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TRASCENDER LA GESTION CON UN PROYECTO

¿Tiene ideología Mauricio Macri?

Tener un norte es lo que le permitiría al gobierno trascender y quedar en la historia. Análisis del “corpus teórico amarillo”.

Buena onda. Macri partió de un discurso de pacificación y de buena onda. Fue una estrategia política que dio muy buenos frutos electorales. <br><br>
| Cedoc
Más de 12 años pasaron desde el nacimiento del PRO, espacio político al que se sumaron dirigentes de distintos estratos sociales, del pensamiento, la economía. Sin embargo, desde un lado los sindican como neoliberales, otros dicen que son puro marketing, o desarrollistas (por presencias como la de Frigerio nieto), otros los definen simplemente como pragmáticos. ¿Cuál es la real ideología que los identifica? ¿Es un tema de desideologización, como dicen desde algunas veredas, o es que en un país acostumbrado al pensamiento binario izquierda/derecha, peronismo/antiperonismo, kirchnerismo/antikirchnerismo, el PRO no encaja por eso en ninguna categoría?

Por otro lado, con Cambiemos, sumaron a radicales y al ARI, y a otras figuras como Alfonso Prat-Gay, agregando aún más componentes a la mezcla inicial. ¿Esto los hace redefinirse o, por el contrario, tiene que ver con la base de que Propuesta Republicana, desde que arrancó, mantiene la matriz abierta a todas las tendencias?

Pensar. Así se llama la fundación que funciona como usina (o think tank) del PRO y, por consiguiente, del gobierno de Mauricio Macri. Creer y Crecer fue su antecesora, fundada por Francisco de Narváez y a la que se sumó Macri. “Haciendo Buenos Aires”, uno de los primeros slogans del macrismo cuando asumió en la Ciudad de Buenos Aires. Verbos. Verbos que definen acciones. Acciones como “construir puentes”, por ejemplo, frase utilizada por Macri el 1º de marzo en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación.

En el libro Mundo PRO. Anatomía de un partido fabricado para ganar (Planeta, 2015), Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Bellotti analizan a fondo todas las aristas de esta organización política que nació casi en paralelo con el “que se vayan todos”.

“PRO es un partido armado de retazos: diferentes razones produjeron la unión de dirigentes de entidades tradicionales como el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR), líderes de otras –minoritarias– como la Unión del Centro Democrático (UCeDé) y Acción por la República (AR), técnicos y profesionales de fundaciones y ONGs, y hombres de negocios que seguían a Mauricio Macri desde el mundo empresario”, sintetizan en Mundo PRO los inicios.

Al igual que en el hoy lejano y cercano al mismo tiempo 2001, desde fuera del PRO la identificación que más se le da es la de ser un “partido de la derecha neoliberal” y, tal como si fuera otra parte de esos retazos, “una creación del marketing, con globos y fotos sonrientes”, a manera de denigración y muestra de falta de sustento ideológico. Para Pablo Alabarces, sociólogo, investigador principal del Conicet y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, “la minimización y el ninguneo fueron corresponsables de la derrota del kirchnerismo. El decir ‘no son nada, son puro marketing’. Lo que el kirchnerismo piensa del PRO es una larga lista de errores. La otra interpretación que hace es también errónea: es que son los 90 o son la dictadura. El PRO, en principio, no es una ideología compacta: tiene matices y contradicciones, tiene un ala derecha y un ala izquierda, que por ahora resuelven amigablemente”, detalla Alabarces y agrega: “El PRO tiene un ala peronista, representada por sujetos, pero también es un populismo. Lo dijo Amílcar Fidanza hace mucho: es el populismo de la gente, una presunta interpretación de lo que es la gente, que no es una categoría sociológica. No hay un programa compacto, es un más bien ‘lo vamos llevando’. Es la ideología de la ausencia de ideología”.

Una anécdota que recuerda Alabarces aparece en el libro Boquita, escrito por Martín Caparrós, quien quiso entrevistar al Macri presidente de Boca y la respuesta que recibió fue: “No, porque vos ponés ideología”. “Es una relación de ideología como mala palabra, es el discurso posmoderno que apareció en los 80. Pero la ideología reaparece siempre como concepción del mundo que, en última instancia, es una ideología. El PRO es eficaz en mostrar qué se va a hacer: el resto es ideología. Lo que importa es ‘solucionar la vida de la gente’. Esas promesas, son falacias. La idea de la unidad de los argentinos está basada en la palabra gente. Las diferencias no son ideológicas o programáticas, son sociales y económicas. No puede haber unidad entre dueños y operarios. Uno no tiene más remedio que seguir siendo marxista y recordar que existen las clases sociales. Por eso, todo lo que estoy diciendo es puramente ideológico”, cierra Alabarces.

Para Sergio Berensztein, politólogo y consultor, también hay “cierta inercia de relativo menosprecio: que no tienen política, que no van a poder lidiar con el Congreso, la gobernabilidad. En la práctica, tiene que ver con estos prismas anticuados y soberbios más que con la realidad”. Berensztein se remite a la historia argentina, al recordar que siempre al PRO se lo vio con los ojos de los terceros partidos que en la Argentina “sistemáticamente fracasaron y no lograron consolidarse. Por eso, el ninguneo con el PRO y con Macri en particular, con todas las estigmatizaciones posibles para degradarlo. Y terminó siendo presidente”, resalta Berensztein.

Quizá mirar otros países es un buen ejercicio. El Partido Popular en España, por ejemplo, surgió de unir distintas corrientes, de derechas conservadoras y no tanto, laicos y muy católicos, y Aznar, al llegar al poder, nombró en su gobierno a un ministro comunista. “El PRO es una fuerza en formación que es como un caleidoscopio: a veces predominan algunos y otras, otros, con esta acción que tienen de sumar de distintos sectores. No tiene una ideología o una identidad firme, coherente consistente: su ideología es la combinación de un conjunto heterogéneo, a veces con contradicciones, de algunas corrientes del pasado como el desarrollismo y de otras más novedosas que están como teñidas de modernidad, como lo zen. Y Frondizi no meditaba seguramente”, dice Berensztein.

Claridad. “Siempre es bueno recordar una frase de Newton: somos enanos parados en hombros de gigantes. Lo que agregamos como perspectiva a lo que podemos ver sólo es muy poquito en relación con las grandes expresiones de pensamiento de las que venimos. Aunque el PRO nos la ponga difícil, estamos obligados a intentar entenderlo”, se anima Alejandro Katz, ensayista, editor y analista político. “Una de las particularidades es que vamos a tener más claro lo que haya ocurrido una vez que esté terminado su período de gobierno. Cuando Merkel compite por el cargo de canciller alemana, sabemos qué va a hacer en cuanto a impuestos, a Europa, a políticas económicas. Como sabemos qué harían Rajoy o el socialismo. No es lo mismo en el caso del PRO, porque el PRO todavía no tiene un pensamiento interno mayoritario entre una diversidad de pensamientos internos en competencia”, detalla Katz. “Podemos reconocer una tradición del liberalismo argentino, pero del menos interesante intelectualmente, porque no es el más cultural y es un tanto pacato. No va a hacer una declaración del aborto contrario a las presiones de religiosos, por ejemplo. Es limitado, como es en general el pensamiento de estas corrientes de la Argentina”, afirma y luego enumera: “Hay una impronta de esa tradición liberal, hay una impronta del mundo peronista, el cristianismo social: hay un peronismo más pragmático, el del poder, no el de las ideas. Y todo eso está en una especie de mortero, en el que se usa una maza para moler diferente en cada situación. Ahora está usando la maza desarrollista: liberal, conservadora, doctrina social de la Iglesia y peronismo pragmático, que lo convierte con un martillo desarrollista, que es lo que permite articular un discurso ortodoxo monetariamente y heterodoxo económicamente. Ortodoxo en cuanto al control de la moneda y laxo en cuanto a lo impositivo, evitando la confrontación”, analiza Katz.

Actuar. Difícil llegar a conclusiones tajantes y definitivas. “Creo que lo que vemos, que no sé si será una constante al futuro, es una acción de gobierno que tiene casi como principal objetivo mover obstáculos. La visión de la economía del kirchnerismo era mover activos que se acumulaban o gastaban Y gastó todo: las reservas, los recursos energéticos, y hubo que importar, los recursos ganaderos. El macrismo tiene una idea de la economía más moderna, que son flujos. Y cuando uno piensa en la economía como flujos, piensa en cuellos de botella, como el cepo. Y lo levanta rápidamente. O la inserción internacional: vamos a Davos, vienen Renzi, Hollande y Obama. Y los holdouts, que una vez resuelto lleva a buscar capital para inversiones en infraestructura, lo que va a necesitar recursos humanos que van a pasar al sector privado, con lo cual se reduce el peso en el Estado”, ejemplifica Katz. “Esto es comprensible los primeros meses, pero si es para siempre, es algo limitado. Al PRO no le gusta movilizar a la sociedad en causas importantes, pero la aparición de la palabra desigualdad en el discurso de Macri es positiva y tiene valor. No el slogan vacío de la pobreza cero, sino reconocer que si no hablamos de desigualdad no hay forma de encauzar los problemas del país”, concluye Katz.