Amanece en Madrid y la calle mojada por la lluvia nocturna no da ninguna pista del confinamiento global. La imagen, aún, es como la de cada día a esta hora en la que la luminosidad del cielo es apenas un presagiosobre la calle vacía. Las ventanas de los pisos vecinos siguen protegidas por la oscuridad, pero, poco a poco, las luces comienzan a encenderse y, al contrario que en La ventana indiscreta, todos intercambiamos miradas y mi salón para la vecina del piso que enfrenta al mío, al otro lado de la acera, al igual que el suyo para mí, son espacioscompartidos. Ya no tenemos, en estedécimo día de confinamiento, nada que escondernos. Con un cigarrillo en la mano, me entrega, desde su balcón, la primera sonrisa del día que retribuyo amablemente. Se descorren más cortinas; se asoman otros vecinos antes de ponerse a sus tareas diarias. Más tarde, como en la película de Hitchcock puede que se escuche alguna melodía que se convertirá en una suerte de música incidental de la mañana. Todos esos espacios, incluido el mío, se vuelven comunes, como la escalera o el ascensor por los que subimos y bajamos. Las calles, en cambio, nos son cada vez más ajenas: vacías, solo transitadas por patrulleros, ambulancias o esporádicos autobuses.
Hasta hace poco vivíamos en la calle, atestábamos los bares del barrio compartiendo una cerveza o un café, discutíamos en una esquina, nos demorábamos revolviendo objetos en un mercadillo, mimábamos una charla. Era nuestro espacio moral. Ahora, en este amanecer, la CNN panea las calles vacías del mundo, la 42 de Nueva York, Piccadilly en Londres, la avenida Libertador, la Castellana de Madrid, calles de Delhi, Los Angeles o Melbourne; semejan a una sucesión de postaleslejanas y ajenas, como la sabana, un salitral o eldesierto en un documental del NationalGeographic. Las secuencias puede que pertenezcan a una distopía pero, vistas así, como en la cinta de Moebius ya que dentro de un rato volverán a actualizar la serie con una luz distinta como única alteración, son, por usar un tópico, recuerdos del futuro: sitios conocidos en una película que acontece en el porvenir.
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Lo propio, aquello que ahora nos pertenece es el vínculo seco con el vecino acodado en el balcón cuya mirada no incomoda ni extraña. A continuación, la CNN cambia las calles por rostros. Son fotos de los influencersen Instagram que piden a sus seguidores que se queden en casa. Curioso, la CNN salta de las calles desnudas a las imágenes de los celulares. Nien las ciudades ni en los estudios, a esta hora, tiene algopara mostrar, con lo cual, sale al paso con una suerte de ejercicio transmedia y narra lo que se ve en otro soporte que le arrebata la hegemonía: asume al smartphonecomo el enamorado vencido se resigna al amante de su pareja. Y en el celular hay tanta información como en la cadena global ya que, tanto a través deWhatsappcomo deTelegramme llegan mensajes, noticias e imágenes de amigos y amigas desde Barcelona, Vicenza, París, Londres, Buenos Aires o Gijón.
También de Rosario. Allí un conocido me envía elspot de un canal local, un largo anuncio con la voz disonante de Fito Paez que acompaña imágenes de avenidas y calles vacías de la ciudad. Como las del resto del mundo. Igual de ajenas, en las que seguramente, ahora alguien fuma y sonríe al vecino desde su discreta ventana. Algo que la televisión no ve.