Desde sus primeros pasos en Montaña rusa, Nancy andaba a los besos reales y ficticios con el macho sensible argentino por excelencia, Gastón “comprendo en la miseria que vivís y me conmuevo” Pauls (léase Pauls y no Pols, a ver si se viene otra película para que el señorito afiance su identidad). Y se convirtió en la envidia del barrio.
Porque Nancy, se sabe, es la piba de barrio por antonomasia. Una postura de la que ha hecho uso y abuso, como si ser una chica de barrio te volviese más creíble.
Después “la piba” se metió con Matías Martin, un chico por el que más de una daría lo que no tiene para que relate en susurros un Boca-River muy cerca de los oídos. Para finalizar con: “¿Y vos de qué lado estás?".
Allí pegadito, Nancy se enamora del morocho más codiciado del país, y él se enamora perdidamente de ella. ¿Y cómo no? Si barrio con barrio pega.
¿Quién no sucumbió ante un Pablo Echarri agarrando a sus partenaires de la nuca? Y después acercándose de a poco, pero con arrebatada desesperación a la otra y por fin encajándole besos con esos labios exageradamente siliconados por la madre naturaleza. “Echarri debe besar buenísimo”, eso piensa la gente.
Y después Nancy supo elegir muy bien las propuestas laborales que le ofrecían las productores. Fue así como agarró, en la ficción, claro está, al otro hombre más deseado del país, a Padre Coraje o Facundo Arana. Y ella, o mejor dicho su personaje, fue la única que supo qué había debajo de esa sotana. Un misterio que tuvo en vilo a medio país.
Y ahora compartirá cartel y horas de rodaje con un bombón trasandino, un chico que cuando sonríe el mundo se paraliza: se le forman hoyuelos en las mejillas. Benjamín Vicuña es la pareja de Pampita, pero eso no tiene relevancia. El tema en cuestión es hacer justicia con Dupláa: “Nancy al poder”.