Su ex mujer, que hace unos años se mudó a Italia, no quiere ni que le mencionen su nombre, al punto que cuando lo escucha devuelve una catarata de insultos. Su hija solo le reprocha que haya abandonado a la familia durante 20 años "sin siquiera haber avisado que estaba vivo". Su hermano también hace cola en la lista de furiosos, porque que el "regreso de la muerte" de Constatin Feliu casi mata del corazón a su anciana madre, todavía está internada por el shock sufrido cuando lo vio entrar a su casa... Y como si ese cuadro fuera poco, los empleados de los tribunales rumanos son otros que lo miran con cara de pocos amigos, cansados ya de verlo todos los días repitiendo que "está vivo", y reclamando la anulación de su certificado de defunción.
Esa es la situación por estas horas de Constatin Reliu, el rumano que fue noticia hace algunas semanas por volver a su país luego de dos décadas en Turquía y enterarse de que su famiia, al no tener noticias durante 20 años, lo había denunciado a la justicia "como muerto en el extranjero". Los tribunales rumanos tramitaron entonces el correspondiente certificado de defunción y así el asunto pareció terminado para todos... hasta que Reliu fue deportado desdeTurquía al no tener sus papeles en regla. Apenas llegado a Rumania presentó sus viejos documentos y la policía de la estación aérea lo sacó de la fila para mandarlo a una habitación en la que empezaron a interrogarlo. "No entendía qué estaba pasando, me volvían loco a preguntas y me decían 'usted está muerto'", hasta que finalmente le explicaron lo que pasaba: tras años de no tener noticias de su paradero, los familiares habían hecho la denuncia de su presunta muerte en el exterior, así que a los fines legales dejó de existir. Desde que volvió, Reliu ha trajinado juzgados que se pasan las responsabilidad de unos a otros, sin resolver el tema de fondo. "Me he cansado de decirles que estoy vivo, pero ellos dicen que he muerto", señaló hace unos días el hombre, que está en la ciudad de Valsui, pero nada ha cambiado y su situación es penosa: "Sin papeles no puedo trabajar, no puedo ir a un hospital, tengo diabetes y ni siquiera puedo conseguir una receta, para todos estoy muerto, me dicen para qué volví, que me hubiera quedado en Turquía, no tengo ni para comer...", se lamenta.
Lo paradójico del caso es que "toda la trascendencia que el periodismo le ha dado a mi caso no me benefició absolutamente en nada, porque siguen sin darme esos benditos papeles...". El flanco familiar es otro que a Reliu le está dando dolores de cabeza, porque lejos de recibirlo "con los brazos abiertos", los parientes solo tienen para él una catarata de reproches. Primero le echan en cara la bajeza de "haberse escapado a Turquía abandonando a su esposa y su pequeña hija", en 1996 de apenas 3 años, pero además le espetan "para qué volvió"... Agobiado por los problemas, Constantin dijo que ya tomó una decisión: "Cuando realmente haya muerto, no quiero saber nada con Valsui ni con Rumania, quiero que me entierren en Turquía".