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La brecha de género en el mercado laboral pospandemia

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Impacto. La crisis económica y laboral por la pandemia afectó más a las mujeres. | cedoc

La pandemia del covid tuvo un efecto devastador sobre el mercado laboral en todo el mundo, y esto afectó principalmente a mujeres y jóvenes. Se profundizó la brecha de género, pero en países con predominio de su inserción laboral en el sector informal y con escasas políticas de apoyo a las tareas de cuidado, las mujeres perdieron sus trabajos. 

Esto fue descripto y analizado, y a fines de 2021, cuando creíamos que la pandemia estaba empezando a superarse, se estudiaron las variaciones. En el país, según datos del Sistema Integrado Previsional Argentina (SIPA) del Ministerio de Trabajo, en el tercer trimestre de 2021 se produjo un leve aumento del empleo en el sector privado en relación con 2020, pero no alcanzó el número de personas empleadas en 2019, año que ya no era alto. A su vez, aumentó el número de personas registradas como monotributistas, indicio de que la calidad del trabajo se deterioró. 

El empleo público siguió creciendo incluso durante los períodos de mayor aislamiento por la pandemia. La buena noticia es el crecimiento en el sector de la construcción y de la industria manufacturera registrado en ese período, datos que indican el inicio de la recuperación económica, según el Ministerio de Economía.

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Esto no nos da información sobre la diferencia de género en el comportamiento de las variaciones registradas en el mercado laboral. En la nota de 50/50 del domingo 2, Clara Fernández Escudero aporta datos de la Subsecretaría de Políticas de Inclusión en el mundo del trabajo del Ministerio de Economía. Allí se verifica el aumento de la brecha laboral de género y la mayor caída del empleo en las mujeres. El desempleo de las mujeres, el aumento de las tareas de cuidado por las restricciones de la pandemia y la pérdida de capacidad económica de los hogares para sostener el empleo de personas para apoyo, en general mujeres, son los principales factores. 

A esto se suma la caída de las posibilidades laborales de grupos como las trabajadoras sexuales, masajistas, peinadoras, terapeutas y otras a domicilio, que perdieron su trabajo y no tuvieron apoyo ni sostén del Gobierno porque no eran suficientemente pobres ni indigentes. 

Esto nos lleva a considerar el tema de las medidas de protección social con que contamos, que en general solo cubren a las personas trabajadoras en el sector formal y excluyen a trabajadores del sector informal, que es muy amplio y que, si bien tiene grupos que no las requieren, la gran mayoría donde se concentran las mujeres las necesitan. 

El desafío es cómo se producen los cambios que eliminen estas diferencias de género, que son claras discriminaciones. Lamentablemente no se observa, ni aquí ni en la mayor parte de los países del mundo, la búsqueda del cambio que la pandemia nos da la oportunidad de hacer. 

Cambio que exige un trabajo de análisis y búsqueda de soluciones en forma conjunta de representantes del Gobierno, de las personas afectadas y del sector privado. 

Estas mesas tripartitas de búsqueda de nuevas respuestas no las vemos, no se producen, y así se pierde una oportunidad que la pandemia nos dio. 

Mundialmente, la resistencia al cambio es muy grande y solo en algún país donde hubo demandas masivas y movilizaciones de la población que involucraron no solo a los afectados directamente sino a la mayoría, como en Chile, parece verse una posibilidad. Allí, a través de un cambio político que implicó primero la elección de los constituyentes y luego la del presidente, se encendió una esperanza de cambio. Sin procesos electorales de cambio político o con ellos, las raíces en que se basan las desigualdades no se están revisando para cambiarlas, incluso en países con demandas masivas y movilizaciones. 

En el país, Gobierno y oposición están enfrascados en una grieta que los aísla y atrapa. ¡Esta es otra oportunidad perdida!