OPINIóN
Reflexión

Las injusticias nunca son sin consecuencias

Las injusticias producen consecuencias imposibles de medir. En la Argentina vivimos injusticias, inseguridades y falta de honestidad. Problemas que crecen al ritmo de la inflación, temas que se hacen difíciles de pensar.

Injusticia
Injusticia | Sang Hyun-Cho / Pixabay

Las injusticias producen consecuencias imposibles de medir. Cuando un niño es tratado injustamente o maltratado aprende a ser injusto y a maltratar, salvo que haya encontrado la forma de superarlo.

Cuando un chico es abusado será un adulto abusador, salvo que haya logrado zafar de esa situación.

Cuando se trata injustamente a una persona esto le produce impotencia llevándola a la paralización o a la violencia.

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En nuestro querido país vivimos injusticias, inseguridades y falta de honestidad. Problemas que crecen al ritmo de la inflación, temas que se hacen difíciles de pensar.

Diferencia entre error e injusticia

No hablo de ningún gobierno en particular, hablo de nuestra patria en la cual, desde hace muchos años, muchísimos las estructuras gubernamentales han perdido la noción de justicia, el sentido común y la valentía para recuperar esos valores. Son como fantasmas que “se miran, pero no se tocan”. Esto produce impotencia, y crea situaciones traumáticas. Son traumáticas porque no se puede dar una respuesta apropiada y no queda otra que cargar con ellas o someterse. Por eso son tan difíciles de elaborar.

En nuestro país los que tienen poder, creen ser el poder. El que representa la ley, cree ser la ley, y esto es una confusión tan dañina y que por ser habitual se naturaliza. Los ciudadanos ya no registran y la consecuencia es que la población pierde todos sus derechos. Nos hemos quedado sin palabras y aunque se hable nadie escucha.

Si hay un conflicto no hay con quien hablar, y la única que queda es ir a consultar la página Web, pero ésta no piensa, ejecuta lo que alguien que piensa (con suerte y con viento a favor) le ordenó al técnico que programe.

Contra la injusticia y la indiferencia

Si se consulta a un abogado porque una institución le cobra injustamente algo a alguien, todos coinciden en que: “no te queda otra que pagar y luego reclamar”, no pagarlo sería peligroso. Uno es un delincuente hasta que demuestre lo contrario, pero a su costo, padecimiento, paciencia y soportar que, si le devolvieran algo, después de años, sale más caro el colectivo que lo que va a cobrar. El lema es: pague y veremos, veremos después lo sabremos…

Otra cosa que me sorprende es el lenguaje que usan los políticos. Usan palabras como: esperanza, optimismo, fe, y expresiones como: “todos juntos”, “vamos todos”, “frentes”, “podemos”, “nos merecemos”.

Cuando los escucho no sé ni quiénes hablan ni a quiénes le hablan. Me parecen infantiles, manipuladores y también autoritarios.

Nadie se escucha, a nadie le interesa lo que piensa el otro. No es posible intercambiar ideas, ni lograr una conversación. Estamos condenados a escuchar a algunos, no todos los políticos y periodistas, a decir siempre las mismas cosas. Todo igualito. Hay un dicho que reza: “es mas fácil creer una mentira que se dice mil veces que una verdad que se dice por primera vez”.

El poder de la mentira

Cada uno se revuelve en su propia pobreza. Y no sólo de la pobreza económica, que se sufre, que es una situación traumática de la cual no se puede escapar, sino de la pobreza del pensamiento y de la falta de honestidad. Cuando lo que se empobrece es nuestro pensamiento, éste se paraliza, convirtiéndose en una situación trágica, en tanto y en cuanto no tiene salida. No es posible la libertad del pensamiento entonces termina inevitablemente en destrucción y muerte.

Sí un ciudadano tiene un problema cualquiera, nadie lo va a escuchar, aunque grite, es como si estuviera encerrado en la cárcel o perdido en un bosque, o ser un náufrago. ¿No?

La ignorancia, el pensamiento mágico, las promesas místicas y el futuro que nunca llega, son un alto riesgo y alimentan la grieta.

Prometen que, con esperanza, se come, se vive...Pero la esperanza no es la democracia. Una expresión vulgar, pero no menos real, dice: “el que escupe al techo le cae encima”. Gran parte de la población cree que el campo es un señor que, con vaso de whisky en mano mira mientras otro recoge la cosecha y engorda el ganado y que está sentado como un Pasha. Se habla de aristocracia, de oligarquía o de terratenientes. De derecha o de izquierda. Cuando escucho estas palabras que se usan como adjetivos, no sé si reír o llorar, creo que me está hablando mi abuelito.

“Debemos desnaturalizar la injusticia y la desigualdad”

Estos sujetos que así se expresan, así convencen a gran parte de la sociedad. Sobre todo, al 50% de la población que está bajo la línea de pobreza, hacinada en una villa o en un barrio sin cloacas, sin agua y a veces sin luz. Parecería que esto es mejor que vivir en una humilde casita en el campo, pero con espacio para plantar, tener gallinas, cerdos y donde siempre habrá algo para comer.

Pobres pero dignos, no en la miseria o en la indigencia, ni sintiéndose humillados sin saber porqué. Ni a quién hacer responsables porque no se acuerdan, ni saben porqué sus abuelos decidieron emigrar a las grandes ciudades. Aquellos líderes que los maleducaron, nunca se dieron una vuelta por el campo y menos a las cinco de la mañana cuando los pequeños agricultores ya están trabajando, ya han tomado su mate y todavía está oscuro. Lo mismo les pasa a los ganaderos o los criaderos. (ver en YouTube Soy Tribu_Ángela). Todos los políticos se jactan que recorren todo el país, me pregunto ¿por dónde van?…

¿No han visto llorar a un verdadero trabajador mirando el cielo e implorando que llueva, ni desesperados por una peste, por la langosta, por la sequía o simplemente llorando sobre su camión, su tractor o su cosechadora muertos de frio, porque no pueden ponerlos en marcha porque la nafta se hizo hielo?

Ninguna injusticia se justifica

Otros a los que hacen responsables, y se los discrimina, es a los empresarios grandes o medianos, dueños de grandes o pequeñas empresas, grandes o pequeños comerciantes. Parecería que no son trabajadores y a los que se los llama “trabajadores” les preguntaría ¿a dónde van a trabajar? O, va a llegar un gobierno maravilloso que nos convertirá a todos por igualen cuentapropistas. ¡Me anoto! ¡Y los voto!

Como profesional miro el cielo al igual que como los del campo, deseando que haya gente que pueda trabajar para pagar por mi trabajo.