Argentina, 1985, estrenada en más de 200 salas de cine el pasado jueves, se ha convertido en lo que la cartelera necesitaba: una gran película argentina con ambiciones multigeneracionales a la hora de su público. Es por ello que su equipo, un pool de productoras que incluye a Prime Video, Infinity Hill, La Unión de los Ríos y Kenya Films, no para de celebrar esta producción nacional. Uno de esos nombres felices, por la repercusión desde el estreno en Venecia, por el premio del público en San Sebastián, y por el esfuerzo comunal es Ricardo Darín, protagonista y productor de esta recreación del juicio a la Junta Militar de la última Dictadura argentina. Darín es Julio César Strassera, y genera, sin dudas, uno de los roles más poderosos y humanos de su carrera. El mismo actor se lo dice a PERFIL: “Para componer a Strassera recogimos mucha información de sus características personales, de cómo se manejaba con la gente, él tenía un andar medio campechano, que yo no copie pero quise representar de una forma media porteña. Él era un hombre simple, un hombre común, pero también con mucha experiencia, con mucho camino andado, y lo que yo no quería es que de ninguna manera, en ningún caso, es que se transformara en una caricatura”. Y suma: “Decidimos como equipo no tener pudor y aceptar su sentido del humor, la información que nos llegó decía que era bastante ácido. Las bromas que gastaba con su equipo y demás. Las gafas, el bigote, la peinada, la Parker de oro; todo lo que son accesorios responde más a lo que es la reconstrucción de época, los pedidos de diseño y vestuario, que a nuestra pretensión de copiarlo. Tomamos decisiones que en el camino del rodaje nos hacían sentir bien con esa decisión de no copiarlo”.
—¿Qué sentís que hay en ese cruce entre la historia y el cine, entre el poder de algo que realmente sucedió y la capacidad del relato del mismo cine?
—Me parece el vehículo ideal sobre todo si tenes la oportunidad, como creo que tuvimos en este caso, de no ser tediosos. Digamos, esta cosa de que a veces el cuento sobre un fragmento de la historia que no es tan lejana, se pone un poco farragosa esa información, datos y demás. Uno de los puntos altos de este guión que cranearon Santiago Mitre y Mariano Llinás es que especialmente sabe contar una historia humana, te la hace cercana, te cuenta los entretelones, los obstáculos, la interna de la familia, los problemas que tuvieron que ir enfrentando, el gran obstáculo que fue tener que armar un equipo desde la fiscalía para afrontar el juicio: me parece que es una fórmula muy didáctica por un lado, si se quiere, y entretenida. Y ahí te das cuenta que el cine es el vehículo ideal, precisamente.
“Teníamos en claro la importancia de lo que estábamos contando”
—Desde el estreno en Venecia, se habla de emoción en el rodaje. Sobre todo el discurso de Strassera a la hora de pedir las condenas. Para dar vuelta la ecuación ¿qué escena te generó a vos algo así?
—A mi me paso todo el tiempo. Todos estuvimos un poco en un estado de gracia durante el rodaje. Primero, porque estábamos en plena pandemia, y realmente fue bastante engorroso. Estábamos emocionados porque ser parte de este pool de productoras que podía generar un proyecto así de enorme se sentía parte de algo gigante. Al terminar cada escena, íbamos y nos fijamos como iba saliendo. Estuvimos todos muy apiñados detrás del objetivo de contar esta historia. Cada cosa que salía bien, que reflejaba el estilo y sentido de lo que queríamos contar nos daba empuje para seguir adelante.
—Sos un profesional, pero ¿qué te pasaba cuando veías ahí enfrente tuyo a actores interpretando a la Junta Militar?
—En términos de imagen, tengo dos momentos que los tengo atesorados, que fueron para mí muy impactantes. El primero fue entrar a la sala de audiencias. Me llevó uno de los chicos de producción, le dije que no la había visto, y me dijo “vení, acompañame”. Entramos a la sala de audiencia, y está tal cual, intacta. Eso fue de altísimo impacto. El segundo impacto, también muy fuerte, fue cuando los ví entrar a la selección, al casting, para mi juicio bastante bien logrado, de los comandantes. Eso fue muy impactante. Pero no solo para mí, para todos. Todos nos quedamos medio boquiabiertos, porque sabiendo que se trata de actores, sabiendo que es una representación, la verdad es que fue un momento muy impactante, porque es muy fiel a como fue y porque por características de nuestro oficio, viajamos en el tiempo y sentimos como si hubiéramos estado ahí.
—La película es cruce muchos nombres: tu productora, Kenya Films, la productora la Unión de los Ríos, Infinity Hill, de Axel Kuschevatzky, la presencia lejos de Marvel de Victoria Alonso, el coautor del guión Mariano Llinás. ¿Qué sentís de esa confluencia de diferentes caminos del cine argentino?
—Es simple: cada vez que cada uno se encontró con el guión, con el proyecto, no puedo evitar comprometerse y emocionarse hasta el fondo. Esto pasó con todo el mundo, le pasó a Victoria. Estabamos en Zoom con ella, y estaba emocionada. Con los músicos. Con todos los rubros técnicos. Pasó con todos. Todos te van a decir que lo que les pasó fue una vibración especial. No podían esperar para llevarlo a cabo. Se dió medio lo que paso con el juicio, esta cosa de “¿podremos hacerla? ¿O aparecerá algo que nos la impida?”. Esa sensación ambivalente, en rodaje en pandemia, estaba siempre presente. Nada nos sacó de esa vibración que implica saber la importancia de lo que contamos.
—¿Sentís que nos debemos relatos que generen conversaciones como la que ustedes lograron con este estreno?
—Sí. Me parece fundamental. Es la única forma, creo yo, que tenemos para adelante de hablar de cosas que son complicadas, que son complejas, en donde hay posiciones diferentes frente a determinados temas. Creo que toda esta movilización que genera el cine, como lo genera el teatro, la literatura, y otras artes, ponen sobre la mesa rasgos de nuestra idiosincrasia y nuestra cultura. El debate es constructivo. Es creativo. La discusión está buena. La pelea nos aleja y detiene. La discusión con las mejores intenciones es siempre muy recomendable y constructivo.
—Como productor, como actor ¿cómo te sentís hoy contando?
—Me siento muy bien. Cada vez que tengo un proyecto con carne entre manos, soy feliz. Pero es mucho trabajo. Nunca imagine que armar un productora con mi hijo, el Chino, y con Federico Posternak nos iba a demandar tanto trabajo real, de energía, tiempo. Nos llegan proyectos, leemos, devolvemos, corrigiendo, encuentros. Soy un privilegiado, que ha hecho de todo, que hizo cosas buenas, muy buenas, malas, regulares. Tener la suerte de llevar adelante mi oficio, y ahora desde otro lugar, es un privilegio. Uno nunca puede dejar de reconocer esto.
Dos momentos que conmueven
—Tu Strassera recorre diferentes momentos: al comienzo es su propio miedo, en la calle, con la democracia recién recuperada y después esa dualidad de ser la cara de una juicio enorme y el miedo por su seguridad y la de su familia.
—El tema es no pasarse… Toda aquella persona que haya recibido alguna amenaza en su vida, y que debe continuar con su vida, con el cotidiano, lo que se aconseja es no mostrar temor. Hay dos escenas que son muy descriptivas de la personalidad de él. Una es, después de la amenaza en la casa, lo abordan una serie de periodistas en el Palacio de Tribunales, y él desestima el temor que produce la amenaza, y venía de dejar a su familia en Retiro para que se vayan de la ciudad, por miedo. Frente a las cámaras, no sobrecarga las tintas frente a los medios. Me impacta esa conversión. Y otra es la que tiene con el tal Bruzzo, que viene con las noticias del Gobierno, que le viene a pedir que sean cuidadosos con los pedidos de condena. Le dice, el actor es Gabi Fernandez, “hay un malestar muy grande entre las fuerzas porque piensan que este es el principio, que los juicios van a continuar”. “¿Esto en nombre de quién me lo estás diciendo?” le dice Strassera. “Del país, Julio, del país, te lo digo…pensa que si los militares vuelven al país…” le está diciendo esto a un fiscal de la Nación, a un año y medio de la recuperación de la democracia, eso muestra que los poderes de las fuerzas armadas y de sus socios estaban activos. Son dos momentos muy importantes de la película.