La tensión entre India y Pakistán escaló luego del brutal ataque que dejó 26 muertos civiles en la ciudad turística de Pahalgam, en la disputada región de Cachemira. El atentado, considerado el más letal en la zona en al menos 25 años, desencadenó una cadena de represalias políticas, diplomáticas y militares entre las dos potencias nucleares, reviviendo el fantasma de una guerra de "baja intensidad" que se extiende desde hace más de setenta años.
India y Pakistán, al borde de la guerra en Cachemira
Este viernes por la madrugada, grupos armados asociados a ambos países intercambiaron fuego a lo largo de la Línea de Control (LoC), la frontera de facto que divide la región fronteriza de Cachemira desde que ambos países se enfrentaron tras independizarse del Reino Unido en 1947. Ocurrió luego de que un grupo armado abriera fuego contra turistas hindúes, un incidente que India tildó de "masacre calculada".

Aunque autoridades de ambos lados no confirmaron oficialmente el número de víctimas civiles del reciente ataque, el incidente marcó un nuevo pico de tensión en un conflicto que parecía, hasta hace poco, contenido en el terreno diplomático. Desde Nueva Delhi, el ejército indio sostuvo que los disparos fueron "iniciados por Pakistán" y respondidos "de manera efectiva", mientras que desde Islamabad se minimizó el alcance del enfrentamiento, afirmando que "no hubo disparos hacia zonas pobladas".
"Una masacre calculada": el ataque a civiles en Pahalgam, un punto de quiebre
El episodio que encendió nuevamente las alarmas ante un eventual conflicto armado entre India y Pakistán se desató el martes 22 de abril. Por la tarde, un grupo de entre cinco y seis hombres armados descendió desde un bosque cercano a Pahalgam y abrió fuego indiscriminado contra un grupo de turistas. Según testigos, los atacantes separaban a las víctimas por religión y perdonaban a quienes podían recitar la shahada, la declaración de fe islámica.
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Las escenas fueron descritas por Nueva Delhi como "una masacre calculada". Las víctimas, en su mayoría hombres hindúes provenientes de varias ciudades del norte de India, se encontraban disfrutando de unas vacaciones en esta localidad montañosa, famosa por su belleza natural y su tranquilidad relativa en medio del conflicto de Cachemira.
Para las autoridades indias, el ataque representa un cambio de paradigma. Tradicionalmente, los grupos insurgentes activos en la región han dirigido sus acciones contra fuerzas de seguridad de ambos países. Esta vez, el blanco fueron civiles desarmados y turistas, lo que desató una respuesta más dura y veloz por parte del gobierno de Narendra Modi.
India culpó rápidamente a Pakistán de estar detrás del ataque. Según la policía de Jammu y Cachemira, al menos dos de los presuntos atacantes serían ciudadanos pakistaníes vinculados al grupo islamista Lashkar-e-Taiba, una organización armada prohibida por las Naciones Unidas y señalada en el pasado por su participación en atentados de gran escala, como el ataque de Bombay en 2008.

La represalia de India y el reclamo de Pakistán por el río Indo
El gobierno indio respondió con una batería de medidas inéditas en los últimos años: suspendió el Tratado de Aguas del Indo, cerrado el cruce fronterizo de Attari-Wagah —el principal paso terrestre entre ambos países—, expulsó a diplomáticos pakistaníes, revocó visas y redujo al mínimo sus relaciones diplomáticas con Islamabad.
El primer ministro Narendra Modi, en un discurso televisado, prometió una persecución sin cuartel: "India identificará, rastreará y castigará a cada terrorista y a quienes los apoyan. Iremos tras ellos hasta los confines de la Tierra". Además, instó a las fuerzas armadas a "estar listas para cualquier escenario".
Desde Islamabad, las autoridades negaron rotundamente cualquier implicación en el ataque. El ministro de Exteriores, Ishaq Dar, desafió a India a presentar pruebas concretas. "Si tienen evidencias de que ciudadanos pakistaníes participaron en el ataque de Pahalgam, les pedimos que las compartan con nosotros y con la comunidad internacional", sostuvo.
Además, Pakistán respondió con represalias diplomáticas a las recientes medidas de Nueva Delhi. Expulsó a diplomáticos y asesores militares indios, canceló visas —salvo para peregrinos sij— y clausuró el cruce fronterizo desde su lado. Pero la declaración más fuerte provino de la oficina del primer ministro, Shehbaz Sharif, que advirtió que cualquier intento de India por interferir con el flujo del río Indo sería considerado "un acto de guerra".
Esta advertencia tiene un peso histórico: el Tratado de Aguas del Indo, firmado en 1960 con mediación del Banco Mundial, ha sobrevivido a guerras, escaramuzas e incluso crisis nucleares. Esta es la primera vez que se suspende de manera formal, lo que genera alarma en la región. Pakistán depende en gran medida del agua que fluye desde la Cachemira controlada por India, y expertos advierten que un corte en el suministro podría provocar una catástrofe humanitaria en un país ya golpeado por la escasez de agua y las malas cosechas.
Riesgo de escalada militar
Si bien el conflicto fronterizo entre India y Pakistán rige desde 1947, con los recientes eventos escaló un nivel inédito. Tanto que la comunidad internacional, representada por las Naciones Unidas (ONU), reaccionó con creciente preocupación. La organización dirigida por el portugués Antonio Guterres pidió a ambas partes "máxima contención" y advirtió sobre el riesgo de una escalada que podría salirse de control. "Las diferencias deben ser resueltas pacíficamente a través del diálogo significativo", señaló el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric.
Pero en ambas naciones, el clima político es volátil. En India, sectores nacionalistas exigen una respuesta militar inmediata. En 2019, tras un atentado en Pulwama que mató a 41 soldados indios, Modi ordenó ataques aéreos dentro del territorio pakistaní, lo que provocó un intercambio de bombardeos y el derribo de aviones de combate. La situación actual recuerda peligrosamente a aquel episodio.
Pakistán, por su parte, acusa a India de librar una "guerra de baja intensidad" y asegura estar listo para defenderse. "Estamos preparados para responder a cualquier agresión. No nos someteremos a ninguna presión internacional", declaró el ministro de Defensa, Khawaja Muhammad Asif.
Testimonios sobre la disputa por Cachemira
Cachemira ha sido una región en disputa desde la partición del subcontinente en 1947. Desde entonces, India y Pakistán han librado tres guerras por este territorio, y el conflicto ha mutado en una insurgencia prolongada y compleja, alimentada por tensiones religiosas, geopolíticas y nacionales.
El ataque de Pahalgam introduce un nuevo factor de inestabilidad: el retorno del terrorismo indiscriminado contra civiles en una zona clave para el turismo y la imagen de estabilidad que India busca proyectar sobre Cachemira.
Mientras tanto, en ciudades de ambos países crece la ansiedad. En India, estudiantes de Cachemira han denunciado hostigamiento y amenazas, mientras que en Pakistán, la televisión está dominada por debates encendidos sobre el futuro del conflicto, según reportó AFP.
"Lo que se necesita ahora es evitar una mayor escalada y restablecer rápidamente canales de comunicación para rebajar las tensiones", advirtió Maleeha Lodhi, exembajadora de Pakistán en EE. UU. "Pero si India toma alguna medida militar, todo se perderá. Pakistán, sin duda, responderá".
En las calles, la gente expresa miedo y cansancio. "Una guerra total entre India y Pakistán haría retroceder a nuestros países décadas en desarrollo", expresó Rahul Sharma, un vecino de Delhi. Según otro testimonio reportado por la agencia francesa, en Islamabad el ciudadano Saad Ali, afirmó: "Queremos vivir en paz. Esta violencia no le sirve a nadie, solo genera más odio".
CD/ff