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MODO FONTEVECCHIA
El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 576: La serie de Menem y la nostalgia del presente

Con los consumos culturales de los noventa volvieron aspectos de la política que parecían lejanos. Además del pádel y el techno pop, regreso la prédica del ajuste fiscal como única vía posible, el alineamiento con Estados Unidos y el endeudamiento como sostén de la estabilidad cambiaria.

Leonardo Sbaraglia personificado como Carlos Menem
Leonardo Sbaraglia personificado como Carlos Menem | Captura

En marketing se utiliza el concepto del “ciclo nostálgico de 30 años", que explica por qué resurgen estilos, marcas y narrativas del pasado reciente para conectar emocionalmente con consumidores adultos. El publicista estadounidense James Twitchell señala que “las marcas no venden productos, venden recuerdos”, y este mecanismo se intensifica cuando quienes crecieron en determinada época alcanzan poder adquisitivo y buscan revivir su juventud. Así, la nostalgia no es solo un sentimiento espontáneo, sino una estrategia planificada.

Sin embargo, en este caso, parece que con los consumos culturales de los noventa volvieron aspectos de la política que parecía habíamos dejado atrás. No solamente volvió el juego masivo de pádel, los claritos y el techno pop, si no que también volvieron la prédica del ajuste fiscal como única vía posible, el alineamiento total con Estados Unidos y el endeudamiento externo como sostén de la estabilidad cambiaria.

Esta suerte de nostalgia del presente, tanto estético como político, se sintetiza en la salida de la serie de Menem, pero también en la revalorización que se hizo de la figura del expresidente por parte del actual gobierno de Javier Milei. Por otro lado, hay una suerte de pelea por el pasado. La serie es crítica y deja poco lugar a la profundidad de la figura de Menem. Otros trabajos, más ligados al periodismo como lo es el libro “Qué hacemos con Menem”, de Martín Rodríguez y Pablo Touzon, intentan rescatar la figura del expresidente con toda su complejidad para intentar entender más profundamente el proceso de sus dos gobiernos.

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Sucede que el menemismo, por los traumas sociales que dejó y los escándalos de corrupción en los que fue envuelto, se había vuelto una suerte de tabú para varias tribus políticas. Al kirchnerismo, por ejemplo, no le convenía hablar de este período porque a pesar de construir su ethos en contra de la figura del riojano, habían sido parte de ese proceso. A la derecha tampoco le convenía porque la expresión de sus ideas había sido impuestas por el menemato con resultados terribles para los argentinos, y la izquierda prefería no mirar de frente al menemismo que además de aplicar terribles ajustes, era fuertemente popular.

En este sentido, el “estuvo con Menem” durante años fue lanzado como una acusación digna de vergüenza o comentario peyorativo. La reivindicación menemista hecha por Milei aparece como una suerte de retorno de lo reprimido que se vuelve accesible por la nostalgia de los 30 años que mencionamos al principio.

¿Qué fue el menemismo esencialmente y cuáles son los elementos de este período que se actualizan en la gestión libertaria del presente? ¿Hay algo del desenlace del menemismo que pueda ayudarnos a pensar en el futuro de Milei? Esto analizaremos en esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

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En primer lugar, podríamos decir que la primera similitud entre el menemismo y los libertarios es la cruzada antiestatista. Eran en un sentido distinto, pero comparable, dos outsiders transgresores contra el Estado, aunque el tono es muy distinto. “Todos los argentinos hemos vivido prendidos al andador del Estado. Ahora lo que hizo el Estado fue desburocratizar la economía”, sostuvo el expresidente en una entrevista.

En comparación con la analogía de Milei que dice que el Estado es “el pedófilo en el jardín de infantes”, las palabras de Menem aparecen casi como poéticas. Sin embargo, ambos funcionaron como una respuesta a un estatus quo anterior. Si a Menem lo precedía la política seria y solemne de los ochenta y un siglo hiperideologizado como el siglo XX, a Milei lo precedió el auge del feminismo, el progresismo y las primeras décadas del 2000.

La rebelión de Menem fue su tono despreocupado, festivo y medio banal y la impronta de la rebelión de Milei es contra lo políticamente correcto y la importancia de “defender los derechos”, que había caracterizado la fraseología del progresismo hegemónico. Uno se ríe de todo, el otro insulta por todo. Ambos cautivaron tanto a clases populares como a grandes empresarios.

Probablemente, estas formas distintas también tengan que ver con que fueron emergentes de situaciones internacionales bastante distintas. Quién analiza es Pablo Touzon. “Menem construía todo su liderazgo como una máquina de perdonar. Él hacía el indulto a los militares, pero también a los montoneros. Se quería el fin del conflicto. Hoy, la época entera propone algo opuesto a eso”, dijo en el canal de streaming Gelatina.

En relación a Milei, se venía de un consenso globalista de años remachado con la intervención estatal masiva, luego de la crisis de las subprime en el 2008. Mile se rebela contra el progresismo de los organismos multilaterales y el estatismo como salida a la crisis y como forma de enfrentar la pandemia del 2020.

Carlos Menem

Volviendo a la lógica antiestatista, hay reformas del Estado que se pueden comparar. Como cuenta el historiador Felipe Pigna, en agosto de 1989 Menem logra que la oposición apruebe un paquete de leyes, como la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica. “Nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, fue el famoso furcio de Roberto Dromi, entonces ministro de Obras y Servicios Públicos.

Privatizaciones y poder decidir sin pasar por el Congreso, prácticamente calcado a la Ley Bases. El avance de Menem con los decretos y su intento de saltarse el Congreso es totalmente comparable con estos aspectos de Milei. Sin embargo, el libertario opina que su reforma estatal es mucho más profunda que la de menemismo. “La cantidad de reformas estructurales hace que hayamos hecho 17 veces más que las reformas que se hizo en el Gobierno de Menem”, afirmó este año.

Las privatizaciones y la narrativa de dejar todo en manos del mercado fue acompañado por la Ley de Convertibilidad, que fue ni más ni menos que sostener la paridad peso dólar, fundamentalmente con la venta de las empresas públicas, aunque también con parte de endeudamiento externo. Hoy Milei intenta sostener una paridad más humilde, de 1 a 1000 o 1.300, y con una leve flotación entre bandas, también sostenida en el endeudamiento.

La gran diferencia fue que en los 90 Menem se consumió un stock que eran las empresas públicas que se privatizaron, lo que se conocía como “las joyas de la abuela”. Es decir, Menem se endeudó con el pasado. Milei se endeuda con la promesa de pago con lo que generará un flujo: el que surgirá de los dólares que produzca Vaca Muerta a pleno y la minería, recursos que no exista en los noventa.

Javier Milei

Muchos economistas marcan una diferencia a favor de la situación actual, porque un stock se agota. Uno vende el capital que tiene, como las empresas públicas, y luego se agota. En cambio, un flujo sigue produciendo continuamente. Si Argentina realmente llegara a duplicar en 2030 la cantidad de exportaciones por habitante, la situación respecto de la carencia de dólares sería totalmente distinta a la de los noventa. La discusión con los economistas es que eso va a ser en 2030, pero Milei y su ministro de Economía actúa como si eso fuera a suceder hoy. De cualquier forma, si uno tiene un pozo de petróleo, es probable que consiga créditos hasta poder explotarlo. Es decir, la existencia de un flujo a futuro permite endeudarse hoy.

Durante el menemismo, este modelo económico terminó en una explosión macroeconómica y una salida del 1 a 1 a casi 4, con un proceso de desocupación que se aceleró aún más. En la actualidad de Milei, hay quienes dicen que el desempleo avanza solo gradualmente, porque la economía de plataformas, como Uber o Rappi, hacen que muchos trabajadores, puedan encontrar trabajos instantáneamente. Obviamente que esto conlleva abandonar toda suposición de derechos laborales. Al mismo tiempo, si la gente carece de capacidad de consumo, las personas que trabajan allí van a tener menos trabajo. Ya hubo pérdidas de cientos de miles de puestos de trabajo: alrededor de 50 mil de empleo público y 50 mil en el privado.

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El enfrentamiento con el periodismo también es otro elemento que une a los dos momentos. En particular el caso de Perfil tiene muchas reminiscencias en ambos gobiernos. Fuimos férreos críticos de ambos, e inicialmente en soledad. El menemismo, en lugar de insultar, como en la actualidad, hizo más de treinta denuncias judiciales. De hecho, en esa época hay un fallo de la Corte Suprema titulado el “Fallo Perfil” que llegó hasta la Corte de San José de Costa Rica.

Esto no es nada cerca de lo más grave. Durante esos años, esta editorial, los argentinos en su conjunto y el periodismo en particular sufrió el asesinato del último periodista asesinado en la Argentina, el fotógrafo José Luis Cabezas, por los custodios de Alfredo Yabrán, un empresario muy cercano al gobierno. Y el edificio desde el que estamos transmitiendo ahora sufrió dos veces bombas en su frente.

El menemismo fue perdiendo fuerza por la combinación del trauma social que implicó la desocupación y los escándalos de corrupción. Milei se envuelve en casos como el de $LIBRA y el empeoramiento de las condiciones de vida de la sociedad resulta algo difícil de ocultar. Todo esto, para sostener un tipo de cambio que pueda generar una sensación de bienestar en un sector de la población a la que se le insinúa que mire para otro lado.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi

TV/ff