OPINIóN
Tiempo libre

El placer de leer, siempre (segunda entrega)

Las vacaciones, sin la presencia diaria o semanal de unas páginas en las cuales posar los ojos, como que les falta algo. Hoy hablaremos de Claudia Piñeiro.

Lectura en vacaciones
Lectura en vacaciones | Congerdesign / Pixabay

Si esta novela es la primera que usted lee de Claudia Piñeiro, merecedora de diversos premios nacionales e internacionales, con varias de sus obras traducidas a otros idiomas, seguramente no será la última porque se sentirá atrapado del primero al último capítulo. Palabra de Ángel.

Nacida en 1960 en Burzaco, provincia de Buenos Aires, es autora de novelas: “El secreto de las rubias”, inédita, 1991; “Las viudas de los jueves”, 2005; “Tuya”, 2008; “Elena sabe”, Clarín/Alfaguara, 2007; “Las grietas de Jara”, 2009; Betibú, 2011; Un comunista en calzoncillos, 2013; Una suerte pequeña, 2015; Las maldiciones, 2017; y Catedrales, 2020 (todas ellas editadas por Alfaguara). De una narración histórica, “El fantasma de las invasiones inglesas” Norma, 2010. De relatos para niños: “Un ladrón entre nosotros”, Norma 2005, y “Serafín, el escritor y la bruja”, Edebé, 2000. De cuentos: “Quién no”, Alfaguara, 2018; "Lady Trópico", en Hombres (y algunas mujeres), revista Zenda, 2019. Y de obras de teatro: “Cuánto vale una heladera”, 2004; “Un mismo árbol verde”, 2006; “Verona”, 2007; “Moríte, gordo”, 2008; y “Tres viejas plumas”, 2009.  

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Pocas páginas, sólo tres personajes, -la protagonista, su marido y su hija-, capítulos cortos, relato ágil, con aire de novela policial, entretenida, algunas notas periodísticas, citas de libros sobre medicina forense, cuadros sinópticos con sus acotaciones al margen para aclarar ideas y acciones.

La vida de Inés se desarrolla en el hogar, en compañía de su hija -cuya vida se nos cuenta en paralelo a través de conversaciones con una amiga y un muchacho que conoce en la estación Retiro, en la ciudad de Buenos Aires-, hasta que un buen día cuando “uno se cree que lo tiene todo, que su familia es un modelo” se encuentra con algo totalmente inesperado: un corazón dibujado con rojo de labios, cruzado por un “Te quiero” y la firma “Tuya” en el maletín de Ernesto, su marido.

El placer de leer, siempre

El calvario de Inés ha comenzado. ¿Quién será esa “Tuya”? Estudia el comportamiento de su marido, revisa sus pertenencias, decidida a todo, se atreve a seguirlo, hasta que lo descubre en los bosques de Palermo discutiendo a los gritos con su amante y secretaria, a la que empuja y hace caer golpeándose la cabeza, lo que le produce la muerte instantánea.

De ahí en más, las cosas se complican. Inés deberá ingeniárselas para encubrir el crimen de su marido y así conservar su matrimonio, la comodidad de una familia de clase media. No le importará vivir junto a un marido que le  es infiel, y una hija adolescente, Lali, quien ante una madre y un padre abandónicos e hipócritas, “vive encerrada en su cuarto”, cargando con un problema muy serio del que sus padres no tienen la menor idea.

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Muy bien escrita, hay humor, inteligencia, en “Tuya”, editada por Alfaguara en el 2008, novela altamente recomendable, una joyita que no te suelta, hasta la última palabra y que fue llevada al cine en el 2015, bajo la dirección de Edgardo González Amer.

“Para aquel entonces hacía más de un mes que Ernesto no me hacía el amor. O quizá dos meses. No sé. No era   que a mí me importara demasiado. Yo llego a la noche muy cansada. Parece que no, pero las tareas de la casa, cuando una quiere tener todo perfecto, te agotan. Si por mí fuera, apoyo la cabeza en la almohada y me quedo dormida ahí mismo. Pero una sabe que si el marido no la busca en tanto tiempo, no sé, se dicen  tantas cosas. Yo pensé, lo tendría que hablar con Ernesto, preguntarle si le pasaba algo. (…) Yo más o menos me imaginaba lo que le estaba pasando a Ernesto. Si trabajaba como un perro todo el día, y cuando le sobraba un minuto se metía a hacer algún curso, a estudiar algo, ¿cómo no iba a llegar agotado a la noche? Y entonces me dije: “Yo no voy a andar preguntando, si tengo dos ojos para ver, y una cabeza para pensar”. Y lo que veía era que teníamos una familia bárbara, una hija a punto de terminar la secundaria, una casa que más de uno envidiaría. Y que Ernesto me quería, eso nadie lo podía negar. Él nunca me hizo faltar nada. Entonces me tranquilicé y me dije: “El sexo ya volverá cuando sea el momento; teniendo tantas cosas no me voy a andar fijando justo en lo único que me falta”. Porque además uno ya no vive en los años sesenta, ahora uno sabe que hay otras cosas tanto o más importantes que el sexo. La familia, el espíritu, llevarse bien, la armonía. ¿Cuántos hay que en la cama se llevan como los dioses y en la vida se llevan a las patadas? ¿O no? ¿Para qué iba a buscarle la quinta pata al gato, como hizo mi mamá?

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"Pero al poco tiempo me enteré de que Ernesto me engañaba. Fui a buscar una lapicera y como no encontraba ninguna abrí su maletín y ahí estaba: un corazón dibujado con rouge, cruzado por un 'Te quiero', y firmado 'Tuya'. Una reverenda grasada, pero la verdad es que en ese momento me dolió. Estuve a punto de ir ahí mismo y refregarle el papel por la cara y decirle '¡pedazo de hijo de puta, ¿qué es esto?!'. Pero por suerte conté hasta diez, respiré hondo y dejé todo como estaba. (...) Y mientras Ernesto monologaba con Lali, yo me iba imaginando que le iba a decir. Porque mi primera reacción de preguntarle: '¿qué es esto?', ya la había descartado. ¿Qué me iba a contestar? Un papel, con un corazón, un te quiero, una firma. No, esa era una pregunta estúpida. Lo importante era saber si ese papel significaba algo importante para él, o no. Porque en definitiva, y por más que a una le pese, a toda mujer, en algún momento, le meten los cuernos. Es como la menopausia, puede tardar más o menos, pero ninguna se salva". (…) “Se debe estar sacando alguna calentura”, pensé. Porque hoy por hoy las mujeres están muy lanzadas. Ven a un tipo y lo buscan, lo buscan, y el tipo si no hace algo se siente un imbécil. “La verdad”, me dije, “para qué lo voy a encarar a Ernesto y hacerle todo un planteamiento, cuando dentro de una semana esta mujer ya va a ser historia antigua. ¿O no?