No es tan alta como parece, pero es mucho más bonita de lo que se cree. Pensaba encontrarme con una muchacha huraña y esquiva, y se sentó frente a mí Juana Viale, una mujer que al fin se ha reconciliado con la parte que suponía la más odiosa de su trabajo: dar entrevistas. Cálida, sin un gramo de pintura y en jeans, impresiona su simpleza. A la cita, llegó muda, porque las canciones de cuna que le había cantado a su hijo menor (Alí Valenzuela) a las 3 de la mañana la dejaron sin voz. Sin embargo, allí estaba, entera.
Hipercriticada en casi todos sus trabajos televisivos y cinematográficos, en este inminente estreno de su primer protagónico en cine, compartiendo cartel con Arturo Puig en Camino sinuoso, la ópera prima de Juan Pablo Kolodziej, Viale parece haber encontrado el personaje que lleva con más soltura. En realidad, poco tiene en común con Mia, una atleta de un pueblo patagónico indefinido que quedó fuera de los Juegos Olímpicos tras los controles antidoping. La vida que siguió fue de mujer casada en Buenos Aires, víctima de maltrato doméstico por ser infértil, enojada con su padre y distanciada de su hermano. El destino quiso que la muerte inminente del progenitor la llevara nuevamente a su pueblo natal y allí comenzaría el conflicto, porque Mia ya no sería de nadie.
"Quisiera que la gente vaya a ver esta película, que la critique, que se hagan debates. Es la única manera de difundir estos temas", arranca.
“Yo creo que el destino se encuentra cuando se mira para atrás, no siempre es para adelante. Para mí la respuesta no está en todo lo que va a venir sino en lo que ya pasó, en el tránsito. Los roles que uno toma son los que te dan sentido, y me refiero a todos los roles”.
Presunta niña mimada y enfant terrible del clan Tinayre, una se pregunta cómo logró tallar su identidad entre tantos condicionamientos de estirpe: abuelo francés, Daniel Tinayre, figura insoslayable del cine argentino de calidad; nieta de Mirtha Legrand, el tótem del espectáculo nacional que conduce la mesa en la que todos quisieran sentarse a almorzar; hija de Marcela Tinayre, Martín Fierro 2018 a la conducción femenina; José Martínez Suárez, director y uno de los mejores críticos y estudiosos de la cinematografía mundial.
En ese contexto tan condicionado por el éxito, era candidata al diván. Después de varios años de análisis “aprendí a decir no, a tajear mi mochila en la parte de abajo, para no llevar más del peso necesario”. Y tras una pausa ordenadora, cierra: “Me agota el psicoanálisis, ya no lo necesito”.
Empero, parece que hay cosas que se llevan en la sangre. Si esta nota se publicara en Francia, se titularía “Una bo-bo”, porque Juana Viale no puede dejar de ser una bourgeoise bohème, económicamente a la derecha y socialmente a la izquierda. Por eso terminó la secundaria en una nocturna, trabajó como promotora repartiendo volantes, fue secretaria de una empresa de brokers inmobiliarios en la City y, a los 20, madre (de Ambar) por primera vez. A la entrevista vino con blusa verde. Ya sabemos que desde 2015 y con cinco marchas multitudinarias, el color verde significa, como mínimo, “Ni una menos”. Pero Juana se ríe de las coincidencias y no acepta banderas: “Hay temas que se naturalizan, pero son altamente sensibles y si no te sentás a hablar están rotos. Yo vivo con total naturalidad mis cosas, asumo lo que hago y lo que digo. No necesito enarbolar algo, porque vivo a mi manera y no necesito decir cómo vivo ni por qué soy como soy, o de qué manera crío a mis hijos. Tampoco en mis decisiones más públicas me siento obligada a dar el porqué de cada cosa”.
—Y con tus hijos, ¿también es así de fácil?, ¿o tuviste que aprender a decir “no”?
—Yo creo que todo se charla. Un “no” de hoy puede ser un “sí” de mañana, todo se construye. Y en vez de un “no” prefiero decirles a mis hijos “mirá, me parece tal cosa...”. Con Alí, el más chico, que tiene 6, no abro un debate por si es “sí” o “no”. Y si hay algo que no sé, charlo mucho mis cosas. Digo lo mismo a cada persona, a mi mamá y a mi papá, sobre todo, para ver qué piensan, pero después termino haciendo lo que creo yo.
Aunque Camino sinuoso es una producción de Rodeo que será distribuida por Disney, Ignacio Viale del Carril, padre de Juana, se hace cargo de la difusión y la mitad de la familia está trabajando en este proyecto. “Discutimos entre nosotros, es algo natural, bue... ¡discutir! Somos erráticos. A mí no me cuesta nada dividir lo público de lo laboral. Con Mati –su hermano Matías, hijo del segundo matrimonio de su padre–, que está a cargo de la prensa, no nos podemos poner de acuerdo en varias cosas, pero después compartimos un asado como si nada. Como le dice Mia a Gustavo en Camino sinuoso: ‘¡Sos mi hermano!’”. En la ficción, de todos modos, “Gustavo toma muchas malas decisiones, hace malos negocios, se mete en cosas turbias” y eso arruina todo. “En esta película, todo es distinto a mi vida”, aclara.
Aunque cueste creerlo, Juana llegó a la actuación cuando Marcelo Tinelli la convenció para sumarse a Costumbres argentinas. Fue villana, y ese rol inauguraría la galería de esos seres torturados, que le encantan (Malparida, Mala, Malicia).“En mi trabajo, los roles los elijo yo, si me aportan algo distinto. No tomo decisiones laborales pensando en los demás. El peso familiar yo no lo siento, no lo vivo como una carga. Yo elijo lo que quiero hacer. Es cierto que desde afuera podrá parecer otra cosa, pero nada es tan perfecto, la vida para nosotros también es más simple de lo que los demás piensan. Nos juntamos a comer, por ahí solo milanesas, pero igual está bien”, y se ríe.
“Me gusta transitar diversos caminos y si me choca y me pone de culo con mi familia …. y bueno... (alza los hombros, léase “lo lamento”).
Y para muestras, viene lo que decidió solita para su próximo verano. “Me voy a instalar con mi familia en Mar del Plata y voy a hacer dos obras de teatro dirigidas por Luciano Cáceres. Una se llama El ardor y la otra Cuarenta días y cuarenta noches”.
—¿Qué música es tu banda sonora?
—Hoy a la mañana escuchaba a Janis Joplin, y me gusta mucho la música brasileña: Caetano Veloso, Maria Bêthania, el reggae... los temas folclóricos de Divididos... escuchamos mucha música en casa. ¿Y para llorar? No, soy muy llorona y no necesito música para eso.
“Soy muy desapegada”. El verano pasado, Luciano Cáceres ya había actuado y dirigido en el Auditorium la obra de Alfredo Staffolani El ardor, y este año repetirá la experiencia, pero cambiando a Valentina Bassi por Juana Viale. Cuarenta días y cuarenta noches es una comedia romántica llevada al cine por Michael Lehmann. Puede resumirse en la historia de una apuesta entre amigos para sobrellevar cuarenta días de celibato. Hasta que aparece Erica –Juana Viale–, la tentación en puerta.
—¿Con una obra no es suficiente?
—No me enloquezco, me gusta... ahora que lo pienso... no sé, son distintos días... ¡Mirá!, ¡me ponés nerviosa y me da hambre! (se sirve un chipá de queso). Yo lo vivo como un desafío, a mí pocas cosas me estresan. No entenderme con alguien que me importa me estresa.
—¿Qué aprendiste de tu personaje en “Camino sinuoso”?
—Mía puede abordar todo lo que dejó abierto, buscarle un cierre, dejar los enojos, asumir el presente. Inició un camino sola y es simple.
El Instagram de Juana refleja esa simpleza. Están el limonero, la huerta orgánica, los mensajes de Stephen Hawking sobre el cambio climático, sus perros, sus gatos, varios despertares, Juana con su mate en Avignon. Y el mar, mucho mar. “Me hubiera gustado estudiar Biología Marina en Buenos Aires, pero no me animé. Tenía que irme y entonces era chica. Después... me fui a vivir varios años al barrio La Providencia, en Santiago de Chile, (cuando fue pareja del actor chileno Gonzalo Valenzuela, entre 2005 y 2014), pero la vida allá es muy estructurada, todo está articulado con un orden, según las costumbres. Después volví y me separé. Ya está. Fue así. Soy muy desapegada, ni siquiera me siento siempre en el mismo lugar de la mesa. Si me fuera ahora a vivir a otro lugar sería a una playa de Brasil, con mis hijos, no me importaría pasármela haciendo collares de mostacilla”.