La gran mayoría de las aves se comprometen con una sola pareja durante al menos una temporada de reproducción, pero no todas se convierten en tortolitos para siempre. Así empieza un artículo de la revista Science que explica las dinámicas detrás de los “divorcios” que se precipitan cuando uno de los integrantes decide aparearse con otro, mientras su compañero (o compañera) todavía vive. La investigación de expertos chinos y alemanes revisó estudios previos sobre las tasas de divorcio de 232 especies.
La promiscuidad masculina está al tope de los motivos de separación. Para algunos pájaros, simplemente es más fácil cortejar a múltiples hembras solteras y esparcir sus genes en tantas crías como sea posible. No pasa lo mismo con las hembras, ya que el gran gasto energético que implica producir los huevos hace que prioricen la calidad por sobre la cantidad de parejas.
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El segundo factor se centra en la migración. Cuanto mayores son las distancias hacia las zonas de reproducción, crecen las chances de que las aves tengan problemas para encontrar a su pareja habitual. Con el desencuentro consumado, algunos machos se conforman con las hembras despechadas. El cambio climático tampoco ayuda. Mientras las temperaturas se vuelven impredecibles, los tiempos migratorios se siguen alterando.
Sin embargo, unas de las conclusiones más llamativas es que las especies que pasan más tiempo juntas son las que tienen mayores tasas de separación. Nada que hubiera sorprendido a Groucho Marx, el hombre que dijo que el matrimonio es, precisamente, la principal causa de divorcio.
AO JL