Por más que se sabe que los días de veda electoral suelen inspirar menos respeto que las promesas de campaña, llamó la atención el viernes pasado un acto que habría convocado a numerosos jóvenes y que habría sido seguido de cerca por las autoridades, hasta que advirtieron cuál era el motivo de la manifestación: se trataba de fans de Britney Spears. Celebraban que la Justicia hubiese confirmado la finalización de la tutela paterna sobre la cantante. De a poco, se armaron puestos de choripán procuraron sacar alguna ventaja de la marcha, pero al comprobar las características de la movilización, ni lerdos ni perezosos los parrilleros guardaron los chorizos y empezaron a vender bolsitas de glitter y unos ositos de peluche con la inscripción ‘Free Britney’.
En medio del tumulto, se colaron unos cuantos arbolitos que, en vez de las canciones de la diva pop, coreaban el estribillo “dólar, dólar, cambio”, mientras negociaban a más de 210 pesos el valor de la moneda estadounidense y auguraban que “el lunes va a subir a 400”, con la misma seguridad con que un ministro de la dictadura dijo: “El que apuesta al dólar, pierde”. Como contraoferta, unos muchachos de gruesos anteojos y camisas leñadoras metidas adentro del pantalón ofrecían criptomonedas orgánicas, que según ellos habían sido minadas en “granjas ecológicas” y que duplicarían su cotización en un abrir y cerrar de una ventana de Windows. Atosigados por el fragor de la venta callejera, los seguidores de Britney se fueron a la fiesta Limbo, en tanto los choripaneros volvían a poner la carne al fuego a la espera del festejo del triunfo de Argentina sobre Uruguay.
En ese momento, otro núcleo de manifestantes habría empezado a desplazarse por las calles céntricas, portando pancartas que rezaban ‘Free Paulo’, lo que fue interpretado como una protesta contra Lionel Scaloni por haberlo reemplazado a Dybala al comenzar el segundo tiempo del partido. Por supuesto, los carteles hacían referencia a Paulo Londra, que esta semana llegó a un acuerdo con Big Ligas para poder sacar nuevo material discográfico. De nuevo los choris quedaron relegados y rápidamente se tendieron mantas en las veredas, donde se exhibían gorras con la inscripción ‘NYC’, cadenitas y potes de pintura en aerosol, en una reconversión más veloz que la de algunos referentes partidarios.
Como muchos dan por descontadas las cifras que arrojarán los resultados de hoy, la preocupación parece concentrarse en qué ocurrirá a partir de mañana. Se dice que el hipotético acuerdo de gobernabilidad entre el Gobierno y la oposición solo podría producirse si reina el sentido común en la clase política, una utopía a la que ni Tomás Moro se le hubiera animado. Carpetazo va, filtración viene, las chicanas tomaron un giro tan furibundo que hasta han contemplado variantes como “cagar a trompadas”, un modo de determinar el ganador de un debate que fue impuesto por Alberto Samid en 2002.
Casi en simultáneo con el fin del rally proselitista, el Ministerio de Salud de Córdoba levantó la obligación de controlar la temperatura a quienes ingresen a cualquier edificio, quizás por la virulencia que alcanzaron los discursos, dominados por recursos del lenguaje que podrían desembocar en el retiro de su embajador en Argentina por parte de la Real Academia Española. “Algunos políticos se agarraron tal calentura, que hubo que hisoparlos día de por medio”, me contó un enfermero amigo, que sufrió una imprevista agresión cuando le apuntó a un candidato en la frente con una de esas pistolas-termómetro y fue reducido de inmediato por un guardaespaldas con una toma de Jiu-jitsu, al grito de “¡ni se te ocurra que le vas a chorear el celu!”.
Más allá del veredicto de las urnas, hay cuestiones curiosas que se conocen de antemano, como que en Córdoba, una provincia que ha sabido proclamar su gorilismo a los cuatro vientos, es muy probable que se repartan la mayoría de las preferencias entre tres peronistas que son cabezas de lista en el tramo de senadores. Además, el PJ local gobierna desde fines del siglo pasado sobre un territorio donde se originó la llamada Revolución Libertadora. ¿Será el cordobés un pueblo justicialista que se autopercibe como antiperonista? ¿O será un electorado de género fluido que, así como proclama su amor por un partido, puede entregarle su corazón a otro en el siguiente comicio?
Lic. Clementi Rosso, sommelier de la política