Queda cada día más claro, para los que quieren ver, que Google, Facebook y el resto de las promesas de Silicon Valley son corporaciones privadas preocupadas por la maximización de sus propios beneficios. Debemos aplaudir su capacidad de innovación y las posibilidades digitales infinitas que nos permiten, pero escándalos como la manipulación de millones a través de Facebook por parte de Cambridge Analytica—que dice haber operado en elecciones en Argentina—y la negación por parte de Google a disminuir sus prácticas monopólicas son una más de las tantas alarmas que vienen sonando desde hace rato. Google y Facebook hoy tienen tanto o más poder de influencia que un ejército o una bomba atómica, y lo peor es que no nos damos cuenta. Es hora de generar las condiciones para regular a estas corporaciones gigantes que, desde California, controlan la mayor base de datos privados de la historia de la humanidad.
Tenemos que dejar de ser hipócritas. Cuando Barack Obama ganó la histórica elección presidencial de EE.UU. del 2008 utilizando una estrategia de Big Data, el mundo aplaudió su inteligencia. Lo mismo dijeron los simpatizantes de Mauricio Macri cuando, de manera totalmente inesperada, se alzó por encima de Daniel Scioli—que contaba con el control del gigante aparato de comunicación del Estado—en el balotaje del 2015, argumentando que su equipo había ganado con una estrategia del siglo XXI, de la nueva política.
Hoy, en cambio, cuando los que están a la vanguardia son los rusos, manipulando a los estadounidenses, y Donald Trump—quien también ganó las elecciones utilizando una avanzada estrategia de redes sociales y Big Data—sentimos la vulnerabilidad absoluta de nuestros datos en carne propia. Y comenzamos a preguntarnos si Macri y su equipo de comunicación pudieron aprovecharse de nuestros likes en redes sociales, nuestras tendencias de búsqueda, para ganar una elección reñida de manera poco ética.
Los últimos datos confiables (en base a estudios de IBM del año 2013) indican que estamos volcando unos 2,5 quintillones (2,5 mil millones de terabytes—un tera son mil gigas—) por día en la web, lo que implica que el 90% de todos los datos que existen en el mundo fueron creados en los últimos dos años (y podríamos imaginar que este fenómeno solamente se aceleró en los últimos cinco años). En relación a nuestros datos personales, son dos las empresas que se llevan la torta: Google (a través de nuestras búsquedas y el uso de herramientas gratuitas como Gmail, Google Maps y Waze) y Facebook (en la red social, como también por WhatsApp e Instagram).
Aunque parezca que todo esto es gratuito, en realidad estamos entregando nuestros datos personales a estas empresas que los usan para crear precisos perfiles psicográficos con los que pueden bucear hasta lo más profundo de nuestro ser. Michael Kosinski, investigador de la Stanford University, logró predecir con un 95% de efectividad el color de piel de un usuario de Facebook con 68 likes, su orientación sexual (88% de efectividad), su afiliación política (85%), como también su inteligencia, credo, uso de alcohol y drogas y hasta si los padres del sujeto estaban divorciados (pueden chequearse a ustedes mismos acá https://applymagicsauce.com/demo.html). Google, a la vez, sabe todo lo que buscamos, desde un portal de noticias a un ticket de avión y hasta el tipo de pornografía que consume un internauta. Además, tiene acceso a nuestros mails, nuestros chats y el sistema operativo (Android) de la gran mayoría de las personas del mundo. Casi todos nosotros pasamos gran parte de nuestros días y noches con ambas tecnologías recolectando datos desde nuestros bolsillos.
Además, los dos gigantes de Silicon Valley se están devorando prácticamente la totalidad del crecimiento de la publicidad digital mundial, acelerando la caída de los medios de comunicación tradicionales. Aunque los medios somos responsables de adaptarnos al cambio digital, el abuso de la posición monopólica de Google y Facebook en el mercado publicitario y su poder para determinar qué información presentar a sus usuarios están destruyendo al periodismo profesional y facilitando el crecimiento de campañas de desinformación y fake news. Basta con mirar lo que hicieron Trump y Putin para darse cuenta.
Tanto Google como Facebook corren de atrás en sus intentos de seducir a los medios y convencer a los usuarios de que no son malvados. Esta semana Google anunció un plan de inversión de US$300 millones para el Google News Initiative con la intención de “ayudar al periodismo a prosperar en la era digital,” mientras que Facebook contrató el año pasado a la reconocida periodista Campbell Brown, con pasado en CNN y NBC, para liderar su “news partnerships team” para mejorar su relación con los medios. Too little too late. Estos cantos de sirenas son meros espejismos que no logran esconder la realidad: los medios somos competencia de ambas plataformas que operan bajo la dinámica darwiniana de la supervivencia del más apto.
La autoregulación claramente no funciona, como tampoco las multas que representan monedas para ambas. En 2017, Alphabet (Google) facturó US$110,9 mil millones mientras que Facebook generó ventas por US$40,7 mil millones, un crecimiento de 23% y 47% respectivamente. El año pasado, la Unión Europea le impuso una multa de US$120 millones a Facebook por cruzar información con WhatsApp (algo expresamente prohibido cuando se aprobó la compra de la aplicación), mientras que Google tiene que pagar US$2,7 mil millones por prácticas monopólicas al favorecer a sus propios productos de ecommerce.
En Europa se está debatiendo una nueva ley de privacidad mientras que en varios países están buscando regular el derecho de autor en la web. En EE.UU. los medios están buscando una exención a la ley anti-trust para negociar colectivamente con las plataformas bajo el paraguas de la News Media Alliance. En Argentina, solamente Editorial Perfil les ha hecho frente, iniciando procesos de mediación con ambas empresas mientras la competencia se queja en público y negocia a puertas cerradas. Clarín, La Nación e Infobae migraron su plataforma de avisos digitales a DFP (de Google) y siguen utilizando Instant Articles de Facebook. Quizás los que queremos tapar el sol con la mano somos nosotros, pero como industria, y también como sociedad, es hora de ponerles un límite.