Hasta que apareció el coronavirus, en el mundo se fabricaban 5 mil millones de vacunas por año de todas las enfermedades conocidas. Para dar respuesta al Covid, la capacidad productiva necesita triplicarse y pasar a 15 mil millones de dosis. Este esfuerzo colosal, demuestra los claroscuros de la globalización. Por un lado, los avances científicos han permitido en tiempo récord alianzas entre investigadores, laboratorios, conocimiento de base y aplicado. Por el otro, la producción y distribución están concentradas en pocas geografías. Más del 60% de las dosis de vacunas contra el Covid fueron aplicadas en solo tres países del mundo y los países de ingresos altos recibieron 67 veces más dosis que los países de ingresos bajos. América Latina es una de las regiones que más sufre este desabastecimiento selectivo: apenas 3% de la población recibió el esquema completo de vacunación.
La justicia social sanitaria debe superar la trampa del “demasiado poco y tarde”
Lo anterior significa el estallido de la globalización: cadenas de valor atascadas en la codicia, barreras arancelarias que transforman en un mito el libre comercio, multilateralismo que avanza a ritmo cansino sin coordinar una nueva gobernanza, muros de marcos regulatorios obsoletos, asimetrías de poder.
La justicia social sanitaria es un desafío global que debe superar la trampa actual del “demasiado poco y demasiado tarde”. Porque no habrá recuperación económica sin antes corregir las distorsiones en este ámbito.
La plataforma internacional “Geopolítica de las vacunas. Hacia una estrategia argentina de desarrollo y producción”, lanzada esta semana por el Consejo Económico y Social (CES), tiene justamente como propósito consolidar una fase colaborativa que potencie el bien común de la salud.
Fueron significativas las palabras inaugurales de la economista Mariana Mazzucato, quien es además asesora internacional del CES: “Necesitamos un Estado que actúe por misiones, promoviendo la inteligencia colectiva”.
Además de Mazzucato y ministros del gabinete nacional, la plataforma contó con la participación de primeras figuras internacionales, como el ministro para el Despliegue de Vacunas contra el Covid del Reino Unido, Nadhim Zahawi; el director de la Alianza para la Vacunación (Fondo Covax), Santiago Cornejo; la directora general de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa Etienne; el director de Propiedad Intelectual de la Organización Mundial de Comercio, Antony Taubman; y Richard Hatchett, del Centro de Preparación para Epidemias (CEPI). También participaron representantes de empresas y laboratorios del sector privado nacional, de las provincias, académicos y científicos.
La convocatoria fue plural por convicción y necesidad. No hay fronteras ideológicas en esta materia. Un mundo donde los países más ricos del G-7 promueven un impuesto básico global sobre las corporaciones multinacionales y donde los Estados Unidos impulsa revisar los derechos de propiedad abusivos sobre patentes, demuestra que la audacia creativa debe guiar también nuestra discusión desde América Latina.
En Argentina contamos con las condiciones para ocupar una posición de protagonismo regional
Los organismos multilaterales deben jugar un rol clave como proveedores de los instrumentos financieros para movilizar recursos hacia I+D+I (investigación, desarrollo, innovación), donde la inversión en innovación para la salud en la región es apenas 0,03% del PBI, muy por debajo del 0,5% de países desarrollados.
Necesitamos co-crear una hoja de ruta para avanzar con reformas que pongan al interés público por encima de derechos de propiedad intelectual, en línea con la iniciativa lanzada por India y Sudáfrica en la OMC y que tiene el apoyo de varias decenas de países.
La Argentina no se queda de brazos cruzados, porque contamos con todas las condiciones para ocupar una posición de protagonismo regional ante este desafío, donde la colaboración con entidades internacionales resulta clave para elevar los estándares de calidad. Se trata de identificar las necesidades emergentes, como la proliferación de nuevas variantes del virus en la región, e impulsar políticas públicas que brinden soluciones efectivas, porque la pandemia –convertida en algún momento en endemia- ha venido para quedarse.
El camino comenzó a transitarse en nuestro país con una trayectoria de creatividad y talento, y con victorias tempranas que alimentan el optimismo:
- El ambicioso proyecto de la Universidad de San Martín, el Conicet y la Fundación Cassará, que apunta a diseñar y producir localmente un prototipo de vacuna que actúe como refuerzo, que brinde inmunidad ante variantes regionales del virus y que pueda ser usadas por grupos etarios más jóvenes.
- El Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional de Córdoba refleja el potencial del sector público para innovar, producir y exportar fármacos inyectables.
- La empresa tecnológica Gihon con base en Mar del Plata exporta insumos para la fabricación de vacunas a casi 100 países en el mundo.
- La Fundación Leloir, junto a la compañía biotecnológica brasileña Vaxinz y el Hospital Italiano, diseñaron una vacuna de segunda generación que se encuentra en etapa de ensayos clínicos.
- La firma Mabxience elabora el principio activo de la vacuna de Astrazeneca y los laboratorios Richmond producirán en la Argentina la vacuna rusa Sputnik V.
- Sinergium, que provee vacunas antigripales a toda la región a través de la Organización Panamericana de la Salud, avanza con la posibilidad de producir localmente la vacuna de Sinopharm.
- La firma Biosidus fabricó un medicamento inhalable para el Covid a base de interferón que, según las pruebas efectuadas en el Hospital de Clínicas en otra muestra de articulación público-privada, brinda buenos resultados para pacientes con covid leve o moderado.
- La compañía tecnológica Inmunova produjo un suero hiperinmune equino contra el coronavirus que fue utilizado en 17 provincias, en más de 250 hospitales y que contribuyó al tratamiento de 10 mil pacientes en etapas tempranas.
- ANLIS-Malbrán forma parte de una plataforma internacional de data sharing liderada por el Instituto Wellcome Sanger del Reino Unido y tiene como meta construir una plataforma de información genómica y bioinformática sobre el virus.
Cuando desde el Consejo Económico y Social apostamos por la cultura del encuentro como política de Estado, no aludimos ni a las meras palabras ni a las actitudes ingenuas. Nos referimos a este tipo de experiencias que demuestran –con hechos- que el nuevo nombre de la utopía se llama cooperación.
*Presidente del Consejo Económico y Social. Secretario de Asuntos Estratégicos de la Argentina.