Desde San Pablo
Jair Bolsonaro traba dos guerras, una doméstica y una externa, mientras el país se ahoga en crecientes estadísticas de muertos y contagiados de covid-19 como resultado de su intencional ausencia de liderazgo en la crisis sanitaria. La guerra doméstica le puede costar el mandato o, en última hipótesis, su reelección en 2022. En la otra guerra ya figura como derrotado. Su política exterior convirtió a Brasil en un paria internacional, como lo confirma la resistencia de China a proveer los insumos para la fabricación local de nuevos lotes de vacunas. Bolsonaro cosecha lo que sembró en sus dos años de gobierno.
El frente interno. El 17 de enero, el Palacio del Planalto fue sorprendido por una ceremonia conducida por el gobernador de San Pablo, João Dória, para la vacunación de los tres primeros ciudadanos brasileños en territorio nacional. Sin acceso a otras vacunas por falta de planeamiento, el Ministerio de la Salud confiscará toda la producción del Instituto Butantan, asociado a la empresa china Sinovac en el proyecto Coronavac, para repartirla desde Brasilia como un gran hecho del gobierno nacional. El gobernador mantuvo la cuota correspondiente a San Pablo en el estado, de las que envió 40 mil dosis a Manaos, el más reciente y terrorífico epicentro de la omisión federal.
Dória es candidato a la presidencia en 2022 por el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y no se puede esperar que este zorro político no responda a una trampa. A lo largo de casi un año, el gobernador fue duramente criticado por Bolsonaro por sus correctas acciones para evitar el colapso sanitario de San Pablo, en oposición a las políticas de negación de la pandemia de Brasilia. El Butantan es estadual, responde a los contribuyentes paulistas y llevó adelante este proyecto a pesar de todos los insultos del jefe de Estado a la Coronavac, a China y al gobernador. Sus acciones no le garantizan la victoria en 2022, pero lo han ayudado a ser más conocido –y por un hecho positivo– a nivel nacional.
Bolsonaro está desgastado. Una encuesta del instituto Ideia para la revista Exame publicada ayer apunta la caída de su aprobación del 37% al 26% en una semana, lo que refleja el colapso sanitario de Manaos. El presidente de la Cámara de Diputados a ser elegido en febrero tendrá sobre su mesa 56 pedidos de impeachment del jefe de Estado. Un trabajo detallado del Centro de Encuestas y Estudios de Derecho Sanitario de la Universidad de São Paulo y de la ONG Conectas Derechos Humanos evidenció, con base en el análisis de las leyes y regulaciones federales y en las declaraciones de Bolsonaro, la existencia de “una estrategia institucional de propagación del virus” desde el Palacio del Planalto.
Política exterior. La otra guerra es resultado de la desastrosa política exterior del canciller Ernesto Araújo, con total apoyo del presidente. Conectado ideológicamente a los impulsos de Donald Trump en la Casa Blanca, Itamaraty acumuló choques con China, el principal socio comercial de Brasil y hoy la única fuente de insumos para la fabricación local de vacunas, antes mismo de la pandemia. A fines de noviembre, Araújo reprendió al embajador de Beijing en Brasilia, Yang Wanming, por haber contestado al diputado Eduardo Bolsonaro. El conocido “hijo número 1” había calificado a la tecnología 5G como un sistema de espionaje de China y apoyado una coalición liderada por Trump contra la Huawei, que espera competir en la subasta brasileña como favorita. El canciller, sin embargo, fue adelante al pedir formalmente a Beijing la salida de Yang de su puesto.
La contrapartida de China no vino sólo en la forma de los “complicaciones burocráticas” a los embarques de insumos para las vacunas. Llegó también bajo la forma de un pedido al presidente para que despidiera a Araújo, como pidió desde Beijing el Diario del Pueblo. “Quien despide ministro soy yo. Nadie me buscó ni se atrevería”, contestó Bolsonaro.
Cifras dolorosas. Sumada a la omisión del ministro de Salud, el general Eduardo Pazzuelo, la gestión de la Cancillería hunde a los brasileños en una oscura cuenta. De los 212 millones de ciudadanos, por lo menos 180 millones tienen que ser inmunizados dos veces para frenar al virus. Hasta el momento, el gobierno dispone solo de los 6 millones de dosis fabricadas por el Butantan. Otros 2 millones llegaron ayer de la AstraZeneca de India, que demoró su envío como represalia a la posición contraria de Brasil a la quiebra de las patentes de las vacunas en la OMC. Los cronogramas de producción del Butantan y de su par carioca, la Fundación Fiocruz, están comprometidos, y ya se habla de una interrupción en el programa de vacunación del país, antes uno de los elementos ejemplares de Brasil. Mientras tanto, el país sigue como el segundo del mundo con más muertes -214.447 muertos hasta el mediodía de ayer- número que desafortunadamente solo tiende a crecer.