En El mural, el film de Héctor Olivera que se estrenó el último jueves, Carla Peterson compone a Blanca Luz Blum, mujer y musa de David Siqueiros (Bruno Bichir), futura amante de Natalio Botana (Luis Machín) y de Pablo Neruda (Sergio Boris). Para los cánones de la época, Blum era una mujer transgresora, de convicciones fuertes, identificada con la izquierda por más que muchos años después, en su vejez, fuera condecorada por Augusto Pinochet. Peterson aborda su trabajo con una mixtura de belleza y contradicciones a flor de piel.
El 2010 es un año que Peterson eligió para no trabajar, a la espera de volver a la televisión con Sebastián Ortega en 2011 –aunque señala que escucharía otras ofertas, si surgen–. Mientras, ayuda en la rehabilitación de su padre Carlos Peterson, tras un accidente cerebrovascular, continúa su relación con Mike Amigorena –“está todo bien, todo lindo”, indica con una sonrisa antes de recordar que continúa admirando a su pareja como actor– y ocupa la pantalla grande con esta mujer que recibió el apodo de “el colchón de América”.
—Eso me enoja mucho –dice Peterson–. Era lo que yo trataba de explicarle a Olivera: Blanca era una mujer muy joven y no tenía límites de ningún tipo. No me interesaba mostrar sólo que pudo haber sido escandalosa para ese momento, pero había ciertas cosas normales en ella.