A cuatro años de su asunción como arzobispo de Córdoba, que se cumplieron el pasado 17 de diciembre, monseñor Ángel Sixto Rossi eligió no hacer balances internos ni celebraciones formales. El aniversario lo encontró, en cambio, interpelando el presente con una mirada crítica, incómoda y sin eufemismos. En una distendida charla con Perfil Córdoba —desde su doble condición de arzobispo y cardenal, pero sobre todo desde su contacto cotidiano con los sectores más vulnerables— Rossi describió los límites éticos del ajuste, cuestionó la cultura del individualismo y advirtió sobre una dirigencia política que, a su juicio, ha perdido sensibilidad frente al dolor social.
—En este tiempo transcurrido al frente de la arquidiócesis, ¿qué movimientos observa en la realidad social?
—Lo que veo es que los más ricos se van enriqueciendo más y siendo menos. Y, después, tenés una clase media obnubilada que, en realidad, se va empobreciendo. A veces veo gente que está buscando en los tachos de basura y que, por su vestimenta y su perfil, no son pordioseros. Aun concediendo que la inflación se ha calmado —pese a que no está tan claro que así sea—, lo que sí está claro es que la pobreza ha crecido.
—Y a los sectores que ya eran vulnerables, ¿cómo los está afectando la situación?
—A mí me asusta, sinceramente. Hay proyectos y decisiones que parecen olvidar la fragilidad. Es contra el sentido común no cuidar a los más débiles. Pienso en los más pobres, pero también en la discapacidad, en los niños enfermos. Ahora el Congreso le puso un freno (a la pretensión del Gobierno nacional de derogar la Ley de Emergencia en Discapacidad), gracias a Dios. No puedo creer que haya esta inhumanidad en algunos planteos. Por supuesto que habrá que controlar abusos, pero de ahí a meter a todos en la misma bolsa y cerrar puertas, hay una distancia enorme. Eso es decadencia cívica, y capaz que espiritual también. Cuando un proyecto o un programa vale más que la persona, o un número es más que un rostro, empezamos a rumbear mal.
—¿Cómo observa el modo en que estas realidades son comunicadas desde el poder?
—Mire: los curas podemos tener miles de errores y de pecados, pero conocemos bien la realidad de la gente. Por eso me cuesta mucho entender esa especie de triunfalismo que se comunica desde el poder. Pensé que no habíamos llegado a Marte, pero pareciera que están hablando desde Marte, o no sé desde dónde. El optimismo tiene que ser realista; no fantasioso ni esta cosa triunfalista y caricaturesca que da vergüenza ajena.
—Pareciera que no está claro si el empobrecimiento de la clase trabajadora argentina es un error o es el modelo al que se aspira.
—Lo que le puedo decir es que, hace unos 20 años, me tocó vivir en Ecuador por un tiempo y recuerdo que nos miraban a nosotros con admiración, suponiendo que éramos de una clase media intelectual que sostenía a la Argentina y que ellos no tenían. Y era así. Hoy esa diferencia ya no está. Esa clase media se ha derrumbado. Recuerdo que allá veía gente armada cuidando los barrios, cuando acá no había nada de eso. Hoy estamos igual. Por eso digo que no hay que dejarse fascinar por proyectos que no son los nuestros y que tenemos que volver la mirada a nuestra gente, escuchar más a nuestros viejos.
—Habla de “proyectos que no son los nuestros”. ¿Cree que hay una intromisión real de Estados Unidos en lo que ocurre en Argentina?
—Lo que veo es que, en la pretensión de imitar a los pseudograndes, paradójicamente terminamos empobreciéndonos y perdiendo lo que nos es propio. Uno tiene la sospecha de que no es que apuestan afectivamente por nosotros, sino que habrá algunos recursos nuestros que les vienen bien. Ojalá me equivoque, pero no creo que nos miren con cariño, sino con conveniencia. Es triste que nosotros no nos demos cuenta. O que, dándonos cuenta, nos entreguemos a esto. Es de una ingenuidad maléfica.
Clima de época
Para monseñor Rossi, el “sálvese quien pueda” que parece instalarse como tendencia social viene a profundizar las desigualdades, aunque mira con esperanza a la juventud.
—¿Cómo cree que se está dirimiendo esta “batalla cultural” que tiene al individualismo de un lado y a lo colectivo del otro?
—El individualismo y el pretendido éxito sirven hasta que te enfermás o te quedás sin trabajo. Ahí se derrumba todo. El desafío es volver a poner en el centro a la persona. Pienso mucho en el tema de las apuestas online. Ya tiré varios cachetazos y lo voy a seguir haciendo. Bajo el disfraz de entretenimiento estamos destripando niñeces y juventudes. Hay que elegir entre un joven herido por esto y un negocio. Para mí la elección es obvia, pero cada uno es libre.
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—¿Ve a los jóvenes atrapados en ese espiral ambicioso de pretender tenerlo todo sin esfuerzo?
—Hay de todo. Existe esa aspiración al éxito fácil, pero también hay jóvenes heroicos, solidarios, dispuestos a darlo todo por el otro. Lo vemos en las catástrofes naturales, por ejemplo. Pero además los adultos tenemos que hacernos cargo: muchas de las cosas que los chicos viven son lo que han mamado. Hay que ser claros: el éxito sin esfuerzo no llena el corazón. Se es feliz dando, no acumulando. Y no hace falta la religión para eso. Está en el corazón humano.
—En Córdoba hay una ley que pretende regular las apuestas online. Sin embargo, la Pastoral Social ha sido crítica sobre su efecto real para prevenir la ludopatía. ¿Tiene diálogo con el Gobernador y el Intendente sobre estos temas?
—Converso con ellos, sí. Agradezco las cosas que hacen bien y reconozco que, en muchos aspectos, ayudan en cosas que nosotros no podríamos sostener. Ahora, ellos saben bien que, si tengo que decir algo, no me les callo. Esto del juego es bien concreto: saben que conmigo seguiremos a los cachetazos, cariñosamente hablando. Yo no me callo. No me callo para agradecer y no me callo tampoco para criticar. Pero me siento respetado y escuchado por ellos y yo también trato de respetarlos y escucharlos.
—¿Siente que todo es negociable en la política actual? ¿Se han perdido las convicciones personales y partidarias?
—Bueno, los partidos ya son una fantochada. No sé si siguen existiendo. Y, si existen, hay una especie de desprecio por las doctrinas. Está claro que la doctrina dura mientras dure la conveniencia. Creo que, de todos modos, todavía hay gente muy jugada, con la que se puede coincidir o no, pero que respeta sus ideales. Y hay otros que dan vergüenza, que han perdido el pudor. El Papa Francisco decía que uno de los últimos pasos de la corrupción es la pérdida del pudor. Es cuando ya no tenés vergüenza, ya no disimulás. Algunos están en ese lugar.
—¿La Iglesia debe participar en la formación de dirigentes políticos?
—La crítica siempre dijo que no debía entrar en política, pero la Iglesia no puede no ser política. No digo que tengamos que estar embanderando partidos, pero sí que tenemos mucho para decir. Lo que tiene en común la política con lo nuestro es el corazón de la gente. Hay que hablar de los conflictos de la vida social. Si no, caes en una suerte de espiritualismo desencarnado. La Iglesia debe escuchar posturas distintas, pero siempre buscando el bien común de la gente.
El cónclave y León XIV: “Sigue la huella de Francisco”
El recorrido de monseñor Ángel Rossi tuvo este año un hito singular: su participación como cardenal en el cónclave que eligió a León XIV. “Fue una experiencia muy fuerte, muy poco común. La conclusión que saqué es que el Espíritu Santo sigue trabajando, no se ha jubilado”, dijo. Sobre el nuevo pontificado, manifestó su expectativa y confianza: “No se trata de que sea Francisco, pero en lo esencial le sigue la huella”. También destacó el compromiso del pontífice “con la paz, los migrantes y una Iglesia sinodal”, además de reconocerle “una espiritualidad muy honda, pero con los pies sobre la tierra”.
Ángel Rossi asume un rol protagónico como cardenal en las reuniones previas al Cónclave
Rossi reconoce esa misma profundidad en las experiencias que atravesaron el año del Jubileo —que se cerrará este 28 de diciembre— especialmente en la que vivió en octubre en el cotolengo Don Orione, junto a personas con discapacidad. “Fue como entrar a un templo sagrado”, recordó. Ese fue apenas uno de los encuentros con diversos “mundos” (de la comunicación, de la salud, de la Justicia, entre otros) que el arzobispo protagonizó en el marco del Jubileo, cuyo lema fue “Peregrinos de la Esperanza”.
En un tiempo marcado por el materialismo, Rossi percibe, como efecto rebote, un incipiente retorno a la espiritualidad, especialmente en los jóvenes y su renovado acercamiento a la Iglesia tras la pandemia. “Este siglo será místico, porque todo lo otro tiene un techo, no colma. En el corazón está lo más lindo de cada uno de nosotros”, reflexionó.
A cuatro años de haber asumido como arzobispo de Córdoba, se define como “un aprendiz” y admite que este tiempo estuvo signado por “ir aterrizando en mundos que quizás no eran los más frecuentados” y por el desafío de estar “lo más cerca posible de mis hermanos curas y, por supuesto, del pueblo”. De cara a la Navidad inminente, su mensaje fue simple y profundo: “Que la mesa no se achique. Siempre hay lugar para alguien más”. Y concluyó con una imagen que resume su mirada: “Que el corazón de cada uno y el del mundo sean un pesebre que reciba al Mensajero de la Paz”.