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Mundo del trabajo

Situación laboral: es más complejo

Es fundamental tener la flexibilidad para adaptarse, rediseñarse, y redefinirse. Añorar el mundo del trabajo del siglo XX redundará en una queja inútil.

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Año nuevo, bios nuevas. Nos podemos tomar el atrevimiento de cambiar un poco el aforismo en la era digital. Al fin y al cabo, nuestras bios reflejan buena parte de nuestra vida. O al menos ese es el objetivo.

Hace rato tengo pendiente actualizar las bios de mis redes sociales y no termino de decidirme cómo estructurarla. Esta semana se me dio por ponerle un poco más de ganas al asunto, y me topé con un limitante que refleja bastante los cambios que se están generando en el mundo laboral en pleno siglo XXI. Y que, para mi sorpresa (o no), no eran un problema exclusivamente mío, sino que se extiende especialmente en muchos jóvenes. Me permito la autorreferencia tan propia de nuestro tiempo para esquivar la terapia y exteriorizarla en esta breve reflexión a modo de nota.

Pero, quitémonos las caretas. ¿A quién no le pasó?

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Dinamismo, especialización y múltiples sombreros

Para empezar, es importante ponernos en contexto. El mundo está cambiando como nunca antes, y nosotros cambiamos con él. Nosotros y las actividades que realizamos. Entre ellas, el mundo del trabajo. Una de las características de este mundo laboral cambiante tiene que ver con el dinamismo. Al que me diga que está haciendo el mismo trabajo de la misma manera desde hace quince años, no le creo. Mientras los puestos laborales del siglo XX estaban pensados para estructuras organizacionales fijas, las condiciones actuales requieren necesariamente de roles flexibles y dinámicos. Y en el medio de esta samba cultural estamos nosotros. Tratando de adaptarnos a las necesidades del mundo laboral.

La profundización de los saberes y la complejización de la realidad, hace que cada vez tengamos que ser especialistas más específicos.

En segundo lugar, la profundización de los saberes y la complejización de la realidad, hace que cada vez tengamos que ser especialistas más específicos. Hoy, la especialización es una constante que nos permite diferenciarnos en un mercado laboral tan demandado, y, muchas veces, el sistema educativo tradicional no logra seguirle de cerca los talones a las necesidades cambiantes del mundo laboral.

Por último, y aunque parezca contradictorio con el punto anterior, es una constante cada vez más marcada de la realidad laboral del siglo XXI la realización de múltiples actividades, diferentes y complementarias. Todas ellas bajo el gran paraguas de “trabajo”, pero que avanzan cada vez más sobre distintos aspectos de nuestra vida.

Si etimológicamente la palabra negocio significaba el “no-ocio”, hoy la hemos invertido. El ocio es cada vez menos frecuente. La constante es el trabajo y la narrativa imperante es la de la productividad. ¿O me van a decir que nunca sintieron que estaban perdiendo el tiempo por tomarse un rato para ustedes durante la semana?

 

¿Qué nos define?

Esto me lleva a una última reflexión: ¿Qué nos define? Siempre me sonó raro escuchar en alguna reunión o conocer por primera vez a alguien y que se autodefina en función de su profesión. “Hola, soy Sebastián y soy abogado”. O, por ejemplo, las respuestas a la típica pregunta: “¿Y vos qué haces?”... “Soy periodista”.

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¿En qué momento empezamos a definirnos a nosotros mismos en función de nuestra profesión? Y, por otro lado, ¡cuánta información les falta a esos enunciados! En el mundo del siglo XXI aquello que estudiamos (abogacía, periodismo, en estos ejemplos), difícilmente nos defina laboralmente. Las identidades en el siglo XXI se vuelven más maleables.

Para el filósofo coreano Byung Chul-Han, esto es un elemento fundamental de la Sociedad del Cansancio. Es decir, que a pesar de nuestra idea de que somos más libres y trabajamos menos, el mundo laboral del siglo XXI nos vuelve más esclavos de nuestra propia imagen. De nuestra bio. De la narrativa que construimos alrededor de nuestro CV Somos nuestros jefes, pero también nuestros empleados.

 Las identidades en el siglo XXI se vuelven más maleables

Esta visión, se para en una posición altamente crítica de la sociedad contemporánea y de las transformaciones en el mundo laboral. Pero, sin caer en el cliché del empoderamiento emprendedor y asumiendo – por experiencia propia – que no estamos en un lecho de rosas, estos cambios también nos brindan una oportunidad. Si las cadenas de las estructuras se rompen, quedamos abandonados a nuestra propia libertad. Que a veces puede ser abrumadora, pero que nos invita a crearnos y recrearnos.

Por eso, en el contexto tan cambiante que definíamos hace unos caracteres, resulta fundamental tener la flexibilidad suficiente como para adaptarnos, rediseñarnos, y redefinirnos. Añorar el mundo del trabajo del siglo XX redundará en una queja inútil. Me queda el consuelo de que la reflexión nos permite dar el primer paso para aprovechar estas oportunidades y esquivar los riesgos que atrae.

Estoy terminando de escribir estas líneas varias horas después del horario laboral que establecí conmigo mismo. No importa. Y no. Tampoco actualicé mis bios. Creo que después de esto me va a costar un poco más. Lo dejaremos para otra sesión.