Los anglosajones son muy creativos a la hora de combinar palabras para describir temas que llevaría mucho más tiempo explicar. El término “amienemigo” (de su versión en inglés frenemy) es una expresión muy utilizada en EE.UU. Describe una relación de mutua necesidad, de convivencia no deseada y generalmente resistida. Hoy, en el mundo de las finanzas, este concepto ha recuperado notoriedad porque describe la tensa relación de las empresas fintech y la banca tradicional.
Las fintech vemos una oportunidad de negocios para acabar con la prolongada insatisfacción que las personas tienen con los bancos. Deseamos ganar mercado mejorando la experiencia de los clientes con los servicios financieros, ser sustentables y ganar dinero.
Hemos desarrollado un nivel de innovación que los bancos no han logrado, pero también necesitamos a los bancos. Utilizamos mucho de la estructura bancaria actual, como las cuentas (donde se recibe, transfiere o se mantiene dinero de nuestros clientes), las transferencias electrónicas que mueven el dinero, los medios de pago y los servicios de recaudación como débitos automáticos, entre otros. Nos quejamos de que los bancos intentan bloquear nuestros movimientos poniendo palos en la rueda.
Se quejan amargamente con las autoridades argumentando que compiten en desventaja porque las fintech no están reguladas, cosa que es cierto. Y seguramente en un plazo cercano existirá regulación. Pero olvidan que la regulación que los “oprime” les brinda la posibilidad de obtener el dinero de las personas y empresas a muy bajo costo (y en un porcentaje significativo a costo cero) y revenderlo a altísimo costo y con garantía estatal de depósitos. Esta tensión nos ha convertido en amienemigos, pero en el medio están la gente y las autoridades.
Es verdad, no nos queremos pero tampoco tenemos que odiarnos. Nos necesitamos, pero más nos necesitan las personas para quienes trabajamos con el objetivo de lograr mejores servicios financieros y una más alta calidad de vida. La disrupción fintech ha sido la contribución de los que creemos que mejores servicios financieros son posibles. La gente merece mejores servicios financieros. Para ello, la colaboración es imprescindible. Por eso, bancos, hagamos las paces.
*Fundador y CEO de Afluenta.