaces de manejar con increíble soltura los dispositivos. Lo que la mayoría de las personas desconoce es que esa capacidad no es azarosa, no se deduce de un don “natural” que los niños

poseen por ser hijos de la modernidad contemporánea. Los ingenieros trabajan codo a codo con expertos de la conducta para que los dispositivos se conciban de modo que puedan ser empleados por niños. Así es como se asegura la inmediata habilidad de los adultos.

Comunicación. La tecnología de la comunicación ha producido una auténtica metamorfosis en el campo de las relaciones humanas, tanto en el ámbito laboral como en los contactos más íntimos, familiares y amorosos. Las denominadas redes sociales son veloces transmisores de datos, que han cambiado el concepto del tiempo y el espacio. Freud no escuchó nunca a un paciente decir que tenía una predilección

por el sexo virtual. Hoy en día, los psicoanalistas nos vamos habituando a esa expresión. Los pacientes satisfacen sus deseos sexuales de forma real, pero muchos lo hacen también de forma virtual. Mediante los sistemas de videoconferencia, muchas parejas mantienen “contacto” erótico –obviamente visual y masturbatorio– pero que es asumido como algo perfectamente normal. De momento, la tecnología de realidad virtual sensorial está

en vías de desarrollo y perfeccionamiento, pero en muy poco tiempo las experiencias sexuales mediante internet lograrán un grado de verosimilitud que prácticamente será imposible distinguirlas de un encuentro en el mundo de la realidad. Evidentemente, estos cambios en la forma de estar con el otro no carecen de consecuencias. Sería un error creer que los efectos son únicos y los mismos para todos.

El modo en que un sujeto se sirve de la tecnología es algo que el psicoanálisis estudia de forma singular.

Existen personas que prefieren vivir en la “nube” digital, puesto que el mundo real se les hace hostil, plagado de peligros que no pueden asimilar. Internet les permite no estar del todo aislados, y a la vez les da la posibilidad de sentirse protegidos de los procesos terriblemente complejos que supone la relación con nuestros semejantes. Por el contrario, otros emplean las redes sociales para ampliar su mundo real. Hay sujetos que, gracias a Facebook, llegan a creer que no están solos, cuando en verdad lo están, y otros que emplean esta plataforma para compartir intereses, experiencias, que en modo alguno compiten con su necesidad de hacerlo también en la vida real.

La reinvención de la soledad. Para algunos, el teléfono móvil es tan sólo una herramienta de la que aprovechan sus múltiples recursos. Para otros, es un objeto sin el cual pueden entrar en pánico, puesto que representa algo así como una prolongación de su propio yo, y por lo tanto la sola idea de perderlo de vista, aunque más no sea un instante, es la peor pesadilla que se les puede plantear.

“Aquí tengo mi vida entera”, me dice una joven paciente, señalándome su smartphone. En su caso, no exagera. Para ella, quedarse sin batería es como quedarse sin aire: algo que la sume en una angustia desbordante.

Es consciente de su dependencia, del mismo modo que un toxicómano puede reconocer su adicción. Pero eso no impide que el apego al objeto se mantenga inalterado. Como psicoanalista, mi función consiste en que los seres humanos se interroguen acerca de sus síntomas, y encuentren por sí mismos respuestas que les permitan manejarlos de un modo más

eficaz para sus vidas. Es desde la perspectiva del síntoma, siempre singular, como el psicoanálisis debe plantearse la pregunta que Heidegger hizo famosa: la pregunta por la técnica.


*Psicoanalista, colaborador de Zygmunt Bauman. Se presentará en Fundación OSDE el jueves 28.

Más información en www.fundacionosde.com.ar.