En un mundo que camina hacia la falta de certezas y valores compartidos, donde lo irracional y bélico parecen plantar bandera, se trazan escenarios cada vez menos románticos que habilitan liderazgos deshumanizantes, que en su retórica y práctica lanzan esquirlas sobre nociones de bienestar general como horizonte gubernativo. La pregunta que instalan estos liderazgos neomesiánicos, que utilizan la arena romana de la política como un espacio de disputa excluyente, es si realmente podemos construir demos (comunidad de iguales) en el largo plazo, teniendo en cuenta la demanda de cambio constante en una era donde la disrupción tecnológica parece dominarlo todo.
Como bien sabemos la Argentina representa hoy uno de los máximos exponentes de aquella “arenga de Aníbal” en la batalla de Tesino donde la necesidad de victoria es la única “vía de salvación”. El Ejecutivo profundiza la deriva autocrática que, en
su afán de poder, busca condicionar en tropa propia y ajena para no perder capital político de cara a las intermedias. El avance de un poder central que utiliza un lenguaje común para explotar relatos que combinan miedos, resentimientos y hasta el amor propio contrasta con una significación victimista de la realidad que asumen los liderazgos subnacionales y de la oposición no “dialoguista” en general.
Su apelación al fantasma del “comunismo/socialismo” engloba tal diversidad de actores que satura el binomio amigo-enemigo y redefine las posiciones cuando nadie quiere quedar afuera. Aunque, atendiendo al juego del tablero global, a medida
que se ha ido acercando por necesidad o pasión a ciertos “cucos” comunistas (como China) disminuyó el uso maniqueo de esta categoría. Pero más allá de la cáscara libertaria, el Gobierno ha dado muestras de efectividad en el manejo del relato. Nos recuerda a aquella frase de Hitler citada por Linz, el gran politólogo español, en La quiebra de las democracias (1978): “Yo por mi parte he simplificado los problemas reduciéndolos a la fórmula más simple. Las masas lo reconocieron y me siguieron”.
El conocimiento acumulado y la experiencia internacional ya venían dando cuenta del poder que les reporta a los gobiernos subnacionales la proximidad con la ciudadanía. En Argentina, esta cercanía a los problemas del entorno se vio favorecida por dos elementos claves: por un lado, la expansión de las universidades nacionales que resultó un factor de urbanidad y por otro, el rediseño de las ciudades en la pandemia que no solo obligó a mejorar liderazgos, sino que articuló con instituciones territoriales dando respuestas en el uso de los espacios comunes, la atención hospitalaria o la digitalización de servicios. En este marco, emergen algunos liderazgos conscientes de los desafíos que los rodea y con un histórico negativo de experiencias políticas. Desde la vuelta de la democracia en el 83 hasta acá, se sucedieron seis crisis importantes con impacto directo en los ámbitos subnacionales, la crisis de inflación del 89, la de fines de los 90 que culmina con el estallido del sistema político en 2001, la financiera de 2008
con menor impacto comparativo, 2018 con la crisis de deuda y retiro parcial del Estado, la pandemia en 2020 y la actual, un retiro brusco del Estado en funciones vitales como educación, salud, ciencia e infraestructura. En estas, la cercanía con los problemas, los actores y las demandas no dio ni da lugar a esconder la cabeza debajo de la cama. La variable clave para morigerar los impactos es la creciente profesionalización de cuadros y liderazgos, aunque en el plano jurídico-institucional y en las reglas del juego político, el reparto de la torta de ingresos sigue siendo muy desfavorable para las ciudades en particular.
Es con base a estos elementos que ciertos distritos deciden (o no) tomar cierta distancia de la política nacional. Además, crece una agenda de actuación local que trasciende los colores políticos con claros ejemplos en las jurisdicciones de Santa Fe, Córdoba, Formosa, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Buenos Aires, entre las más representativas. Tienen sus propios problemas y, en alguna medida, presentan una lógica completamente distinta a la agenda metropolitana. Y a su vez, la agenda metropolitana no puede extrapolar “recetas” genéricas a culturas y geografías diversas. No solo porque no es factible, sino porque sus comunidades comenzaron a decidir desde la particularidad de su territorio.
Así, se refuerza una tendencia hacia la producción de cambios locales que mejoran la vida de ciertos “colectivos” y no necesariamente tienen que servir a otros. Esta salida hacia la heterogeneidad contrasta con las reformas descentralizadoras de los años noventa cuando Menem crea a los “actores” subnacionales con la delegación de funciones que antes desempeñaba el Estado nacional. Son los “hijos” de aquellas reformas los que hoy toman distancia de sus padres liberales desafiando el mandato verticalista de “escalabilidad”.
Este escenario mosaico con un frontman central y poderes subnacionales que en los hechos muestran ciertas capacidades autonómicas, deja entrever algunos retos a futuro vinculados a la estructura jurídico normativa de las provincias. Primero, la innovación requiere calidad institucional, que solo se construye en clave relacional.
Segundo, no puede desconocerse la necesidad de replantear la estructura tributaria a la luz de la nueva emergencia territorial y el aumento de la discrecionalidad del poder central, cuya gestión va hacia el segundo año sin presupuesto aprobado.
Finalmente está la demanda ciudadana desarmada a nivel nacional. La fragmentación del federalismo frente al goce del individualismo es el fundamento clave del régimen libertario. Resolver los retos que depara esta fragilidad dependerá de lo que estemos dispuestos (o no) a tolerar.
Sabemos que las predicciones políticas tienen mucho de arriesgado y que los cientistas sociales aman en exceso las crisis y revueltas porque ofrecen siempre una textura mucho más atractiva para ser hilada. Pero si no nos ocupamos pronto de la democracia estaremos frente a una profecía autocumplida aquella que dice “entre todos la mataron y luego, ella sola se murió”.
* Socióloga, directora Impulsar.
** Politóloga. Red de Mujeres politólogas.