Después de varias demoras, pandemia mediante, Lo que el río trae se ha estrenado en formato escénico. Se trata de la más reciente creación de María Marull y Paula Marull, las gemelas que comparten, además de material genético, el gusto y capacidad de trabajar juntas como dramaturgas, actrices y directoras teatrales. De miércoles a domingo, en el Teatro San Martín, ellas conforman un mismo personaje, duplicado o dividido, según se vea. Las dos son Amelia, una mujer, madre, profesional, que debe regresar a su pueblo de origen, Esquina, en Corrientes, donde precisamente las Marull pasaron parte de su infancia, antes de haber decidido instalarse en Buenos Aires, para desarrollar su carrera profesional. El elenco se completa con William Prociuk, Mónica Raiola, Mariano Saborido y Débora Zanolli
—¿Cómo se sienten ahora que se ha podido concretar el estreno?
—Paula Marull: Es un estreno muy esperado. El proyecto estaba, en teoría, programado para 2020. Con la pandemia, quedó stand by, pero por suerte nos ofrecieron hacer algo audiovisual que tuviera que ver con el material, en lo que se llamó “Modos híbridos”. Nosotras elegimos el camino documental, lo que nos generó un acercamiento muy íntimo y una búsqueda muy verdadera. Al tener que contar el proceso creativo, nos sumergimos en nuestro vínculo con la ciudad Esquina. Finalmente, pudimos estrenar y es mágico lo que sucede con el público. Valieron la pena estos dos años donde, de alguna manera, el material fue evolucionando.
—María Marull: Sí, fue muy sorpresivo y hermoso encontrarnos con el público. Porque, inclusive cuando hicimos el documental, no nos encontramos con el público, porque cada quien lo vio en su casa. El teatro tiene eso tan hermoso que es que se termina de armar con el espectador.
Paula Marull: "Naturalmente escribiendo juntas y dirigiendo juntas”
—¿Cómo es Amelia?
—MM: Amelia tiene un presente en la ciudad donde es escritora. Esta atosigada. Es madre de una nena, está atravesada por su relación de pareja con el marido. Está bloqueada: no está pudiendo entregar una novela que le están reclamando, de la cual ya le adelantaron el dinero. En ese presente tan alborotado, tiene que viajar a Esquina, donde el papá de ella vivía cuando ella era chica. El viaje, que ella piensa que va a ser solo por un día, termina convirtiéndose en un viaje físico y hacia el pasado de ella. Llega durante la fiesta del pacú; hay un concurso de pesca del cual acepta participar. Todo eso desemboca en el río, en la pesca y en volver a conectarse con la naturaleza y con la naturaleza propia.
—PM: A partir del personaje, surgen temas, como el tiempo, tanto en un plano más filosófico como en uno más cotidiano. Está la sensación de vivir pero que no te alcanza el tiempo. No sé si es por el celular, pero uno no termina de vivir en el presente. También la obra toca la maternidad, por el personaje de Amelia, y por el de Nancy, que es la actual mujer del escribano en Esquina (que lo hace Débora Zanolli) y que había sido el novio de Amelia. También está muy presente algo de la propia voz y de la soledad. En este mundo, vivimos un poco presionados por exigencias externas y por demandas de cosas exteriores: hay que ser de determinada manera, comprar determinadas cosas. Uno va perdiendo la voz interior, la identidad. Para esa búsqueda, Amelia necesitó volver al pasado.
María Marull: “El teatro siemrpe se termina de armar con el espectador”
—¿Cómo experimentan, en el trabajo escénico y en la vida cotidiana, la identidad, la individualidad, que también gira sobre la figura del doble?
—MM: El procedimiento sobre el personaje de Amelia consiste en que lo representamos las dos: hay momentos en que estamos juntas y otros momentos en que no. Hay un desdoblamiento, utilizamos el parecido físico para habitar la duplicidad. Por momentos, la otra Amelia aparece como una voz que relata el pasado e irrumpe en el presente de Amelia; en otros momentos, la duplicidad aparece como la parte reprimida, lo que ella siente o piensa o lo que querría hacer y no se anima.
—PM: Para nosotras, es algo totalmente natural esta condición de doble o gemela; no la planeamos. Hemos estado naturalmente escribiendo juntas y dirigiendo juntas. Con respecto al personaje de Amelia, encontramos el procedimiento teatral y recién ahora, a partir de la pregunta, puedo decir: “Ah, claro, es verdad, estamos las dos. Este doble es igual a nosotras, que somos dos”.
—¿Perciben lo extraordinario de la dupla de hermandad y creativa que configuran?
—MM: Es cierto que no es frecuente que dos hermanas compartan tantas cosas, incluso lo creativo. En nuestro caso, el universo es muy parecido: la manera de escribir y hasta la manera de pensar. Nos compramos las mismas cosas sin saber, decimos lo mismo en el mismo momento, escribimos textos juntas en un Drive y algunas veces ya no sabemos qué parte escribió cada una. Yo tengo plena conciencia que esto no me pasa ni me pasará con ninguna otra persona, jamás. Tuvimos una infancia en la que fuimos muy unidas; quizás, nos rodeó cierta soledad que transitamos como aliadas. Éramos de escribir desde chicas y nos mostrábamos lo que escribíamos. Se nos armó un mundo entre las dos. Es una conjunción medio misteriosa, que nos resulta natural, porque no conocemos otra cosa.
—PM: A veces ser mellizo o gemelo es más un problema para los otros que para uno. La gente se siente mal cuando nos confunde una con la otra. A mí no me importa, no me molesta para nada. Una psicóloga me dijo: “Lo único que sabemos es que venimos solos y nos vamos solos”. Y yo le dije: “Pará, pará; no sé cómo me voy a ir, pero yo no vine sola".