Al observar los terribles videos del devastador temporal que asoló hasta ayer a la ciudad de Petrópolis, la angustia golpea hasta al más impasible. Fueron tres días inundaciones, derrumbes y muertes que superaron largamente el centenar. Y dejaron un rastro de desolación increíble en esa Capital de verano del Imperio del Brasil, que fundó en 1843 Don Pedro II. En esa región montañosa, de bellísima vegetación tropical y temperaturas amenas, solían refugiarse el soberano de la Casa de Bragança y su corte, durante los meses más cálidos.
Sobre un área de casi 800 kilómetros cuadrados, cuatro veces el tamaño de Buenos Aires, fueron construidos los palacios y la catedral, con la combinación de estilos europeos del siglo XIX, que hoy se sitúan en el centro histórico.
Esta semana ese patrimonio cultural se vio amenazado; pero éste permaneció intacto. Las víctimas de la catástrofe vivían próximas a barrios de lujo, y pertenecían a sectores de clase media y media baja. Las casas aplastadas bajo el torrente de barro y agua eran, sin embargo, construcciones ilegales realizadas en zonas de alto riesgo. No obstante, el municipio no tomó medidas para desalojar esas regiones.
Un estudio realizado por la intendencia de esa joya imperial, en 2017, advirtió hace ya cinco años sobre la construcción de 27.700 viviendas en zonas de riesgo muy alto, por causa de las lluvias. Los organismos técnicos revelan que solo el martes último, en Petrópolis cayeron 259,8 milímetros, y superó el récord anterior, del 20 de agosto de 1952, cuando el registro alcanzó 168,2 milímetros. En uno de los barrios, el Morro da Oficina, las casas fueron volteadas por los deslizamientos de tierra y agua, provocados por el desplome desde la cumbre del cerro. Todavía hoy se desconoce cuántas personas terminaron enterradas bajo ladrillos, tejados, hierros, maderas y lama.
En 2017, un estudio advirtió hace ya cinco años sobre la construcción de 27.700 viviendas en zonas de riesgo muy alto, por causa de las lluvia
En 2017, los edificios y residencias en peligro ocupaban 10% del área urbanizada de la ciudad imperial. En el Distrito 1º, donde están los mejores barrios, se identificó una zona de alto peligro: la del Morro de la Oficina, que esta vez constituyó uno de los lugares críticos del drama. Esa área ya era considerada la más crítica en 2007, o sea 10 años antes del último informe.
Según los especialistas, la región se trata de “un valle que es la puerta de entrada del agua de las lluvias. Cuando estas últimas son muy intensas, actúan como si fuera el chorro de una manguera sobre un montón de tierra: se produce una corrida muy rápida de la masa que se crea, y que va a destruir todo lo que encuentra al paso”.
El gobernador de Río de Janeiro, Claudio Castro de tendencia bolsonarista, “se realizó una gran inversión en la región serrana de Río, para contener las laderas”. Admitió, empero, que no alcanzó para evitar la nueva tragedia.
Para el profesor Antonio José Teixeira Guerra, del Departamento de Geografía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, “la situación no ha hecho más que empeorar a lo largo de los años. Y no hay una tragedia por año porque el volumen de lluvias generalmente no es tan elevado”. Con todo, hay una serie de catástrofes repetidas con el tiempo: en 1966, en 1988, en 2004 y 2011.
Y esto tiene que ver con la inercia oficial. Los resultados de esa pasividad son tristísimos: 117 víctimas fatales y entre ellos había 8 niños. Hasta ahora, hay dificultades en el rescate, al punto que apenas 30 fueron encontrados con vida. Los expertos describen un ciclo casi infernal: “Cuando ocurre una catástrofe viene la conmoción y fluyen los recursos para reconstruir el lugar. Hay inversiones en prevención y en la Defensa Civil. Pero meses después los esfuerzos declinan y estancan”.
Según el gobernador de Río de Janeiro, Claudio Castro de tendencia bolsonarista, “se realizó una gran inversión en la región serrana de Río, para contener las laderas”. Admitió, empero, que no alcanzó para evitar la nueva tragedia. “Esa lluvia tuvo un carácter excepcional, por ser la mayor desde 1932” se disculpó. En su visión, hubo un sistema de vigilancia local que “ayudó a los habitantes de la región, pues de lo contrario todo había sido peor”. Se trata de sirenas que son puestas en acción en cuanto hay posibilidades de derrumbes e inundaciones. “Eso contribuyó a salvar muchas vidas”.
*Autora de Brasil 7 días. Desde San Pablo, Brasil.