OPINIóN
Segunda ola de Covid

Las medidas de Alberto Fernández: "Nuevas restricciones sobre una economía debilitada"

Los indicadores socioeconómicos se verán resentidos, quizás no con un aumento fuerte de la tasa de pobreza como fue en el 2020, pero sí con una mayor intensidad de esta pobreza.

Alberto Fernández Industria de Contenidos
El presidente de la República Argentina, Alberto Fernández | NA

La extensión de las medidas de restricción a la circulación y a determinadas actividades en particular tendrán efecto en la economía. En un extremo, si la actividad vuelve a cerrar con la misma duración e intensidad que lo hizo en 2020, el PBI no se moverá entre años. En el otro extremo, la economía sin restricciones podría haber aspirado a recuperar parte del terreno perdido. Nuestra proyección era de un crecimiento entre el 8% y el 9%.

Era previsible que la actividad nuevamente deba adoptar restricciones debido a que como se está viendo en el mundo, no hubo una ola, tampoco dos, sino que la actividad debe navegar sobre un mar picado. Así, las medidas de restricción actuales recaen por ahora sobre el comercio, hoteles, restaurantes, y otros rubros dejando inalterados al sector construcción y la industria. Sin embargo, las medidas no sólo del Ejecutivo, sino también dentro de cada empresa importan. Cada vez más casos dentro de plantas y equipos empiezan a golpear al resto de los sectores haciendo que el aislamiento luego de un contagio ralentice el ritmo de recuperación.

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Si la economía se mantenía en el nivel de enero 2021, estadísticamente se encausaba a ‘crecer’ por encima del 8%. Con estas restricciones si duran alrededor de 4 meses esperamos una recuperación de 5%. La semántica importa, esto no es crecimiento, es una recuperación del terreno perdido. Por más que en la retórica se enaltezca la capacidad de nuestra economía de ‘crecer’ en tiempos de pandemia, esto no se va a sentir en la calle.

Más aún, las medidas aún vienen con escasa ayuda para sectores perjudicados. Los indicadores socioeconómicos se verán resentidos, quizás no con un aumento fuerte de la tasa de pobreza como fue en el 2020, pero sí con una mayor intensidad de esta pobreza. Las personas en esta situación verán que están cada vez más alejadas de la línea que separa su condición de pobre.

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Este efecto se ve reforzado debido a que el precio de los alimentos sigue al alza, por más que no se repita el 4,8% de marzo, abril dará una inflación en torno al 3,5%-4% y siendo muy optimistas de cara al sendero de inflación para los meses siguientes podría esta ubicarse en 2%-2,5% hacia el segundo semestre. Situación que dará una inflación acumulada superior al 40%, no importa tanto que sea muy alejada del 29% del presupuesto, pero sí es relevante debido a que los salarios están creciendo muy por debajo de esa cifra.

Una salida de la actividad gracias al impulso de la demanda doméstica no parece ser el escenario más probable en ese contexto de pérdida del poder adquisitivo. El aumento de las exportaciones por efecto precio ayuda pero no logra compensar el escaso dinamismo de nuestras exportaciones industriales. Cuestión que para que estas últimas se reactiven se necesita un comercio más fluido de piezas y bienes de capital, algo que hoy en día, y a pesar de la holgura gracias al precio de los granos, no parece ser un escenario plausible.

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Un ‘salariazo’ a veces se exige desde la coalición de gobierno, actualmente un tercio de los asalariados son empleados públicos. Ese salariazo debería empezar por el principal empleador, pero eso choca con la posibilidad de encausar la cuestión fiscal que amenaza con desbordar de pesos a la economía y provocar una salida con elevada brecha e inflación.

Los motores de la economía parecen agotados. Más allá del éxito o fracaso del plan de cortísimo plazo de cara a noviembre, las perspectivas hacia delante no son alentadoras. Un piso de inflación de 40% con varios puntos de represión, un poder de compra debilitado con un mercado laboral poco dinámico, exportaciones industriales por el piso y pocas divisas para enfrentar otro año.