La imagen estremece. Están echados uno al lado del otro y boca abajo, parcialmente sumergidos en el río Bravo. Oscar envuelve aún a su pequeña hija Valeria, de menos de dos años, dentro de su remera, seguramente para evitar que la corriente se la lleve. Estuvieron juntos desde el principio, cuando dejaron El Salvador junto a Tania, la mamá de la niña, hasta el final, al morir intentando cruzar la frontera y llegar a los Estados Unidos. La foto, en la portada de los medios de comunicación de todo el mundo, parece tener el mismo efecto en las autoridades que la del niño sirio Aylan Kurdi en 2015. Es decir, ninguno.
Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), 450 mil migrantes como Oscar y Valeria cruzaron en 2018 México con destino a los Estados Unidos. Lo hicieron y lo hacen en condiciones de extrema vulnerabilidad, evitando ser capturados por cárteles del narcotráfico y redes de trata de personas. La gran mayoría son centroamericanos que huyen de la violencia, la corrupción y crisis económicas. Viven y algunos de ellos incluso mueren como NN, porque viajan indocumentados y las autoridades así registran sus cuerpos.
“La situación de los migrantes en México es dramática”, cuenta a PERFIL el periodista Alberto Pradilla, autor del libro Caravana. Cómo el éxodo centroamericano salió de la clandestinidad. En 2018 viajó con las caravanas de centroamericanos que cruzaron el país en grupo, protegiéndose los unos a los otros.
Según las estimaciones del gobierno mexicano, 2019 puede batir el récord de migrantes. Se espera que 800 mil personas transiten hacia la frontera norte. En los primeros meses de gestión de Andrés Manuel López Obrador, México triplicó las deportaciones. En mayo de este año, expulsó a 15.654 personas, un 50% más que las del mismo mes del año pasado, cuando Enrique Peña Nieto era presidente.
“México es un país de origen, tránsito y destino de migrantes”, explica por teléfono Alberto Cabezas Talavero, portavoz de la Delegación regional del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para México y América Central, que asiste a los migrantes en la región. La situación humanitaria empeoró tras el reciente acuerdo migratorio y comercial de los gobiernos de Donald Trump y AMLO.
“En los últimos meses hubo una presión salvaje de Trump, que hizo que México adopte la función de policía de EE.UU. en la región. Se enviaron 2.400 agentes de la Guardia Nacional a la frontera sur y 15 mil a la norte, para que no entren en México y no vayan a Estados Unidos”, sostiene Pradilla. Con el afán de evitar aranceles del 5% a sus exportaciones, México se comprometió a hacerse cargo de los migrantes que soliciten refugio en Estados Unidos, hasta que los juzgados de ese país decidan si lo conceden o no.
“En la frontera norte tenemos un núcleo de población que está permaneciendo más tiempo que antes en las ciudades fronterizas. Eso genera una serie de necesidades de acceso a servicios de salud y de educación, y a conseguir un alojamiento digno”, cuenta Cabezas Talavero. Los albergues están repletos y algunos migrantes duermen en colchonetas en el suelo.
“Promovemos una serie de mensajes de cuidado para que ellos se protejan a lo largo de la ruta. Les damos una lista de albergues que son lugares seguros donde se pueden quedar”, agrega, al tiempo que explica que algunas ciudades, como Tijuana, Mexicali o Ciudad Juárez, son más peligrosas que otras.
Por su parte, Pradilla cree que, pese a las deportaciones y los peligros, el flujo migratorio no se detendrá. “La migración continuará. Sigue habiendo pobreza, corrupción y violencia en esta parte del mundo. Miles de inmigrantes son transportados en este momento en camiones, en tráilers, en la más absoluta clandestinidad”, cuenta.
Elecciones 2020. El drama también tiene su costado político. Trump lanzó su campaña por la reelección en Estados Unidos, vinculando, como hace cuatro años, la migración con el delito y explotando los temores más profundos e irracionales de buena parte de su electorado. En 2015 había asegurado que los inmigrantes mexicanos traían “drogas”, “crimen” y eran “violadores”. Ahora, en tanto, prometió una ola de deportaciones masivas e insistió con levantar un muro en la frontera.
AMLO, por su parte, llegó al poder afirmando que garantizaría los “derechos de los migrantes a buscarse la vida”. Pero todo fue un espejismo. Tras el acuerdo con Trump, multiplicó la detención y deportación de aquellos que quería proteger.
¿Puede la imagen de Oscar y Valeria tocar el corazón de las autoridades o, al menos, de sus electores? ¿Puede modificar la política migratoria de Estados Unidos y México? Cabezas y Pradilla coinciden en su respuesta. “Ni la peor foto cambia a veces las decisiones”, dice el primero. “Se comparó la foto con la de Aylan Kurdi. Desde su muerte, el Mediterráneo sigue siendo una gran fosa común –sostiene Pradilla–. De hecho las cosas se volvieron peor. No cambiará nada”.