OPINIóN
Tiempo libre

El placer de leer, siempre

Las vacaciones, sin la presencia diaria o semanal de unas páginas en las cuales posar los ojos, como que les falta algo...

Lectura en vacaciones
Lectura en vacaciones | Makunin / Pixabay

Las vacaciones, sin la presencia diaria o semanal de unas páginas en las cuales posar los ojos, como que les falta algo... Para que eso no ocurra, elegí una novela cuya protagonista podría ser cualquiera de ustedes, lectoras, y tal vez lo hayan sido y sino, porqué no serlo, como le dijo hace un tiempo Maru Sacristán a su querida amiga Ana Lía Fernández.

Su autora, Sara Sefchovich, nació el 2 de abril de 1948 en la ciudad de México. Es licenciada y maestra en Sociología y Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México; traductora, profesora, Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la misma UNAM, articulista en periódicos y revistas, conferencista en México y en el extranjero, cofundadora del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).

Becaria del Instituto Nacional de Bellas Artes -INBA- y de la Fundación Guggenheim. ​Medalla “Gabino Barreda” al Mérito Académico por la Universidad Nacional Autónoma de México. Premios Plural de Ensayo (1989); “Agustín Yáñez por su novela Demasiado amor (1990); “Leona Gerard Endowed Lecture”, por la Universidad de California (1993); “Manuel Levinsky” por la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México (2010). Mención Honorífica por el Club de Periodistas de México (1997); y la Medalla Omecíhuatl por el Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México (2011).

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Autora de los siguientes ensayos: La teoría de la literatura de Lukacs (1979); Las primeras damas (1982); Mujeres en espejo, Antología de narradoras latinoamericanas del siglo XX, Volumen I (1983); y Volumen II (1985); Ideología y Ficción en la obra de Luis Spota (1988); País de mentiras. La distancia entre el discurso y la realidad en la cultura Mexicana (2008); ¿Son mejores las mujeres? (2011); Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México (2014); El cielo completo, mujeres escribiendo, leyendo (2015); La marca indeleble de la cultura (2016). Y de las siguientes novelas: Demasiado Amor (1991), La señora de los sueños (1993), Vivir la vida (2000).

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La novela elegida nos adentra en un mundo a la vez cotidiano y fantástico. Veinte años de matrimonio, dos hijos adolescentes, y una cotidianidad repetitiva, insípida y aburrida constituyen la vida no vivida de la señora Ana Fernández: que la casa esté limpia, la ropa planchada y ordenada, que no falten la comida ni los medicamentos, los arreglos florales en la mesa del comedor, no retrasarse en el pago de los servicios, atender al cartero y a los vecinos, conseguir el plomero y el cerrajero, que las amigas y amigos sean bienvenidos…

Un día, de regreso de las compras domésticas, Ana se detiene frente al aparador de una librería, atraída por la portada de un libro. Después de muchas dudas se anima a llevárselo y cuando se sumerge en su lectura descubre un mundo insospechado que le dará nuevo sentido a su existencia.

Y desde entonces, en un clima familiar enriquecido por su descubrimiento, se dedica a leer, para vivir, a través de las páginas, las  experiencias de otras mujeres y también de otros hombres en otras geografías, en diversas culturas y en distintos tiempos históricos.

Editada por Planeta Mexicana en 1993, así comienza “La Señora de los sueños”, una novela para disfrutar en estas vacaciones, respetando las recomendaciones y medidas de las autoridades sanitarias.

“Yo, Ana Fernández, pobre de mí, soy una mujer que se aburre.  La vida me pesa, no hay nada que me interese y no le encuentro sentido a la existencia.

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Tengo el alma envejecida, me siento un trapo, una jerga, me estoy secando. Vivo en el hastío mientras las horas van limando los días y los días van royendo los años. Vivo como muerta en esta vida no vivida y se me escurre entre las manos la vida, mi vida.

Nunca hubiera pensado que este vacío podía ser tan fatigoso. Paso tantas horas sin quehacer ni ocupación, los minutos se me hacen eternos inventando con qué llenar el tiempo. Me sé de memoria mi mundo tan estrecho, ya no me emocionan sus ruidos y a ciegas encuentro sus rincones.

Preferiría renunciar a seguir adelante, me da pánico pensar que llegará mañana y la otra semana, el siguiente mes y dentro de cinco años y todo seguirá igual

¿Habrá salida a esta aridez, a este ahogo, a esta asfixia? ¿Se puede desear algo que no se sabe qué es, añorar una felicidad que quién sabe si exista, sentir nostalgia por lo desconocido?

Quisiera gritar, sólo que ¿habrá alguien que me escuche? y ¿serviría de algo?

Ama de casa, esa soy yo, ama y señora de mi hogar. Paso el día yendo de un cuarto a otro, aquí tiendo la cama, allá le doy vuelta a la sopa, ahora paso un trapo húmedo y después acomodo, una vez más, los adornos. Esta soy yo, la reina de la casa, la patrona de la licuadora, de la ropa sucia, de los sartenes y la plancha, la mujer libre para elegir si gasto mi tiempo en ordenar o en limpiar, si gasto mi dinero en jitomates o en pan, si gasto mi esfuerzo en el mercado o en el salón.

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(…)

La casa, mi casa, mi reino. Aquí vivo desde hace casi veinte años, aquí he visto nacer y crecer a mis hijos, mis muy queridos hijos, y he visto engordar y encanecer a mi marido, mi muy querido marido. Aquí, entre estas cuatro paredes que son mías luego de años y años de pagos mensuales, aprendí a hacer los mejores pasteles, a planchar como los ángeles y a tejer como las mujeres de los cuentos. Y aprendí a sonreír cuando me cambiaron las pasiones de la cama por los elogios de la cocina. Aquí, entre estas cuatro paredes he sentido lo que es la felicidad, la de tirar unos zapatos viejos, cambiar una mesa de lugar, volver a ordenar un estante.

 (…)

Yo, la mujer perfecta, la reina de su hogar, la feliz esposa de su marido, la orgullosa madre de sus hijos, la buena hija de sus padres, la gentil cuñada de sus cuñadas, la amable vecina de sus vecinos, la cumplida ciudadana, la habitante virtuosa de este país, llena de deberes, tapizada de obligaciones, cumpliendo todo a tiempo, de buena manera y con buena cara.”