En su último viaje a Europa en noviembre de 1985, Jorge Luis Borges no se dirigió directamente a Suiza sino que, acompañado de María Kodama, realizó una formidable gira por Italia. Borges quería hacer ese viaje y su médico, el Dr. Jorge Patricio Fellner lo autorizó, ya que no había ninguna prescripción médica que le impidiera viajar. La gira que Borges hizo por Italia fue espléndida y triunfal. Fue el último homenaje que recibió en vida como escritor y como persona. Allí pudo asistir a una retrospectiva en Milán de Henry Füsli, que lo emocionó muchísimo porque era un artista plástico que él admiraba, sobre todo por su obra “La pesadilla”, que había podido apreciarla cuando veía, en su juventud. Junto a María Kodama también estuvo en la Opera de Milán y luego mantuvo un encuentro con intelectuales de toda Europa, con el profesor universitario Riccardo Campa y hasta con Sandro Pertini, que había sido Presidente de Italia, además de brindar una brillante entrevista para la RAI.
No es cierto lo que asevera Juan Gaspari (alias “Juan Gasparini”) en varios artículos y notas sobre un supuesto cambio de abogado y de testamento por parte de Borges. Cambió de médico porque quien lo atendía, el Dr. Alejo Florín Christensen desatendió su sintomatología sin hacerle ningún estudio clínico y ni siquiera revisarlo. Cuando su nuevo médico, el Dr. Jorge Patricio Fellner, lo examinó en su consultorio detectó inmediatamente un bulto en la zona abdominal y ordenó estudios clínicos urgentes, que confirmaron la existencia de un cáncer. Tampoco cambió de abogado, ya que hasta sus últimos años nunca había requerido asistencia jurídica, salvo para el trámite de su divorcio de Elsa Astete, en el que fue patrocinado por un abogado amigo. Tampoco cambió su testamento. María Kodama era su sucesora desde mucho antes de su último viaje a Europa, ya que la designó su única heredera testamentaria en la década del ´70. Cuando ya residía en Suiza y decidió despedir a su mucama Epifanía Uveda al haberse enterado que retiraba dinero de su cuenta bancaria sin su autorización -entre otras causales-, no cambió su testamento, sino que solamente modificó una cláusula donde le legaba una suma de dinero, legado que mantuvo en una suma menor. Borges jamás cambió su decisión de designar única y universal heredera a María Kodama.
No hay ninguna “incógnita sobre su fortuna”, ni en el Lombard Odier de Ginebra, ni en ningún otro banco suizo.
Una vez que Borges terminó su exitosa gira por Italia le dijo a María Kodama que quería ir a Suiza, lo que era totalmente normal ya que era una nación muy querida por él. Siempre iban a Ginebra para descansar. Sabiendo del avance de su enfermedad, María asumió que Borges deseaba despedirse de Suiza. En el mismo momento que llegaron, Borges le pidió a Kodama que tratara de buscar una casa o un departamento en la ciudad vieja de Ginebra. Le dijo: “María, no volvemos a Buenos Aires”.
Kodama pensó que Borges se sentía mal y que por eso quería quedarse. Habló con su médico y con sus editores, los que pusieron a su disposición un avión sanitario, por si él quería volver. Pero Kodama no sabía de la decisión definitiva de Borges de no volver a Argentina.
Por la noche, cuando volvieron a conversar sobre el tema, Borges la abrazó y le dijo. “Si ud. me quiere, como sé que me quiere, no puede desear ver mi agonía convertida en un espectáculo empapelando las calles de la ciudad”, como había sucedido con Ricardo Balbín, el eterno candidato de la oposición a Perón. Le dijo que quería morir normalmente, en su casa, como sus antepasados. Que quería morir a su lado y sin ninguna nube de periodistas y de gente a su alrededor que perturbaran ese momento, que era trascendental en la vida de cualquier persona.
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Borges no le había anticipado a Kodama, ni a nadie, su decisión de morir en Ginebra. Tampoco se lo había dicho a su hermana Norah, con quien cenó en la víspera del viaje.
Y no es que no quisiera a nuestro país. Quería a la Argentina y sabía que aquí podrían lamentar su decisión. Le dijo a María Kodama: “No tienen porqué estar mal porque a pesar de todo lo que sucedió en ese país, yo siempre estuve ahí. Yo siempre escribí en ese país y lo quiero muchísimo”. También le dijo que: “Era dueño de morir donde él quería” y de “morir como él quería”, pensamiento que, de algún modo, ya había expresado en la poesía “Los Conjurados”, que dio título a su último libro publicado un año antes.
Por supuesto, María tampoco regresó a Buenos Aires y se quedó a su lado hasta que, el 14 de junio de 1986, Jorge Luis Borges “entro al Gran Mar”.
* Integrante de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y abogado de María Kodama.