Fecha atípica en el Teatro de Flores para cerrar septiembre por la condición misma de un concierto extremo, desde lo humano y lo musical.
La apertura de la velada internacional fue con la banda suiza Burning Witches, con todas integrantes femeninas que por primera vez se presentaba en Argentina con una propuesta de heavy clásico, toques thrash y algo de glam rock ochentoso.
El grupo liderado por la guitarrista Romana Kalkuhl tiene en las voces a la holandesa Laura Guldemond. La potencia vocal de ella no fue a la saga a un sonido demasiado compacto en donde la batería formaría una verdadera caja de resonancia. La distorsión rebotaba por todo el recinto mientras el volumen de las violas pujaban por distinguirse en una fricción estridente.
¿El resultado? Anular parte de la vocalización de Guldemond quien, por falta de potencia o impericia técnica en el sonido de los instrumentos, quedó relegada en un segundo plano. Con mucho más carisma (y bastante sobreactuación) que otra cosa, la rubia cantante ex Shadowrise arengó desde el vamos en Executed y Wings of Steel con sonidos que recordaría un poco a los viejos Sanctuary (pre Nevermore) y los clásicos Virgin Stelle.
Luego asomaría a escena el crédito local Serpentor y, vaya sorpresa, los que mejor sonarían en la noche. El grupo thrash demostró por qué es una de las pocas bandas extremas que envejeció en forma madura. Un sonido justo y mucha actitud sirvió de separador entre las féminas y el peligro teutón que se acercaba.
El cierre con Lloviendo sangre (sí, Raining Blood, el clásico tema de Slayer) destapó la mayor olla poguera de la noche, aún mas que con Destruction y dejo temblando al recinto de Flores.
El carnicero sin su hacha madre
El comienzo con Diabolical ya enmascararía un concierto peculiar de Destruction, los ases alemanes del thrash. Un recital histórico, pero justamente no en el buen sentido.
Desde el vamos, el bajo de Marcel Schmier estaba a un volumen tan elevado que los graves retumbaban en el pecho de los presentes como si fuese un mensaje de "acá mando yo". Y, sin dudas, hoy el cantante y bajista alemán es amo y señor de un grupo que se vio en una situación inédita. En agosto de 2021, Mike Sifringer, guitarrista co fundador del grupo y alma musical de la banda (junto a Schmier y el baterista Tommy Sandmann, allá por 1982, cuando eran Knight of Demon) decidió dejar la escudería germana.
¿Y abandonar la música? Algo así parece porque no se lo volvió a ver sobre las tablas ni tampoco formar parte de proyecto musical alguno. El motivo de tal radical decisión ("desconexión" de la banda, faltar a los ensayos y cambiar de estilo de vida, según declaró Schmier pero sin profundizar demasiado) se dio luego de la salida del disco en vivo Live Attack.
Esta partida dejaría al combo thrasher en una situación de, por un lado, cierta indefensión hacia el futuro sonoro del grupo y, por el otro, ante una oportunidad única de refundación de la banda.
A saber, desde la partida del violero su lugar fue ocupado rápidamente por el argentino Martin Furia (ex Bark, Furia, Jesus Martyr y The Killing) quien ya venía trabajando como ingeniero de sonido y tour manager del conjunto. Sacaron el single State of Apathy (¿palazo para Mike?) junto al guitarrista Damir Eskic y Randy Black, en batería.
Sinfonía de la destrucción
Volviendo al comienzo del show en Flores, el arranque con Diabolical (título de su último disco) confirmó lo que se escuchaba en Live Attack, la toma 2021 en vivo del grupo: cómo las dos nuevas guitarras desvirtuaron la cruda esencia ochentosa del sonido de Destruction.
El tandem Furia-Eskic le da más potencia al grupo pero lo enrosca en una modernidad sonora no compatible con la estirpe primigenia de un sonido clásico: el de la afilada guitarra de Sifringer.
Hoy Destruction parece una banda que se autotributa en vivo con un ensamble de covers que se relame en su pedigree thrasher. Y si a esto le sumamos un sonido desajustado, la ecuación no da buen resultado.
El rabioso Death Trap intentó darle impulso a la velada metalera pero lo único que logró fue ir estructurando el arremolinado pogo en donde se veía más desahogo que disfrute como ocurrió con Nailed to the Cross metiendole el "Fucking" en el medio del título, por parte de Schmier.
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Para el inoxidable Mad Butcher (el tema que más tocaron a lo largo de su carrera), una de las sorpresas fue ver a Laura, sí, la voz de Burning Witches, metiéndose en el pogo a los saltos y a pura sonrisa para luego quedarse con parte de la banda a un costado para ver la propuesta alemana de thrash metal.
"El sonido es como una bola y pega en el pecho", explicaba ante la consulta de este cronista por los problemas de ecualización existentes. Y la pregunta obligada: ¿qué función cumplen hoy por hoy las pruebas de sonido si no es para calibrar cualquier inconsistencia técnico-sonora y que cada instrumento se perciba lo mejor posible?
En Life Without Sense comenzó el verdadero show con un sonido que, muy de a poco, se fue ajustando y el disfrute fue sin tanto barullo y confusión. Recién para Release from Agony, poco antes de mediar el concierto, cada distorsión se tornó soportable y dejo ver la fuerza centrifuga e inalterable de Schmier quien con sus agudos clásicos demostró un óptimo nivel vocal a pesar del paso de los años.
La canción Repent your Sins pasó sin pena ni olvido (tacharon de la lista Tormented of Souls, una fija de este Diabolical Tour) para más tarde dejar oír el repiqueteo del doble bombo como antesala de Tormentor, otro vivo ejemplo de como Destruction moldeó con modernidad una gema del inigualable disco Infernal Overkill (1985).
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Sin dudas, los clásicos ochentosos no encajan en este molde 2022 (Eternal Ban, un caso) pero si tracciona con sonidos del año 2000 en adelante como The Butcher Strikes Back, del disco que los sacó del ostracismo a comienzos del nuevo milenio, luego de incursionar durante una década (1989-1999) sin Schmier entre sus filas: All Hell Breaks Loose.
Para más tarde quedaría la estampa de la historia y la intro asesina de Total Desaster para luego enganchar uno de los temas mas festejados de la noche: Curse the Gods y que Flores sea un desmadre thrash.
A la hora de los bises llegó el festejado Thrash ´till Death, uno de los últimos clásicos compuestos por el grupo (perteneciente a The Antichrist) para cerrar con el inoxidable Bestial Invasion que desató el último pogo de la noche para una velada atípica del carnicero loco del thrash.