Pese a que la isla tiene fanáticos en todos los rincones de la Tierra, sólo 100 turistas llegan a Pitcairn cada año. No es solamente una cuestión de costos: el mayor obstáculo para llegar a la isla son el clima y las mareas, que cuando están altas hacen casi imposible llegar a tierra.
Hay varios cruceros que pasan frente a la isla e inclusive algunos que anclan durante varias horas a pocos kilómetros mientras los habitantes de Pitcairn –entre los navegantes más avezados del mundo- se acercan en sus botes hasta la gran embarcación para vender sus artesanías.
La Corona inglesa, que tras los juicios debió prestar más atención a lo que ocurre en la isla, podría construir una escollera en los próximos años que permitiría que los cruceros accedan a la isla.
Sin embargo, hasta hoy, la mejor opción para pisar Pitcairn y alojarse en la isla es ponerse en contacto con la oficina administrativa de la isla en Auckland, Nueva Zelanda, y pedirles ayuda para encontrar un barco comercial que acceda a llevar a turistas.
Hay que tener en cuenta que la isla está a mitad de camino entre Nueva Zelanda y Panamá, aproximadamente a 3000 millas de ambos países, por lo que es conveniente tener en cuenta que el viaje desde Auckland es bastante largo y las posibilidades de pisar tierra dependen de que la naturaleza lo permita.
Por el momento, la única opción de alojamiento son las casas de los pobladores de la isla, aunque hay un proyecto para que la cárcel (que ya no alojará a ningún preso) se convierta en hotel.
La llegada a la isla de Norfolk, por el contrario, es mucho más fácil. Hay varios vuelos desde Nueva Zelanda hasta la isla, que está mucho mejor preparada para el turismo que Pitcairn. También hay vuelos desde Australia.