Paola García Rey, especialista en Derecho Internacional Público, destacó que "en la mayoría de los países del Golfo no existe la democracia". "Amnistía Internacional ratifica que la construcción de los estadios en Qatar se cobraron miles de vidas", sentenció en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
¿Qué reflexión se puede hacer sobre los sistemas donde hay monarquía absoluta, como el caso de Qatar, que es donde se está jugando el Mundial?
Amnistía Internacional, desde hace 60 años, viene monitoreando la situación, garantizando los derechos humanos en todo el mundo. Tiene un un estándar único a la hora de relevar la situación, más allá de quién sea el gobierno. Ese es parte de nuestro ADN.
En ese sentido, vemos una oportunidad porque las luces están puestas en Qatar como sede del Mundial. Desde que eso pasó, trabajamos sobre cómo se construyeron los estadios y qué infraestructura se puso en juego.
En ese contexto, Amnistía Internacional ratifica que la construcción de los estadios en Qatar se cobraron miles de vidas. Y no hablo sólo de gente de Qatar, sino también de migrantes que fueron con un objetivo laboral, y terminaron perdiendo la vida.
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¿Una monarquía absoluta, en esencia, no respeta los derechos humanos?
No hacemos valoraciones sobre los Estados, con respecto a su conformación política. Por eso nos parece relevante aplicar la misma vara en todos los casos, más allá de su gobierno. El espíritu es usar la misma vara en cada contexto.
En la mayoría de los países del Golfo no existe la democracia y las alertas están encendidas. Pero contextos de trabajo forzoso en Qatar o en el norte argentino, los medimos con la misma vara.
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¿Hay algún punto de comparación entre el Mundial de 1978 y el de Qatar?
Más allá de las diferencias históricas y de contextos, Amnistía Internacional tuvo un rol parecido. Cuando el lema era que "los argentinos somos derechos y humanos", y la dictadura estaba instalada en la sociedad, Amnistía estaba denunciando a nivel mundial lo que estaba ocurriendo.
Ya en 1976 se había enviado una misión, que sirvió en la previa de la visita que hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En su momento colaboramos con la gente para exiliarse y acompañamos a quienes se quedaron en el país.
Estuvimos en contacto con las organizaciones locales, que tenían muchas dificultades para poder denunciar. Eso se parece mucho a lo que ocurre ahora en Qatar, donde no existen organizaciones de mujeres ni del colectivo LGBT.
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Hace poco tiempo, un grupo de mujeres había creado una cuenta en Twitter, para reclamar escudándose en el anonimato de la redes sociales. Pero a las 24 horas una de ellas fue intimada por el Gobierno y tuvieron que darla de baja.
Hoy las redes habilitan a que situaciones como las de Qatar tengan un nivel de visibilidad inmenso, a diferencia de lo que pasaba en 1978. Esto nos da herramientas, no para opacar el Mundial, sino para utilizarlo como oportunidad para que Qatar también sea escenario de condena por las violaciones de derechos humanos hacia sus trabajadores, las mujeres y el colectivo LGBTIQ.
JL PAR