Se suele su-bestimar la importancia de la política interna; no solo en lo que respecta a la estabilidad política y la vigencia democrática de Ucrania, sino también por su relevancia en el marco de las eventuales negociaciones de paz.
El presidente Volodímir Zelenski se convirtió, lógicamente, en la cara más visible de la resistencia ucraniana a nivel global desde que se inició la guerra. Pero se trata de un liderazgo que no ha estado exento de cuestionamientos, tanto internos como externos. Incluso, Zelenski recibió críticas por parte de líderes que se han mantenido hasta hoy como firmes aliados de Ucrania.
Uno de los principales cuestionamientos a Zelenski versa sobre el cuantioso gasto militar que ha insumido la guerra, implicando un esfuerzo descomunal por parte de EE.UU. y las principales potencias europeas. Tanto la estrategia militar de Zelenski en el uso de esos recursos como la transparencia en la rendición del gasto fueron objeto de duras críticas. Tan solo basta recordar la humillante escena que vivió Zelenski en el Salón Oval de la Casa Blanca en febrero pasado.
En Ucrania rige la ley marcial desde 2022, que fue políticamente utilizada por Zelenski para suspender indefinidamente los procesos eleccionarios que estaban previstos según la Constitución que, dicho sea de paso, sigue vigente. Tanto las elecciones parlamentarias como las presidenciales no se han realizado, si bien debieran haberse llevado a cabo durante 2024. La oposición ucraniana ha acusado a Zelenski de abusar de la ley marcial para perseguir a dirigentes políticos, periodistas y activistas anticorrupción. Las potencias de Occidente hicieron la vista gorda sobre estos hechos, privilegiando el apoyo al esfuerzo militar.
La medida más controversial en ese sentido fue la reciente aprobación de una ley que le permitirá a Zelenski un mayor control sobre los organismos que supervisan los hechos de corrupción. Miles de personas se manifestaron contra la ley, en lo que fueron las mayores protestas desde el inicio de la guerra.
Agobiado por el desgaste de la guerra y las crecientes tensiones con EE.UU. y sus aliados, Zelenski ha tratado de maniobrar políticamente haciendo frecuentes rotaciones de su gabinete, aunque siempre con las mismas caras. Días atrás, el líder ucraniano designó como nueva primera ministra a Yuliia Svyrydenko, una joven exministra de Economía que fue clave en la negociación del controversial acuerdo sobre minerales críticos con EE.UU. Básicamente, en dicho acuerdo firmado en abril, Ucrania le entregó a EE.UU. el control mayoritario de la explotación de sus minerales críticos y tierras raras, a cambio de que Washington garantice la continuidad de la ayuda militar. Algo que con Trump nunca se sabe.
El de Svyrydenko no fue el único cambio llevado a cabo por Zelenski para ganar algo de oxígeno político. El primer ministro saliente, Denys Shmyhal, fue nombrado nuevo ministro de Defensa. A su vez, dos exviceministros de Svyrydenko fueron nombrados en las carteras de Economía y de Medio Ambiente. Otros funcionarios cercanos a Svyrydenko estarán a cargo de la estratégica área de Integración Europea. Además de apuntar a fortalecer el vínculo con la Casa Blanca y los países de la OTAN, los cambios de Zelenski buscan promover un aumento en la producción nacional de armas.
Zelenski desea aprovechar el nuevo contexto más favorable en su relación con Trump, que ahora parece haber virado hacia una posición mucho más crítica para con Rusia. La Casa Blanca respaldó un plan para que los aliados europeos adquirieran miles de millones de dólares en equipo militar estadounidense, incluyendo sistemas de defensa aérea Patriot, para enviarlo a Ucrania.
En otro gesto hacia Trump, Zelenski designó a Olga Stefanishyna como nueva embajadora de Ucrania en EE.UU. Su antecesora, Oksana Markarova, tenía los días contados desde hace tiempo luego de provocar la ira de los republicanos en septiembre pasado, al invitar a Zelenski a visitar una fábrica de armas en Pensilvania, acompañado únicamente por dirigentes demócratas.
Zelenski sostiene con razón que el apoyo militar estadounidense sigue siendo vital para la continuidad de la guerra, que se encuentra en una fase crítica para Ucrania. Un reciente reporte del Financial Times indicó que los ataques con drones rusos han desbordado cada vez más las defensas aéreas de Ucrania en los últimos meses. En promedio, alrededor del 15% de los drones rusos penetraron el sistema de defensa de Ucrania entre abril y junio. Esta tasa triplica la registrada entre enero y marzo y es la más alta desde el inicio de la guerra.
Más allá del apoyo internacional que mantiene Zelenski, tanto Trump como el resto de los dirigentes de la OTAN quieren el fin del conflicto. Ahora se abrirá una nueva instancia de diálogo en Turquía, pero con bajas expectativas de que se logren avances significativos. En ese escenario, un Zelenski cada vez más desgastado políticamente, blanco de duras acusaciones de autoritarismo por parte de opositores en su país, puede convertirse en un obstáculo en sí mismo para lograr un acuerdo de paz duradero que ponga fin a esta guerra.
*Docente universitario y analista internacional. Director del Observatorio Sino-Argentino y de la consultora Diagnóstico Político.