El águila planea sobre el hemisferio, con su prominente pico erguido y la vista fija en la cumbre de presidentes del Mercosur. Un ser mitológico enorme también acecha en los márgenes, preparado para “copar la parada”. El dragón no ofrece espejos de colores, sino enormes importaciones de commodities, millonarias inversiones para construir infraestructura, y una red de 5G veloz y barata. Nunca, ni siquiera en la Guerra Fría, el liderazgo hemisférico del águila había sido tan amenazado.
El dragón tiene fortaleza para atacar y defenderse, pero los países de la región, que observan desde afuera la disputa, temen ser compelidos a elegir uno u otro bando. Entonces, se enfrentan a un dilema: elijan lo que elijan, habrán enojado a uno de los poderosos contendientes. ¿Qué pasará si optan por el dragón y el águila los castiga? ¿Y si sucede lo inverso?
La tensión no estuvo de cuerpo presente esta mañana en la cumbre virtual de presidentes del Mercosur, pero sí en la cabeza de todos los asistentes. Si la bipolaridad emergente entre Beijing y Washington se vuelve cada vez más conflictiva, como advierten algunos internacionalistas, esas decisiones estratégicas que tomen la Casa Rosada y el Palacio del Planalto marcarán un antes y un después para Argentina y Brasil. ¿Cómo cooperarán los que hoy son los principales socios comerciales del Mercosur pero cuyo intercambio se derrumba sostenidamente hace años? ¿Cómo compartirán información en un mundo donde la Casa Blanca, la superpotencia hemisférica, señala a China, el principal socio comercial en los países del Cono Sur, como una amenaza a su seguridad nacional y a su hegemonía internacional?
Cumbre Mercosur | Alberto Fernández pidió "más unidad" con la mirada puesta en Bolsonaro
Desde San Pablo, Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas, señala que la relación bilateral está en su peor momento desde la década de 1980. “La región no tiene un proceso para coordinar su actuación, su estrategia, en un mundo cada vez más marcado por tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China. Hay peligro que los países sean parte de esferas de influencia diferentes”, explica a PERFIL. “Estamos hablando no sólo de esferas de influencia comerciales y geopolíticas, sino también tecnológicas, con un riesgo de que sean incompatibles”, agrega.
El Mercosur atraviesa una perpetua crisis endógena (apertura comercial versus proteccionismo) que no sabe gestionar. Mientras Brasil, Uruguay y Paraguay quieren firmar nuevos tratados de libre comercio y reducir el arancel externo común, Argentina se opone. Históricamente, las crisis eran resueltas con una dosis de sintonía política entre Buenos Aires y Brasilia. Hoy, el Mercosur no cuenta con ese activo. La parálisis y falta de coordinación los expone más a una vulnerabilidad externa: ser una de las regiones donde Estados Unidos y China diriman sus diferencias.
Francisco de Santibañes, secretario general del CARI, remarca que sería suicida un enfrentamiento militar entre China y Estados Unidos porque ambos tienen armas nucleares. “La lógica indica que van a resolver sus disputas en otros ámbitos: cultural, tecnológico y diplomático. En el caso de que las resuelvan en lo militar, lo harán en otras regiones a través de Estados proxies que respondan a China o a Estados Unidos”, asegura. Y advierte: “Eso se puede trasladar a América Latina y en particular a América del Sur”.
Ese fantasma parece lejano. Desde José Sarney y Raúl Alfonsín, Argentina y Brasil archivaron sus hipótesis de conflicto y su desconfianza, creando la Agencia Brasileño Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares. Sin embargo, el peligro es que los dos países actúen en el futuro en función de los intereses de las superpotencias, enzarzadas en una disputa global por la hegemonía, y se transformen en sus proxies.
Escenario probable en el corto plazo. Brasil, consecuente con las relaciones carnales de Jair Bolsonaro con Estados Unidos, decide prohibir al gigante de telecomunicaciones chino Huawei en la licitación para construir su red de 5G. Alberto Fernández, en cambio, contrata al proveedor más barato: la compañía liderada por Ren Zhengfei. Argentina y Brasil quedan en dos esferas de influencia tecnológicas distintas y su asociación estratégica firma su certificado de defunción.
¿Qué harán el Palacio del Planalto y la Casa Rosada para evitarlo? “Nadie sabe exactamente cuál será la estrategia de cada país en relación a Huawei. Si los dos definen estrategias muy diferentes, ineludiblemente esto tendrá un impacto negativo para la relación”, considera Stuenkel. “Lo que me preocupa mucho es que no habrá coordinación. Sudamérica será un rule taker, un tomador de reglas. Por no estar unido ni tener una cooperación institucional será muy vulnerable y susceptible a esta nueva tendencia de tensión geopolítica entre las dos superpotencias”, alerta.
De Santibañes resalta la importancia de la decisión: “5G es un ejemplo de decisiones estratégicas que nuestros países tienen que tomar y donde las posiciones de Estados Unidos y China son diferentes. Son cuestiones que complican la posibilidad de tener una estrategia de llevarse bien con las dos potencias, que es lo que tenemos que aspirar en la medida de lo posible”.
Para lograrlo, el especialista argentino, Global Fellow del Wilson Center, recomienda “fortalecer el multilateralismo para que los países medios como Brasil, México y Argentina influyan en la formulación del nuevo contexto internacional y la bipolaridad no se lleve todo puesto”. Además, remarca la importancia de afianzar la asociación estratégica con Brasil, emulando a Francia y Alemania en Europa.
Stuenkel describe cómo será “la nueva normalidad” geopolítica en América del Sur en los próximos meses: “Brasil y Argentina van a perder su capacidad de influenciar lo que pasa en el continente. Estados Unidos y China serán más influyentes en todas las capitales de Sudamérica. Ya lo vemos desde 2013 en Venezuela”.
Para Argentina y Brasil se trata de una decisión de supervivencia geopolítica. Si no se entienden y cooperan, la disputa entre el águila y el dragón puede lastimarlos.