Luego del excesivamente alto índice de julio, que llegó al 7,4% y que mostró bienes y servicios que llegaron a duplicarlo, la inflación no va bajar del piso del 6% y con una tendencia a acercarse e incluso superar los valores del último mes.
Falta ver cómo se van a implementar las escasas medidas de política económica que se anunciaron. Pero lo que se nota es que, una vez más, el peso del ajuste va a recaer sobre las clases medias.
Se les están ofreciendo ventajas a los grupos concentrados para que liquiden divisas y la suba de tasas, para mantener el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, garantiza la rentabilidad de los sectores financieros, aunque desalienta los proyectos de inversión productiva.
Todo esto refuerza la idea de que se planea combatir la inflación en parte bajando la demanda, en vez de trabajar en aumentar la oferta, que era el discurso que se venía manteniendo hasta la gestión económica anterior.
Con los aumentos de precios, de tarifas y de los combustibles va a ser muy difícil de frenar la inercia inflacionaria, que afecta a todos, por supuesto, pero que le pega muy duramente a los sectores profesionales independientes, que no van a poder trasladar esas subas a sus honorarios cuando incluso les resulta difícil mantener los clientes.
Esta baja en los ingresos disponibles para el consumo, que se va a producir a raíz de estos aumentos, por supuesto que busca enfriar la economía y, de paso, también bajar la demanda de importaciones.
Breve historia de un largo fracaso
Los aumentos en los colegios, las prepagas, las expensas y los medicamentos vienen superando la inflación, se ajustan permanentemente y golpean duramente sobre las clases medias, incluso aquellas que están en relación de dependencia o los sectores medios altos.
Por supuesto que todo esto puede cambiar en la medida que se tomen nuevas medidas y se explique cómo se las va a implementar. Sin embargo, no parece un escenario probable.
Por Alejandro Kaplan, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Belgrano.*