Mientras LLA continúa creciendo en el interior del país, aunque aun no logre allí ganar ninguna elección, a la crisis del PRO y del radicalismo se le suma el dilema que es para el peronismo el encarcelamiento de Cristina.
El que no pueda presentarse como candidata pondrá en blanco y negro la situación real de su fuerza política y, así como puede reforzar su centralidad, al mismo tiempo puede adelantar un proceso de renovación si no es ella la que la promueve junto a la actualización de ideas que se debe el principal partido de oposición.
Opositores como Luis Juez advierten que la situación promoverá centralidad alrededor de ella fortaleciéndola, dados los problemas económicos no resueltos que vive la población. Esa es una posibilidad. Hay que tomar nota de que no todos los dirigentes peronistas están encuadrados verticalmente detrás de su liderazgo. A pesar de las manifestaciones de adhesión a su persona y repudio a la proscripción, no hemos visto a los gobernadores correr a tomar sus aviones para rodearla el día de la sentencia, tampoco a los intendentes del Conurbano ni a la cúpula de la CGT. Aunque Kicillof estuvo un rato en el PJ, el hecho de que hubiera adelantado las elecciones fue un desafío a la opinión de Cristina, que no dejó de enrostráselo públicamente.
Cristina candidata era la excusa ideal para que se siguiera discutiendo si solo ella es competitiva o si su figura genera tal nivel de rechazo que impide que sectores independientes sumen votos para vencer al mileísmo.
Kicillof está ahora ante un gran desafío. Ganar o perder la elección de septiembre, al adelantarla, será su plena responsabilidad. También colaborar para que se logre una lista de unidad.
Si ello no sucede, volverán los pases de factura. También obliga a dirigentes que antes tenían la excusa de estar bajo el ala de Cristina, o de sentirse excluidos por ella, a mostrar su propia capacidad de liderazgo.
La nueva situación judicial no saca a Cristina de la política , como no sacó a Perón proscripto. Era otra Argentina, otro liderazgo, otra estructura social. Pero a pesar de que todos convergían con el eslogan “Perón o muerte”, el paso del tiempo también dio lugar a que se intentara un peronismo sin Perón. Ello no prosperó porque Perón mantuvo el apoyo de su base social y además supo ganarse las simpatías de sectores sociales y políticos que antes lo rechazaban.
Cristina no es Perón y tampoco tiene aseguradas las lealtades políticas. Su futuro político depende de que conserve su base social, de su disposición a convocar al peronismo todo y de su capacidad para que su fuerza política amplíe los apoyos sociales y políticos. Hasta ahora, lo que vimos son convocatorias a reuniones pero no hechos concretos. Del discurso que dio en la puerta del PJ llama la atención que, recordando una vieja frase de Perón, haya dicho que el pueblo es como el agua, cuando sufre desigualdades siempre pasa, y va encontrando a su representación política, pero que eso no garantiza que sea el peronismo el que vaya a ser el vehículo elegido.
De estas palabras surgen varios interrogantes: ¿se lo planteó a los dirigentes como un desafío para que tomen el bastón de mariscal?, ¿está viendo que el peronismo se está agotando y debe dar lugar al nacimiento de otra fuerza política?, ¿está diciendo que sin ella el peronismo no tiene destino? Es difícil interpretarla pero los tres interrogantes son válidos. Cristina presa es también un desafío para el gobierno nacional. Si la lista violeta vence en las elecciones a candidatos apoyados por Cristina ya no tendrá las excusas de que es por los kukas que no se puede bajar el riesgo país y progresar económicamente. Y si no vence o no obtiene una victoria contundente en octubre, estará en problemas peores que si Cristina hubiera sido candidata.
*Consultor y analista político.