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Entrevista

Rubén Rada: “Cuando la gente canta los temas de aquella época, se me hace un nudo en la garganta”

Antes de presentar su show en el Teatro Ópera, el cantante habló sobre su carrera y sobre su relación con la Argentina.

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El talentoso uruguayo en 1981 | Cedoc Perfil

Son las 13:15 horas de un lunes de inaugural primavera en Montevideo, y Rubén Rada espera a PERFIL comiendo panchos e interactuando con la pintoresca fauna del bar Facal, un histórico establecimiento de la ciudad. Allí, Rada se siente en su salsa, y es impresionante constatar la cantidad, pero sobre todo la calidad, de los mensajes y pedidos de foto que recibe. En un país reacio a las grandes declamaciones -la sangre gallega le ha ganado a la italiana-, el “Negro” es un ídolo a los 76 años de edad.

A esa categoría contribuyó, por un lado, la popularidad que ganó con discos comerciales -como “Quién va a cantar” y “Alegre caballero”- y, por otro, el regreso a la luz de la música extraordinariamente sofisticada que hizo en los grupos El Kinto, Totem y Opa para las generaciones que no la habían conocido.

Solís. Sobre esa trilogía, Rada construyó el repertorio de su último espectáculo, que ya ofreció en el Teatro Solís y que volverá a presentar junto a su banda y a algunos invitados especiales en el Teatro Ópera este sábado 28 (entradas en venta por Ticketek) a las 20:30 horas, y en el Auditorio Nacional del Sodre de Montevideo (entradas agotadas) el martes 8 de octubre a las 21 horas.

Antes, Rada, acaso la voz más extraordinaria que Uruguay haya dado -a su lado sonríen, cómplices, Julio Sosa y Alfredo Zitarrosa- habló con Perfil sobre su carrera, sobre Ray Charles, Carlos Gardel y Stevie Wonder, y sobre la historia de amor idílica que lo une con la Argentina.

-¿Qué importancia tuvo su familia en el hecho de que usted decidiera retomar este repertorio tan hermoso y exigente?

-Con el que más trabajé fue con mi hijo Matías, que ha tomado las riendas de mi carrera. Él me dice: “Papá, no hagas esto, ¿qué necesidad tenés?”. Porque yo hago cualquier cosa, igual armo una murga, así que él me contiene (risas). Cuando nos pusimos a seleccionar las canciones, yo elegí especialmente “Suena blanca espuma”, de Walter Cambón, que es mi preferida de El Kinto y la que considero que más identifica al candombe beat. ¿Te acordás? “Oolas, van cantando” (Rada canta). Ahí se prende todo el teatro. Después, el himno de El Kinto es “Qué me importa”, puro rock. Fue divino y emocionante armar este repertorio, y Matías resultó fundamental.

-Totem tiene algunos temas muy difíciles, como “De este cielo santo”, “Mi alcoba” y “Mañana”.

-No, ¡“De este cielo santo” no es difícil! (Rada se pone a cantar como un superdotado). Y “Mañana” lo voy a tocar. En el disco “Fan” lo interpreta Matías, que debería cantar más. Ayer fuimos a lo de Mirtha Legrand y lo hice cantar en “Malísimo”. Pero bueno: la verdad es que no fue fácil elegir entre tantos temas de las bandas. Yo escogí los que me gustan y, al mismo tiempo, los que me quedan más cómodos. Por ejemplo, “Esa tristeza” o “Príncipe azul”, de Eduardo Mateo, son temas para voces más chiquitas y jóvenes que la mía. Si los interpreto yo parezco un grandote, porque son dulces (risas). Lo mío es más Milton Nascimento que bossa nova.

-Usted es soul, más expansivo y más grave.

-Y con los años todavía más grave. ¿Viste que ahora con el reggaetón son todos iguales?

-Tenores de cumbia, digamos.

-¡Parece que cantaran con los huevos apretados! (risas). Me quedo con la salsa de Rubén Blades y de Oscar d’ León.

-Opa se transformó en una banda de culto, al menos en parte de Estados Unidos, por el éxito que cosechó en la revista Downbeat y en algunos festivales europeos. ¿Pero por qué Totem en su época no llegó a ser masivo?

-Porque no tuvo tiempo. Nosotros grabamos solamente dos discos. Además, no éramos un grupo fácil ni comercial. Pero si hubiéramos seguido un par de años, hubiéramos sido la gloria del Uruguay.

-¿Por qué se separaron?

-Porque quisimos cobrar mil dólares por show, y entonces nos preguntaron si nos creíamos norteamericanos. ¿Viste que en Uruguay muchas veces se pagan entradas caras solo para ver a artistas extranjeros?

-La gente interrumpe esta entrevista todo el tiempo. ¿Estamos más efusivos en el Uruguay, un país normalmente reacio a ese tipo de demostraciones?

-Sin dudas. ¡Y también me encuentro con argentinos que vienen a vivir acá y que me preguntan en qué banco pagan más intereses! (risas). Sin embargo, el uruguayo suele ser parco y conservador. Lo primero que te dice es: “Mirá que a mí no me gustan los hombres y no te quiero pasar la mano por el lomo” (risas). O a vos: “No me gustan tus notas, pero lo que escribiste el otro día está muy bueno”. Si yo lo veo a Pelé, le digo: “Pelé, ¡te amo, te adoro!” (risas). ¿En qué estábamos?

-En el momento en que Totem se separó.

-Ah, bueno, después armamos con “Finito” Bingert el grupo SOS, del que ahora salió el disco remasterizado.

-El tema “Sin salida” es hermoso.

-Hermoso, loco. A mí me gusta “Completamente a Lucy” (Rada canta).

-Con esos vientos y esa voz, parecían Blood, Sweat & Tears.

-Pah, ¿te acordás del tema “Spinning Wheel”? Terrible banda.

-En una entrevista con La Nación, usted explicó el significado del pasaje de la canción “Biafra” que dice: “Ese que hoy es tu amigo mañana no será, porque confía en el lema que vos odiás”.

-El lema del que hablo es la Ley de Lemas, que impidió que en 1971 Wilson Ferreira fuera presidente y le permitió ganar a Bordaberry (político ultraconservador del Partido Colorado que pocos años después se convirtió en dictador), apoyado por el ex presidente Pacheco, que era infumable. Eso provocó una especie de grieta en Uruguay. Y cuando se fundó el Frente Amplio, la gente le tuvo un temor infundado, porque pensó que todos iban a ser bolches (risas). Pero no: con los años estuvieron Mujica, que es de origen blanco, y Hugo Batalla y Seregni, de origen colorado. Hasta su creación, yo tenía un solo lema: “Peñarol, Gardel y Batlle y Ordóñez”. Antes, el Partido Colorado era de izquierda, porque Batlle era socialdemócrata.

-¿Como usted?

-Claro. A mí me gustan los países donde todo el mundo trabaja, no hay pobres, el que quiere ganar mucha guita paga muchos impuestos, y no le falta libertad a nadie.

-¿Cuál es su modelo?

-Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia y Noruega. Estados Unidos no. Es divino, tiene unos negros altísimos, una música maravillosa y unas películas increíbles, pero la política es una mierda y hay mucha desigualdad.

-¿Sigue siendo un frenteamplista crítico y moderado?

-Sí. La gente está con un gobierno y, cuando ve que las cosas están mal, cambia. Vos no podés ser fanático de ningún gobierno, solo de una idea; en mi caso, del socialismo. Pero si el Frente llegara a gobernar tan mal como los blancos y los colorados, volvería a votar al Partido Colorado. Por ejemplo, el tema de la seguridad, igual que en muchos otros países latinoamericanos, es un problema. La gente se cansó de romperse el lomo, y para algunos es más fácil agarrar un caño que trabajar toda la vida. Hay personas que laburan de sol a sol y no llegan a conseguir nada. En América Latina nosotros logramos la independencia, aunque no somos totalmente independientes. Por eso Uruguay quiso conservar su agua y Argentina intentó recuperar las Malvinas.

-¿Por qué usted vota al Frente Amplio?

-Porque voto un sistema que es la continuación de Batlle y Ordóñez. Ahora la cosa está mal, pero le voy a dar una oportunidad más.

-Ciertamente, los problemas estructurales a los que aludía no se dan en los países nórdicos.

-En Suecia, lo peor que le pasa a alguien que roba es que, hasta que no paga su deuda con la sociedad, la gente no le da bola. Con esa vergüenza y esa condena social, el tipo se arrepiente.

-Volvamos a la música. ¿Por qué en Uruguay usted agotó un Teatro Solís y un Auditorio Nacional del Sodre con pocos meses de diferencia, en un período económico difícil?

-Eso me asombró, pero después me puse a pensar y, si yo no cantara, iría a ese concierto porque, además, este es un país de gente grande, y por lo tanto nostálgica. Si estuvieran juntos Gardel, Magaldi, Julio Sosa, Antonio Tormo, Rivero y Racciatti, ¿sabés cómo iría? El público va a escuchar la música con la que creció, la música que hace años no disfrutaba y con la que se convirtió en adulto.

-¿Siente que, finalmente, los orientales conocen el alma musical de Rada? Se lo pregunto porque parece que el reconocimiento de las élites se hubiera juntado con el del público que lo conoció a raíz de hits de los años 2000, como “Cha Cha Muchacha”.

-Sí, pero costó mucho. Nunca fui un tipo directo, de un solo estilo musical: yo soy cualquier cosa (risas). La expresión “world music” salvó a Rada, a Hermeto Pasoal, a Hugo Fattoruso, a Airto Moreira, a Egberto Gismonti y a Piazzolla. Después, musicalmente los Fattoruso, Mateo y yo nos hicimos los raros en un país chico, y eso es como ir en contra de la gente, porque aquí la élite es muy pequeña. Ser un músico elitista en Uruguay es hambre segura. Pero qué época linda. Psiglo está buenísimo. Y de Los Shakers no te puedo hablar porque se me cae el corazón de alegría.

-El ping-pong es una modalidad periodística espantosa, pero con usted rinde siempre, así que ejecutémosla.

-Dale.

-Ray Charles.

-El cantante más grande de la historia.

-Stevie Wonder.

-El segundo cantante más grande de la historia. Y Sinatra es el tercero.

-¿Gardel?

-Un maestro: yo aprendí a cantar con él. Con Ray Charles encontré un estilo para la música popular, pero si hablamos de la música del Río de la Plata, Gardel es el Dios.

-Djavan y Milton Nascimento.

-Los dos son maravillosos cantando y componiendo, pero admiro mucho más a Milton, que tiene un plus con su falsete de mujer. Es increíble: una voz del cielo.

-Chico Buarque.

-El mejor compositor de América Latina.

-Pedro Ferreira.

-Otro maestro. El rey del candombe y del swing.

-Hugo Fattoruso.

-Si Hugo y Mateo hubieran nacido en otro país, serían considerados maestros absolutos.

-Matías Rada.

-El día que se dedique a cantar cuelgo los botines.

-Rubén, ¿usted puede mantener la frialdad arriba del escenario mientras un teatro entero entona “Heloísa” o “Dedos”?

-No. Se me hace un nudo en la garganta, me emociona horriblemente.

-A Argentina lo une el cariño de la gente, el estreno de “Blumana” y su esposa, nada menos. ¿Qué significa esa tierra para usted?

-Significa mi familia. Y tengo que incluir a María Fernanda, la madre de Lucila, una mujer maravillosa y divina a la que admiro y amo, y la primera que me hizo padre de Lucila, a quien adoro con toda mi alma. Y por supuesto a Patricia, con quien estamos juntos hace 38 años. Nos conocimos en Argentina, me dijo que no quería saber de nada si no tenía hijos, y llegaron Matías y Julieta. Fue duro, nos tuvimos que ir a México, pasamos mal económicamente, y ella muchas veces se quedó sola cuidando a los chicos cuando yo me iba de gira. Y de presentar canciones sin éxito en las discográficas nacieron “Cha Cha Muchacha” y “Muriendo de plena”, que en aquel momento no aceptó nadie.

-¡O sea que son viejísimas!

-Del 92 o 93. Luego las grabé en “Quién va a cantar” con el productor Cachorro López. En México aprendí a hacer música comercial para comer.

-¿Por qué los argentinos son tanto más demostrativos que los uruguayos?

-Porque hay mucha gente, y se ve obligada a aprender más rápido el hecho de que, si no vive, no hay tiempo que perder. Si en Argentina no sos un zafado o no te la crees, no llegás a nada. La pelea entre 45 millones de habitantes no es igual que acá. Sobresalir entre todos esos talentos y esa cantidad de gente linda no es fácil. Cada uno se juega la vida: no podés perder el tren. En Uruguay van todos más despacito. Y hay que decir algo: son más demostrativos. Si vos estás en el escenario, te aseguro que el argentino es el mejor público del mundo. Si no, preguntale a No Te Va Gustar.

-Para terminar, y a pesar de la tuberculosis, de la pobreza y de las dificultades de la juventud, ¿diría que ha sido feliz durante buena parte de su vida?

 -“Cuando yo me muera no quiero llanto ni pena”. Si alguna vez hice el amor, vi ganar a Peñarol, me comí un buen asado donde quise, ayudé a un amigo a hacer una planchada, fui testigo del triunfo del Frente Amplio, traje a mi suegro, Víctor, que era del Partido Comunista, para que disfrutara la victoria del socialismo, entonces fui feliz. Lo que sucede es que la parte infeliz te enseña a ser feliz y, por lo tanto, a despreocuparte. Yo vengo de una familia que tenía muchos complejos. Por ejemplo, con el color de piel. Eso sí: mamá decía “negros sí, mugrientos no”. No teníamos un mango, pero la túnica era blanca, almidonada y brillante.