Existe una industria montada en el mensaje norteamericano religioso calvinista: “si no estás muy delgada es que no querés y no podés controlar tu conducta”. Y, claro, la sociedad tiene derecho a castigarte.
Virgie Tovar, una feminista norteamericana con ascendencia mexicana, escribió en su pequeño pero poderoso libro Tenés derecho a permanecer gorda: “Regalamos nuestras vidas, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro derecho al placer, nuestro deseo y nuestro poder, bocado a bocado. La sumisión tiene ahora otra cara: tras una época en la que no se nos permitía acceder a un empleo valioso o votar, hoy el sexismo se ha transformado. Consiste en tener que saltarnos comidas y pasar demasiadas horas en el gimnasio. Como dice la famosa frase de Naomi Wolf en El mito de la belleza, «la dieta es el sedante político más potenete de la historia de las mujeres»”. Y, más adelante, agrega: “La cultura de la dieta es el matrimonio entre la multimillonaria industria de las dietas (lo que incluye las aplicaciones de fitness, las pastillas sin receta, los medicamentos que suprimen el apetito y se venden solo con prescripción médica, la cirugía bariátrica, los gimnasios y los fabricantes de ropa para ir al gimnasio) con la atmósfera social y cultural que normaliza el control de peso y la intolerancia gordofóbica”.
Este fenómeno se vuelve maquiavélico en nuestro país
Los movimientos sociales exigen que no les den solo polenta, es el primer ejemplo que quisiera consignar. Se sabe que una dieta basada solo en ese producto daña la salud. Además, uno de los problemas de los niños pobres que se ha manifestado en esta época es el de ser obesos y estar mal nutridos. En la otra punta de la sociedad, se puede ver la publicidad de un producto para adelgazar que muestra la imagen de una joven muy bella, blanca y la voz en off que dice: “ahora te cuidás y querés estar en tu peso” y se mide su “perfecto” abdomen con un centímetro.
Se puede analizar la cultura de la dieta desde los siete pecados capitales. La gula merece castigo desde la Edad Media. En 1995, Seven, una película norteamericana muy exitosa, mostró con crudeza estos pecados y el castigo que, según el criminal predicador del film, necesitan. Los pecados capitales son aquellos que llevan a cometer otros pecados. La gula describe un fenómeno irrefrenable e incluso los que se acercan a los borrachos y glotones, por su indolencia, acabarán harapientos y en la pobreza. Su opuesto es la virtud de la templanza, que lleva a la medida justa en la ingesta. Aquí está una fuerte base que puede llevar a un pensamiento que divide entre los exitosos, que merecen su premio y los perdedores, que no pueden controlar sus bajos deseos.
Ganadores y perdedores, blancos y negros, ricos y pobres, gordos y flacos.
En la contratapa de su libro, Virgie Tovar dice: “Te prometo que todo lo que te voy a contar acá es la verdad, tan bien como yo pueda contarla. Te prometo que no tengo un propósito oculto, más allá de mi profundo deseo de que leer este libro te proporcione algunas herramientas para combatir este horrible feminicidio asistido y enmascarado como cultura de la dieta. Admito que quiero que te enojes muchísimo”.
Este pacto de verosimilitud autobiográfica es una de las claves de su discurso. Tovar aborda en su libro uno de los aspectos más furiosos del capitalismo: cómo debe ser una persona, cómo debe ser una sociedad.
* Escritor y poeta argentino.