Fui a ver Matrix 4 – Resurrecciones y me resultó imposible dejar de lado ciertas cuestiones relativas a la tecnología (¿cómo no? ¡Es Matrix!) en vínculo y sintonía con la educación (¿cómo no? ¡Soy docente!). Un sincretismo muy del Siglo XXI.
En primer lugar, la brecha digital: tan clara, tan visible, tan puesta en primer plano con la pandemia. Por supuesto que todes conocimos el Zoom e incorporamos miles de vocablos nuevos, desde el “esperame que ya me zoomo” hasta los intercambios cuasi espiritistas de “¿estás ahí? ¿Mandá alguna señal, una reacción, si me estás escuchando bien?”.
Finalizando el segundo ciclo escolar virtual (vamos, que la bimodalidad se sostuvo hasta recién-recién: que tire la primera piedra quien nunca debió aislarse con su burbuja-aula), creo que damos por sentado que la tecnología educativa llegó para quedarse. Lo festejo y lo comparto, pero también me pregunto: ¿llegó a todos lados? ¿De igual manera? ¿Con idénticas posibilidades para cualquier rincón del país, del mundo? ¿O estamos una vez más –y tan marcado…– frente a una nueva forma de la reproducción social que promueven las instituciones educativas, de la que ya hizo gala Bourdieu? La díada ‘hegemonía-consumo’ se da otra vez de frente consigo misma.
¿Educar a distancia o virtualizar la presencialidad?
En segundo lugar, que vivimos alienados es un tanto cierto, ¿no? Ya había dicho Cypher en una entrega anterior que “en la ignorancia está la felicidad”. Sobre el final de esta cuarta parte (tranquis, no es un Spoiler Alert), explicitando un poco la moraleja, los personajes principales se toman unos minutos para reflexionar (innecesariamente) al respecto. Si bien no hay guiños a los sistemas educativos, de alguna manera las instituciones escolares son un poco como la Matrix: el aprendizaje de los contenidos curriculares se da en un ambiente artificial, en el que los y las docentes recreamos situaciones que permiten desarrollar equis habilidad, potenciar tal conocimiento. ¿Proponemos, también, maneras de extrapolarlos a la vida “de verdad”? Lo que pretendemos que lxs pibes aprendan, ¿pueden luego aplicarlo en contextos distintos, reales, múltiples y diversos? La tecnología, ¿no puede actuar como un buen puente de transpolación? ¿Somos lo suficientemente competentes como para fomentar el discernimiento entre los contenidos que creamos para el aula y cómo estos deberían funcionar/ayudarnos fuera de ese ámbito fingido? (Entiéndase fingido en el sentido pedagógico-didáctico: armamos propuestas para un ambiente dispuesto exclusivamente para esa finalidad).
Aprender, enseñar y educar en tiempos de crisis
Salí del cine, también, pensando en las pastillas rojas y azules. No es muy novedoso decir que hay algo de la soma de Huxley en esta paradoja electiva; pero, ¿y la escuela en dónde encaja? ¿Qué elecciones propiciamos? Quienes contamos con la ventaja de tener tecnología a disposición de nuestras prácticas educativas, deberíamos ser un poco como Morfeo: no olvidar que hay tantos otros que aún no accedieron a este beneficio y enseñar las posibilidades propias de un mundo tan dispar y abrumador. ¿Podrá la escuela -y quienes somos parte de ella- ser un hacker de la realidad alienante? Mostremos las puertas y laburemos para que lxs chicxs las atraviesen.
* Daniela Gaitán. Lic. en Gestión Educativa y en Enseñanza de la Lengua y la Literatura. Candidata al Doctorado en Diversidad Cultural. https://www.linkedin.com/in/daniela-gaitan/
El uso de argot inclusivo es una decisión de la autora.