Buenos Aires es Puerta de Hierro para Evo Morales. Decenas de dirigentes del Movimiento al Socialismo (MAS), sindicalistas, y referentes de los movimientos sociales se reúnen con él cada día, para delinear la estrategia política para las elecciones presidenciales del 3 de mayo. En esas cumbres, discuten los probables candidatos que integrarán la fórmula presidencial, que serán anunciados el 19 de enero. Tres días después, el 22, lanzará la campaña con un acto de masas –el primero desde que fue derrocado el pasado 10 de noviembre por un golpe de Estado- en Deportivo Español, donde espera convocar a 15 mil personas y proclamar la fórmula presidencial.
Acostumbrado a trabajar desde temprano y dormir poco, Evo arranca sus jornadas a las 5 de la mañana, como en Bolivia. Las oficinas que tiene en Buenos Aires recién abren a las 8, por lo que las primeras reuniones son en su casa o en el Hotel Bauen, un improvisado Palacio del Quemado en la avenida Callao.
Veinte minutos después de las 10, Morales llega a la Isla Maciel a bordo de un modesto Fiat Siena azul. Los vecinos se agolpan en las puertas de la Fundación, localizada en Las Heras 249. “Estoy orgulloso que el presidente esté en mi barrio”, dice Freddy, un boliviano que vive en la Isla desde 1991. Vestido con una camisa gris y con una bufanda en los hombros con los colores de Bolivia y de la Argentina, espera paciente junto a su familia en el patio.
VIDEO | Evo Morales en la Isla Maciel:
Argentina es para Evo como Puerta de Hierro para Perón. En el exilio, el ex presidente boliviano recibe dirigentes y arma la campaña del MAS
Recorrida. Unas vallas blancas están preparadas para separar al ex presidente de la multitud. Quítenlas, indica su equipo, que sabe que él se siente a gusto en contacto con la gente. Decenas de bolivianos del barrio se agolpan para ver a Morales, sacarse una foto con él, o pedirle que firme una bandera. Juana es una de ellas. Cuenta que hace seis años que no viaja a su país, pero que está en permanente comunicación con su familia. “Evo hizo mucho. A mí hermana le dio una casa terminada”, elogia, rodeada por su hija y amigas.
El desafío político que enfrenta Morales es mayúsculo. Refugiado en Argentina tras una breve estadía en México, imputado por la fiscalía por “sedición y terrorismo”, tras una denuncia del Gobierno de facto de Jeanine Áñez, diseña la estrategia para que la Revolución Democrática y Cultural, como llama a su gestión, vuelva al poder. Para eso, sabe que el núcleo duro que lo apoya no será suficiente y necesitará convencer a las clases medias urbanas. Esa tesis ronda en su cabeza para definir los nombres del binomio presidencial.
Morales camina cobijado por los aplausos de sus seguidores, que prorrumpen cuando ven aparecer a los custodios formando un cordón humano a su alrededor. Los camarógrafos chocan con los efectivos y la gente. “Evo querido el pueblo está contigo”, grita el coro, que es correspondido por el brazo en alto de Morales. Las vallas no logran contener a la prensa, que se pliega a la marea humana que empuja al líder del MAS al centro de la habitación.
El calor es sofocante. Un joven, colgado afuera en los barrotes de la ventana, no quiere perderse ningún detalle. Dos vídeos se proyectan en una pantalla gigante. Los logros de gestión del MAS arrancan aplausos. El segundo, en cambio, es recibido con abucheos apenas aparece la imagen de Áñez. “Nunca en nombre de Dios se puede pisotear al pueblo”, afirma el Padre Francisco “Paco” Oliveira, anfitrión del encuentro.
Una hora antes, Evo se reúne con el Grupo de Curas en Opción por los Pobres. Agua, mate, pastafrola de membrillo y un jugo de naranja para Morales, resfriado, amenizan la charla. Las carcajadas resuenan a través de las ventanas, donde se asoman los curiosos para sacar fotos u oír la conversación. “Repudiamos el uso de instrumentos religiosos para dar el golpe”, dice el sacerdote Eduardo de la Serna. El ingreso de la Biblia al Palacio del Quemado en manos de Luis Fernando Camacho y la justificación del golpe de la Conferencia Episcopal boliviana dejaron una herida abierta entre los curas que reciben a Evo.
“Lo único que nos va a preguntar Dios el día que nos encontremos con él es qué hiciste con tus hermanos más pobres”, asegura Oliveira frente a más de cien vecinos. “¿Y la Iglesia qué dice?, dice una señora del público, fastidiada. El Padre no llega a escucharla y continúa: “Y lo que hizo Evo Morales con nuestros hermanos más pobres es darle dignidad. Por eso le dieron el golpe de Estado”.
Evo recibió a los Curas en Opción por los Pobres, que criticaron el golpe en Bolivia y el uso de simbología religiosa.
La presentación no puede ser más enfática. El ruido ensordecedor, los gritos, cantos y aplausos, enmudecen cuando el protagonista principal agarra el micrófono. Destaca las cifras más impactantes de su gestión económica y explica los secretos de su Gobierno: “Hicimos sólo tres cosas: en lo político refundar Bolivia, en lo económico nacionalizar nuestros recursos naturales y las empresas estratégicas, y en lo social la redistribución de la riqueza”.
“Que la plata del pueblo vuelva al pueblo”, insiste, con énfasis proselitista. Un vecino lo invita “a jugar un partidito”. “Les vamos a ganar 10 a 0”, acepta Morales, sonriente. Y, elevando la voz, adelantando que dirá algo importante, anuncia su primer acto político en Buenos Aires. “Consultando al hermano presidente Alberto Fernández, el gobierno argentino nos ha permitido festejar el 22 de enero el aniversario del Estado Plurinacional de Bolivia en la Argentina. La concentración será en Deportivo Español. Tal vez sea la primera proclamación del candidato o candidata en Buenos Aires”. Ese día debería concluir su tercer mandato consecutivo en el poder.
Evo llama golpistas a Áñez, Camacho y Carlos Mesa, pero promete que si el MAS gana no habrá revanchismo. “No vamos a vengarnos con violencia, sino que vamos a recuperar la conciencia con el voto del pueblo en las próximas elecciones”.
Flanqueado por Oliveira y el jefe de gabinete del intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi, Morales reparte regalos a los niños de la colectividad. “Mejor que un Rey Mago”, dice el Padre Paco. Analía, una nena de 11 años, toma el micrófono y lee un mensaje para el dirigente. “Cuando mis papás me dijeron que ibas a venir, me volví loca. Siempre te quise conocer”, dice. “Espero que vuelvas a la Isla Maciel. Gracias por devolver el orgullo a los bolivianos”, agrega.
Los juguetes se van de la mano de sus pequeños dueños. La seguridad vuelve a armar un corredor y Evo camina, posando para las fotos, saludando a sus seguidores. Es la hora del almuerzo y un picante de pollo aguarda al presidente. “Para que vea que no nos olvidamos de nuestras raíces”, dice una de las cocineras, que también preparó chicha de maíz y chicha de maní.
Evo juega de local en la Isla Maciel, vestida por una mañana con los colores de la bandera de Bolivia y de la whipala. Trabaja para que Buenos Aires sea, como Puerta de Hierro para Juan Domingo Perón, el último destino en el exilio.
LD/MC