El 5 de septiembre, en la Secretaría 17ª del Juzgado 9°, se decretó la quiebra de la Corporación Financiera Internacional. La noticia es absolutamente verídica y más de un desprevenido se debe haber preguntado cómo es posible que una entidad de tal envergadura pueda sucumbir ante un pasivo de $ 12.200 no cancelado con la constructora Moraschi Center SA. A pesar de que en la Argentina muchas de estas cosas sí son viables, la que quebró es una compañía financiera y no el banco de inversión del Banco Mundial.
Como este equívoco, a diario hay que desentrañar el real sentido de realidades diferentes bajo el mismo nombre. ¿Cuando la ministra de Economía, particularmente locuaz en esta semana, habla de su gestión, involucra también a la del hiperactivo secretario de Comercio, Guillermo Moreno, formalmente bajo su ala pero alineado con su colega Julio De Vido? ¿Y si éste habla de un nuevo modelo productivo nacional y popular, es un lifting de la inasible revolución productiva de Carlos Saúl I? ¿En la referencia al creciente poder de compra salarial, se habla de los salarios formales privados, que son menos de la tercera parte de la población económicamente activa o también se involucra a los informales y trabajadores estatales? ¿Ajuste macroeconómico es igual a constituir un fondo anticíclico?
Por lo visto, deberemos precisar mejor de qué están hablando los que se animan a hacerlo. Y no es sólo una cuestión semántica: entre el parloteo sin sentido, hay mucho de sobreactuación para diferenciarse de algo igual pero también de una realidad que cambia sin aviso.
En una reciente ciberdiscusión con un grupo de periodistas, uno de los más apasionados argumentaba el creciente poderío de los medios frente a su público y los profesionales de la comunicación, otorgando a nuevas vías como los blogs o sitios de participación una importancia simbólica, casi un nuevo opio digital de los pueblos. Si esto fuera así, el señor Rupert Murdoch, el editor de prensa diaria más poderoso del mundo, acaba de tirar a la basura US$ 500 millones, al comprar el sitio My Space, lanzado al mercado hace un año y medio por dos amigos. Tom Anderson (ex músico e internauta consumado) y Chris De Wolfe (el cerebro financiero) dieron un empujón más a los negocios de la comunicación y la sociedad que cambia al ritmo de la información y el conocimiento.
El último relevamiento del INDEC sobre accesos a Internet reveló que en la Argentina existían (en marzo de este año) 2,3 millones de conexiones (200 mil corporativas), de las cuales 900 mil son de banda ancha, el verdadero boom del sector. El crecimiento de este segmento es el más rápido del mercado: 83% anual. La telefonía fija está algo estancada, 23 líneas cada 100 habitantes, pero explotaron los móviles, que casi triplican a las cableadas. Si añadimos el crecimiento geométrico de la capacidad de las PC y precios en declive, tenemos un cóctel ideal para que la “sociedad de la información” se haga realidad. Cada día, 75.000 nuevos blogs son creados en el mundo; al cierre de esta nota, el buscador Technorati tenía 53,5 millones. De todo y para todos. Un universo en el que el todopoderoso MTV tuvo su Vietnam, la floja performance de su sitio de Internet, le costó la cabeza al CEO de Viacom, uno de los cinco conglomerados mediáticos más fuertes del mundo.
El riesgo es enorme; el futuro, desafiante. En víspera del aniversario del gran educador argentino, Domingo Sarmiento, y del lanzamiento de www.perfil.com, nada más atinado que intuir la trayectoria de una revolución que no hace ruido y sus héroes a menudo sí son jóvenes imberbes.