Tandil, ubicada en el centro-sudeste de la provincia de Buenos Aires, es una de las ciudades más elegidas por quienes buscan naturaleza, tranquilidad y buena gastronomía sin alejarse demasiado de la Capital. A poco más de 350 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires (unas 5 horas en auto), ofrece un paisaje serrano único en la provincia, ideal para aprovechar los próximos fines de semana largos de junio.
Aunque la Piedra Movediza es su postal más conocida, esta localidad bonaerense tiene mucho más para ofrecer. Desde miradores y senderos entre cerros hasta iglesias históricas, artesanías al aire libre y, por supuesto, sus emblemáticos quesos y embutidos. Cada punto tiene su encanto, y muchos de ellos permiten contemplar vistas increíbles del paisaje que rodea a la ciudad.
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Pero entre los atractivos más conocidos, Tandil también guarda secretos bien escondidos. Rincones que no suelen figurar en los folletos turísticos pero que sorprenden a quienes se animan a explorarlos. Uno de ellos, en particular, mezcla historia y naturaleza en un entorno que sorprende desde el primer momento.
Más abajo te contamos de qué se trata. Antes, te proponemos cinco paradas clave para disfrutar de tres días en la localidad tandilense:
Qué ver y hacer en Tandil durante el fin de semana largo de junio
Cerro Centinela y aerosillas
Ubicado a solo 5 km del centro de Tandil (a metros de la Avenida Estrada), el Cerro Centinela ofrece una experiencia completa: senderos entre árboles, una piedra vertical icónica, y aerosillas que suben hasta un mirador con vistas increíbles de la naturaleza. Ideal para caminatas ligeras o un picnic con vista. La aerosilla funciona todos los días en temporada alta, y tiene una confitería arriba de todo.
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Monte Calvario y Cristo de Tandil
Sobre la Avenida Monseñor de Andrea al 330, se encuentra este lugar que combina espiritualidad, arte y naturaleza. Es un parque amplio y cuidado, con escalinatas, una iglesia pintoresca, esculturas religiosas, un imponente Vía Crucis y un Cristo de más de 10 metros que domina el paisaje. Desde lo alto, la vista panorámica es espectacular, mientras que el recorrido por el calvario invita a una reflexión que va más allá de las creencias personales.
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Castillo Morisco
Este castillo de estilo andaluz fue inaugurado en 1923 y se encuentra en la cima del Parque Independencia (acceso por Paso de los Andes y Coronel Dorrego), a 286 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se obtiene una de las mejores vistas de la ciudad. Tiene una confitería panorámica con precios económicos y una entrada construida por inmigrantes españoles. Es perfecto para ver el atardecer.
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Cerro de la Cruz
El inicio de este cerro se encuentra al final de la calle Hermano Sabino y ofrece una de las panorámicas más amplias del cordón serrano. El acceso es empinado, algo exigente y poco señalizado, pero el esfuerzo vale la pena. Desde lo alto se ve toda la ciudad de Tandil y los cerros que la rodean. Recomendado para los que disfrutan de caminatas más intensas.

Cascada de Tandil
Aunque es una cascada pequeña, el entorno natural la convierte en un espacio relajante e ideal para pasar una tarde con familia o amigos. Si se continúa subiendo por el sendero, se accede a una zona de cerros menos transitada, ideal para los más aventureros que desean conectarse con la naturaleza. La entrada se encuentra al final de la calle Yugoslavia, a metros de la Avenida Don Bosco.
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La joya escondida de Tandil: las cavas del Cerro Leones
Si se busca una experiencia distinta, lejos de los circuitos turísticos más tradicionales, las cavas del Cerro Leones son una opción que sorprende, pero que también implica precauciones a tener en cuenta. Este paraje se encuentra en el barrio homónimo, a 7 km del centro de Tandil. El acceso se realiza por Juan Basso Aguirre al 2498. Desde allí parte un sendero peatonal.
Estas cavas son antiguas extracciones de piedra que dejaron profundas excavaciones. Al ingresar al predio —que cuenta con una tranquera que permanece abierta— se observan estructuras y maquinarias en desuso que remiten a un pasado industrial. A pocos metros se llega a la primera cava, de menor tamaño, con agua estancada y rodeada de vegetación.

Pero el verdadero tesoro está más adelante: tras seguir caminando unos 15 minutos por un sendero paralelo, se accede a la segunda cava, la más grande y profunda. Es un espacio de forma circular, con paredes verticales y agua transparente en el fondo. La caminata de ida y vuelta dura alrededor de 1 hora y media y tiene un desnivel leve, lo que la hace accesible para personas con un estado físico intermedio.
Aunque el terreno pertenece a un predio privado, es frecuente ver visitantes que ingresan al lugar bajo su propia consideración. Algunos tramos del sendero están marcados por caminantes habituales, pero no hay señalización oficial. Por seguridad, se recomienda no ingresar al agua —ya que está prohibido y puede ser riesgoso—, llevar calzado adecuado, hidratación y, en lo posible, un mapa offline de la zona para la orientación.
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Cabe aclarar que, detrás del atractivo turístico de las cavas del Cerro Leones, existe un conflicto ambiental y social en crecimiento. Según advierte la Asamblea por las Sierras, estos cuerpos de agua que son el resultado de la explotación minera en la zona, presentan altos niveles de contaminación y ya provocaron muertes por ahogamiento. Al tratarse de un predio privado sin uso activo, la falta de señalización y medidas de seguridad es evidente.
Pese a una medida judicial que exige acciones preventivas, vecinos denuncian que ni la empresa propietaria ni el municipio tomaron medidas concretas en el asunto, limitándose a restringir el acceso o a responsabilizar a quienes ingresan. Desde la organización reclaman que estos pasivos ambientales se conviertan en espacios públicos, seguros y de uso comunitario, y exigen la reparación de los daños causados por décadas de actividad extractiva sin control.