Los caballos salvajes de Chernóbyl, los caballos przewalski, en plena zona de exclusión, son una raza que estuvo a punto de extinguirse pero que hoy vive y se multiplica en plena zona de exclusión. Son un misterio para los científicos y el punto de partida para polémicas sobre lo que es la ecología y el ambientalismo.
Entre las múltiples cosas que la humanidad deberá replantearse una vez superada la pandemia, está el vínculo con los animales en particular y la naturaleza en general. La aparición de las aguas cristalinas en Venecia, por ejemplo, suscitó comentarios acerca de qué pasaría con aguas, montañas, bosques, sin la presencia de los humanos. Incluso más: ¿por qué las ciudades se vuelven más limpias cuando no hay actividad?
Aquí, cuando unos caballos de una raza que estaba a punto de desaparecer viven, crecen y se multiplican en una zona que estuvo expuesta a la radiación, una zona en la se suponía que por muchas generaciones no iba a haber especies, abre muchas preguntas a los investigadores de la ecología.
Las inesperadas consecuencias ambientales de la pandemia de Covid-19
Este 2020 se cumplen 34 años del accidente en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania). Muchos pudieron revivir la historia en la miniserie de HBO homónima, considerada por la crítica como una de las mejores de la historia. El accidente el mayor de la historia en una instalación nuclear, llevó a la creación de una Zona de Exclusión de 4 700 kilómetros cuadrados entre Ucrania y Bielorrusia. Un total de 350 mil personas fueron evacuadas de ese área. Un desastre ambiental, que provocó muertes, y que dejó al lugar en un estado casi desierto. En ese momento no había en el lugar ningún ejemplar de los caballos de przewalski en Chernobyl. No fue hasta 1998 cuando los primeros 31 individuos llegaron a la Zona de Exclusión. Eran 10 machos y 18 hembras procedentes de la reserva natural de Askania Nova, en el sur de Ucrania, y tres machos de un zoológico local. Ahora pastan “libremente” en un lugar de exclusión. Lo que abre la pregunta acerca de si los animales tienen mayor resistencia que los humanos, dado que son muchas las especies que habitan en el lugar.
Los científicos alertaron de cómo crecía la cantidad de animales de la especie desde ya hace unos años. Ahora, en el contexto global de pandemia, aparecen como un dato que permite pensar ese vínculo entre animales y personas.
Un estudio publicado en la revista Mammal Research ya hablaba del tema. "Nuestros resultados indican que los caballos de przewalski usan rutinariamente estructuras abandonadas en la zona de exclusión de Chernobyl", dijo James Beasley, profesor asociado de la Escuela de Recursos Forestales y Naturales de Warnell. "Como resultado, estas estructuras pueden servir como puntos focales importantes para la investigación y el manejo para obtener información demográfica clave como la edad, la proporción de sexos, el tamaño de la población y la estructura genética".
Ahora se respira un aire más limpio en Roma, París y Madrid
La existencia de caballos salvajes en las estepas de Asia se conocía en occidente desde el siglo XV. Pero no fue hasta 1881 cuando la especie se describió formalmente para la ciencia a partir de un cráneo y una piel recolectados por el coronel ruso Nikolái Przewalski. Así fue como los caballos conocidos como takhi (“sagrados”) en Mongolia pasaron a llamarse caballos de przewalski (Equus ferus przewalski). Durante mucho tiempo se creía como el único caballo salvaje del mundo. Sin embargo, estudios recientes han indicado que son formas asilvestradas descendientes de los primeros caballos domesticados por el pueblo Botai en el norte de Kazajistán hace 5 500 años.
Por momentos, los przewalski parecen prehistóricos. Hay algo en su aspecto que recuerda a los que aparecen en las paredes de las cuevas de Chauvet, consideradas entre las primeras obras plásticas de la humanidad.
No son los únicos que desafían a los científicos en cuanto a los efectos de la pandemia. Los especialistas señalan que otras zonas afectadas por contaminación radiactiva como la derivada del accidente en la central de Fukushima (Japón) y de las pruebas de bombas atómicas en los atolones del Pacífico, mantienen igualmente una alta diversidad de fauna. La preocupación por el ambiente y las ideas que tenemos sobre lo natural cambiarán a partir de la pandemia.
CP