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Marcelo Longobardi: “Macri prefiere la mesa chica”

El periodista vuelve a la televisión por CNN. Compara al Presidente con Cristina Kirchner; considera que si esas son las únicas opciones no vendrán inversiones al país.

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Nuevo. El periodista considera que con el programa que tiene en CNN consiguió reinventarse por lograr entrevistar en conversaciones amables y profundas. Siempre fue hombre de radio. | Grassi

Me había hastiado. Había depositado toda mi energía en la radio, porque en Mitre tenemos el compromiso de ser líderes, tarea compleja y pesada. La tele se me había convertido en un estorbo y mi última experiencia había sido horrible”, responde Marcelo Longobardi si se lo consulta sobre si tiempo atrás se imaginaba cumpliendo dos años seguidos al aire. A CNN llegó después de largas negociaciones y se lo ve feliz. “No sabía muy bien qué hacer en la televisión –explica–. ¿A qué venía, a hacer editoriales sobre Argentina? ¿A hablar como lo hago en la radio? Finalmente se fue dando todo en relación con el título del programa: En diálogo con Longobardi, conversaciones amables y profundas, hasta emotivas con personas mayormente no vinculadas a la política. Cosas que no sabía que podía hacer. Una suerte de reinvención, si cabe el término”.  

Estar en la cadena de noticias de Turner lo define como una experiencia muy estimulante, en momentos en que el mundo tiende a ser refractario a la noción multicultural. “Vengo a trabajar contento, cosa que la televisión en general no me produce. Un motivo importante lo encuentro en que nuestro trabajo es básicamente local. Que haya internet o redes sociales no nos convierte en globales, pero CNN es genéticamente global y además es multicultural. Eso es muy importante para el contexto. Se aprende mucho, estás en contacto con un montón de personas de distintos lugares en un momento mundial donde la política parece tener impulsos contrapuestos.

—¿Argentina escapa a ese mundo que describís?

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—Se ha tomado, en apariencia, el camino inverso hace tres años. Como Canadá o lo que queda del gobierno de Macron. Antes tenías un proceso nacionalista radicalizado, que los hay de distintos signos caso Brasil, Estados Unidos o lo que pasa en Europa… Es dramático.  

—¿Percibías xenofobia en el gobierno anterior?

—Argentina por suerte no cayó en ese extremo, pero estamos percibiendo una “bolsonarización” de la política. En las elecciones tendremos que optar entre dos formatos: uno que se parece a Canadá o uno que se parece a Estados Unidos o Austria.

—Macri también tiene que resolver esa disyuntiva dentro de su espacio.

—Sí, pero creo que, entre todos sus errores y defectos, ese no lo tiene.     

—¿Qué te parece la candidatura de Roberto Lavagna?

—Tengo un gran respeto por él, me parece un tipo muy interesante y serio. Por otro lado, creo que el método de construcción política que él está sugiriendo es una suerte de aclamación, que las personas se rindan ante la evidencia y que no tenga que pasar por una primaria. Eso me parece irreal. En el caso de que llegue por ese camino va a tener problemas de construcción política. Yo sigo creyendo en el líder clásico, que construye, que acuerda con los sectores y que es el jefe de un grupo. Esta idea de un supertécnico como Roberto, que es aclamado por un grupo de personas que deponen sus intereses en pos de un candidato lujoso, me parece irreal. Hay otra cosa: Lavagna es un gran técnico, pero no sé cómo es como político.

—¿Por qué después de tantas denuncias Cristina tiene, aparentemente, un 30% del electorado?

—El Gobierno estimuló la polarización y ahora se encuentra con un problema. El asunto es complicado por el hecho de que, una vez más, Argentina va a tener que elegir entre el sistema y el antisistema. La economía nunca puede funcionar así, por más que Macri vuelva a ganar, si la perspectiva de alternancia argentina es entre un proceso serio (independientemente de su competencia o incompetencia) y uno radicalizado, pro iraní, populista, delirante y corrupto. Mientras esas sean las alternativas, no conozco a nadie que vaya a invertir un peso en el país. Argentina carece de un sistema político razonable, modelado por una alternancia entre un progresismo lógico como el chileno y una centroderecha democrática más o menos competente. Mientras las alternativas sean estas dos, me parece que esto no tiene destino... Yo lo responsabilizo a Macri de una cosa en particular. Un proceso de reformas como el que pretendía encarar necesitaba de un orden político determinado. Si mirás para atrás, con sus diferencias, Alfonsín, Menem y Kirchner generaron órdenes políticos apropiados. Macri resolvió convivir con el orden preexistente y se metió en un enredo, y estimular a su máxima contrafigura le voló la economía. Es secundario si Prat-Gay se equivocó o emitieron más bonos de lo que debían. Hay un problema estructural de fondo y las reformas económicas requieren acuerdos y consensos. Macri hizo lo inverso. Nunca se sintió ganador, siempre se vio como una minoría… Nunca entendí el nivel de autodestrucción que se aplicó después de haber ganado la elección de medio término, que para él era más importante que la propia elección presidencial.

—¿Te defraudó?

—Macri estaba para otra cosa. Creo que algunos aspectos personales jugaron un papel importante en los elementos que componen al Macri político. El detesta a las figuras rutilantes a su lado, no quiere estrellas. Tampoco le gustan los acuerdos, prefiere la mesa chica. Tiene una pulsión similar a la de Cristina: expulsa. A la vez, con la idea de la política moderna, con esa noción de empatía y cercanía no se puede gobernar un país en crisis... Para eso se necesita de una arquitectura política basada en acuerdos, por arriba o debajo de la mesa. Se lo dije personalmente y él me respondió: “Finalmente lo que vos querés es que ponga ministros peronistas”. No, yo quiero que hagan acuerdos para que las cosas sean viables y Argentina no tenga inflación.

—¿Cómo crees que se va a recordar este mandato?

—Hoy te diría que como una decepción más, pero hay que esperar. A lo mejor tiene suerte. Por ahí gana las elecciones, se siente un tipo con poder y hace los acuerdos necesarios. En principio, creo que será recordado como un proceso que decepcionó a muchos argentinos.

—¿Cómo crees que hubiera sido un país gobernado por Daniel Scioli?    

—Es difícil. Es un aparato político inventado por Menem. Me imagino que su comportamiento hubiera sido igual al del riojano. Hubiera abrazado a todo el mundo mientras los mandaba en cana. Nunca sabremos cómo era Scioli con poder, pero sí sé que es un tipo muy complejo. Al igual que Macri, tiene complejidades que se encargó de ocultar.

Medios e independencia

—¿Cuánto se puede sostener la independencia de un medio en épocas donde la pauta pública parece su mayor sostén?

—PERFIL es un ejemplo de independencia y supervivencia, después de haber sido perseguido y excluido. Fontevecchia es tan independiente que es contracultural... Hoy casi no hay publicidad oficial o hay muy poca y es menos arbitraria que en épocas de los Kirchner.

—Pero hay medios que cierran...

—Eso tiene que ver con otros factores, como el papel de las redes y la crisis económica local. También muchos medios que fueron comprados por razones políticas tienen problemas para sobrevivir porque deben millones de dólares de impuestos o sus dueños están presos, y no solo hablo de Cristóbal López. También está el caso de Electroingeniería… Es un tema complejo y de múltiples razones: una crisis económica muy seria, medios muy mal manejados por razones políticas y la tecnología que cambia constantemente.

—¿A Hadad le sacaron C5N, literalmente, a punta de pistola?

—Yo creo eso. Pasaron cosas objetivas, fue baleado desde la Panamericana un restaurante donde estaba él con su mujer y otros invitados. Le voltearon una antena a alguien que si tenía algo potente era su enfoque por la tecnología… Hadad puede cometer muchos errores, pero que se le cayera una antena era inconcebible. Muchas presiones que él mismo ha revelado. El problema era yo. Más allá de nuestras diferencias, porque yo tenía un punto de vista diferente al del Gobierno y al de Hadad mismo, tuvo mucho respeto conmigo. Tal vez entendió que si me entregaba después el que caía era él. Efectivamente, hubo atentados, ofrecimientos económicos, punta de pistola… Todo. Literal o real, la noción de punta de pistola es cierta. Hadad cede porque no es Magnetto. Hadad era una pyme ruidosa, no es Clarín. El papel de Héctor Magnetto en el sostenimiento de la razonabilidad en el país fue central, pero también es cierto que es un superempresario.