Charles Chuck Walter está parado en el patio delantero del Little Brittany, un pub bonito y delicado de Brickell, allí donde descuellan la gastronomía, los autos y los perfumes –y casi todo– cerca de la costa, al sur del Downtown, en Miami.
Sonríe casi permanentemente, mientras va recibiendo invitados que llegan para compartir el Brickell Tech Tuesday, evento que Chuck creó con el fin de generar redes y lazos de contacto entre los entusiastas de la tecnología que deambulan por estos suntuosos parajes.
Son las 19, y los ojitos del anfitrión van de un lado a otro. Recién encuentran la calma cuando aparecen los músicos: un baterista, un bajista y un saxofonista, los tres negros, en honor a que estamos en el mes de la historia de los afrodescendientes. De las 20 a las 21 harán jazz, y muy bueno.
Lo cierto es que Walter organiza estas reuniones, los últimos martes de cada mes, porque busca afianzar las relaciones entre quienes tienen intereses parecidos y viven en la misma zona geográfica.
Por eso creó, además, FriendApp, una aplicación con la que el usuario puede organizar sus contactos según qué tiene en común con cada uno de ellos, los horarios en los que pueden compartir encuentros, la distancia a la que se encuentran.
Su mirada respecto de las plataformas y aplicaciones basadas en algoritmos inteligentes es compleja; por un lado, comprende perfectamente que, en la economía de la atención, casi todo lo que tenemos en el móvil intenta atraernos de forma que olvidemos que existe un mundo físico fuera del rectángulo que miramos cada vez más.
Pero, sin embargo, apuesta por una aplicación que, apalancada en el móvil o las demás pantallas que usamos, nos permita volver al encuentro personal, cercano, cuerpo a cuerpo.
“Empecé a preguntarme cuántas personas, de las que tengo en Instagram y Facebook, verdaderamente conozco. Luego, además –explica en un muy buen español, aprendido mientras trabajaba en Univisión, heredado de su madre cubana y practicado con su exesposa colombiana–, me divorcié, entonces comencé a usar aplicaciones de citas, pero vi que eran demasiado específicas y aquí en Brickell no me insertaba. Entonces puse manos a la obra”.
Chuck conjuga argumentos de corte antropológico con ideas espontáneas respecto del modo en que las redes sociales y los avances en el terreno de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) inciden en nuestro comportamiento.
Es consciente de que las grandes ciudades, con sus enredos y atascos de tránsito (especialmente en urbanizaciones como Miami, donde el coche es protagonista absoluto en la vida de los habitantes), no fomentan la interacción de los vecinos. Pero también sabe que, para conocer a quien vive pared de por medio, hace falta cierta disposición, digamos, del propio espíritu.
“Ahora, si bien no puedo evitar el carro, comencé a usar bicicleta, para conectar más con la gente, los lugares, disfrutar la ciudad. Además, en Miami es mucho más placentero caminar”, refiere, intercalando respuestas con saludos y cálidas palabras con todo el mundo.
En el contexto descripto, FriendApp es un emprendimiento mitad empresarial, mitad filantrópico. Hacerlo en Miami le permite “balancear entre estar frente a la computadora programando, teniendo reuniones virtuales, y todo eso, pero también desconectando, yendo a la playa, paseando”.
Por ahora, la aplicación está disponible para IOS (Apple) y ofrece una versión en beta (etapa de pruebas y ajustes) para Android.
Pero el sueño de Charles es que en pocos meses FriendApp permita que, por ejemplo, podamos organizar nuestras relaciones de forma que tengamos claro con quién y por qué vamos a reunirnos simplemente caminando unos quince minutos –idea que proviene del urbanismo actual, que propone volver a caminar la ciudad y devolver importancia a las personas y la proximidad física para el encuentro.
“La economía de plataformas y la gig economy –trabajos remotos, por encargo y períodos breves– han hecho que creyéramos que es lo mismo vincularnos por videollamada que encontrarnos en la oficina o donde sea. Pero los trabajos, como las escuelas, son lugares de encuentro. Y los números señalan que estamos cada vez más solos”, razona Walter.
Acto seguido, recuerda que antes de que los smartphones se volvieran amos y señores de la vida en sociedad, pasábamos más tiempo en espacios comunes de intercambio físico, en la vida real. Pero “ahora, por cuestiones de seguridad o todavía los argumentos del covid-19, ni siquiera podemos entrar a las escuelas a buscar a nuestros hijos. Pareciera que todo se puede resolver con tecnología, pero no es cierto”.
Pensar la comunidad. Pero la comunidad real. Ese es el propósito de Charles Walter.
Con FriendApp casi como que le da de beber de su propia medicina a lo que hizo que el enjambre de relaciones cruzadas, extendidas en una geografía completamente desordenada, nos encerrara en burbujas de pocos y conocidos que rechazan a quienes rotulamos con categorías estandarizadas.
Hace una pausa. Come despacio, promueve que quienes nos encontramos en el pub sepamos unos de otros.
Resignificar las TIC no es tarea sencilla. Mucho menos lograr que volvamos a prestar atención a quien vive cerca de nosotros, esa persona que ocasionalmente ocupa un lugar en el ascensor y, si perdemos de vista los lazos comunitarios, probablemente nos incomode.
Quizá FriendApp sea el inicio de una nueva Era en las aplicaciones que rigen nuestras relaciones. Hay mucho por ver, pero el inicio es auspicioso.