Freddie Mercury entona “A mi manera” con su voz, pero sin traicionar el estilo inmortal de Frank Sinatra. Charly García interpreta gemas de su última etapa, como “Influencia” y “Spector” pero suena como en los ochenta. Michael Jackson reversiona con su swing irresistible “Starboy”, el hit de The Weeknd.
Gracias a la masificación de la inteligencia artificial (IA) generativa -la creación de contenido original a partir de datos existentes-, internet desborda de música que combina lo viejo con lo nuevo, un trabajo de usuarios con más ambición experimental que ánimo de lucro. Lo logran insertando modelos de voz de artistas famosos en plantillas de código preestablecidas, recursos que circulan por cientos de sitios, usualmente gratuitos y técnicamente accesibles.
La Inteligencia Artificial y el espíritu absoluto de Hegel
La dinámica es tan atractiva para los creadores como inquietante para la industria. Hace algunas semanas, cuando se viralizó otra colaboración creada por IA, esta vez entre los contemporáneos Drake y The Weeknd, Universal Music no dudó en amenazar a Spotify y Apple Music con acciones legales.
La discográfica exigía a esos servicios de streaming que bloquearan cualquier tipo de música generada con los nuevos métodos, y que cerraran el acceso a los desarrolladores que quisieran usar sus servicios para entrenar a los algoritmos “piratas”.
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Mientras la pregunta sobre si la Inteligencia Artificial es capaz de crear arte ya suena retórica, las grandes discográficas parecen haber elegido un camino similar al de principios de este siglo, cuando el surgimiento de plataformas como Napster, que permitían compartir canciones y discos sin intermediarios, derivó en una guerra de demandas millonarias contra los usuarios.
Fue un fracaso estrepitoso que no logró obturar el avance de esas tecnologías, las mismas que reinaron hasta la llegada de los servicios de streaming, el nuevo objetivo en la mira de los viejos jugadores.
AO JL