OPINIóN

Causa AFI: "Un mal cuento de espías"

Lo que queda después de leer la sentencia de Cámara es la ilusión de que el Congreso tomará cartas en el asunto y ordenará o desaparecerá esta agencia que así, no tiene sentido alguno.

Silvia Majdalani.
Silvia Majdalani. | NA

Nuestro protagonista es un conjunto de espías vernáculos que se comunica por chat. Han creado un grupo de whatsapp, que se llama Súper Mario Bros. Y se divierten como locos. El nombre del grupo alude a un popular juego Nintendo cuya existencia conseguí ignorar hasta hoy, pero parece que fue -y es- sensación mundial. En el juego los hermanos Mario (Mario Mario y Luigi Mario) son dos plomeros que persiguen y liquidan a los malos que salen de las alcantarillas (del inframundo).

Los nuestros no son plomeros ni, mucho menos, héroes que nos libran del mal. Son personal de inteligencia que persigue a gente de lo más variopinta (políticos, funcionarios, jueces, periodistas y ciudadanos comunes). Gente que sale de su casa, va por la calle y vuelve después de trabajar. De entrada, en el que imagino será su instante más festivo y glorioso, los espías eligen el seudónimo (v.gr. “Ramona” para la diputada Caamaño, “durazno” para Luis Barrionuevo, “llave vínculo” para Emilio Monzó, “madera” para Massot, “anaconda” para el periodista Alconada Mon. Luego, los fisgonean, les sacan fotos, y los “peinan” por internet haciendo uso de información pública (registros públicos y redes sociales). Los espías trabajan muchísimo y sin parar. Se dedican al “objetivo” cuatro días, a lo sumo una semana y, enseguida, pasan a otro. Pero a veces “peinan” a varios objetivos a la vez y la faena se les complica bastante. Se quedan con una carpetita de cada uno y cobran sus sueldos de la AFI que pagamos todos con nuestros impuestos.

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Este grupo de espías es el que investigó el juez Villena y ahora el subrogante Bava en la famosa causa de Dolores. Bava procesó a 39 personas por asociación ilícita y espionaje ilegal. Ayer, la Cámara Federal revisó esta primera decisión. Por mayoría, revocó el procesamiento por asociación ilícita y confirmó, sólo para algunos, el de espionaje. A la vez, procesó a la Sra. Majdalani, segunda de la inteligencia, (sólo) por violación de los deberes de funcionario público.

Se preguntará el lector ¿y para qué hacían eso? Evidentemente para nada vinculado a la seguridad nacional interna o externa. Más bien parece una banda que usa esa información para perjudicar a la gente: para vendérsela (extorsión o chantaje), para venderla a otros o, sencillamente, para defenestrarla. Sí, un espanto. La Cámara le dijo al Juez que su hipótesis de que hacían esto con un plan común y permanente de vasto alcance para menoscabar la situación institucional, política económica, no se sostiene. Y ello porque, algunos casos, el objetivo del grupo era claramente económico en otros pareciera que el descubrimiento de las fuentes de los periodistas y casos parecían responder a encargos particulares quien sabe de quién. La mayoría no se entiende, sinceramente.

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Yo tampoco sé si lo que hace esta gente es espiar. Espiar es, en la primera acepción del DRAE “acechar, observar disimuladamente a algo o a alguien”. En la segunda: “intentar obtener informaciones secretas de un país o de una persona”. Cuando hablamos de espías a sueldo del Estado, lo que imaginamos es lo segundo es decir que obtengan información secreta que nos proteja de ataques internos o externos. En todo caso, es muy claro que no deben y que no pueden hacer lo que hacían porque además de ilegal (viola la ley de inteligencia) es inconstitucional (art. 19 CN). En fin, lo que queda después de leer la sentencia de Cámara es la ilusión de que el Congreso tomará cartas en el asunto y ordenará o desaparecerá esta agencia que así, no tiene sentido alguno. Prefiero al inútil del Agente 86 y a su novia, que por lo menos nos hacían reír.

 

* Alejandro Freeland. Doctor en Derecho. Penalista. Profesor de Derecho Penal.