OPINIóN
A 70 años del renunciamiento de Eva Perón

El valor de la renuncia en la Argentina de Perón

El 22 de agosto de 1951, durante el Cabildo Abierto del Justicialismo convocado por la CGT, miles de personas aclamaron su nombre junto al de Perón. Apenas 9 días después, Evita atravesada por su enfermedad terminal, confirmó su renunciamiento.

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EVA PERÓN | CEDOC

Corre el año 1951. El primer gobierno de la revolución justicialista estaba llegando a su fin. La Argentina abandonaba su condición semicolonial históricamente signada por el predominio de la oligarquía y el imperialismo británico desde la caída de Juan Manuel de Rosas en Caseros.

El General Perón en el marco de la Tercera Posición había consolidado la independencia económica, la soberanía política y la justicia social plena. Había logrado trasformar profundamente el país con el Primer Plan Quinquenal y medidas tales como el impulso y la defensa de la industria nacional, el pleno empleo, la reforma bancaria y cambiaria, la nacionalización de los ferrocarriles y los servicios públicos, la gratuidad universitaria, la reforma constitucional de 1949, la sanción del voto femenino, etc.

 

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Eva Perón 20191101
Eva Duarte de Perón.

 

La Argentina se proponía profundizar la revolución a través del impulso del Segundo Plan Quinquenal de cara a las elecciones presidenciales a realizarse a fines de año, para el período 1952–1958. Evita había encarnado el espíritu de todas estas realizaciones como conducción táctica de la estrategia del General Perón. Su férreo vínculo con los sindicatos, propició que el movimiento obrero organizado la proponga como vicepresidente.

El renunciamiento

Para ello, la CGT había convocado el 22 de agosto de 1951 un “Cabildo Abierto del Justicialismo” en la Avenida 9 de Julio para lanzar la fórmula Perón-Perón. Miles de personas se congregaron y unísonamente aclamaron su nombre junto al de Perón. Desde el palco, ella expresó: “Es para mí una gran emoción encontrarme otra vez con los descamisados, como el 17 de octubre y como en todas las fechas en que el pueblo estuvo presente. Hoy, mi General, en este Cabildo del Justicialismo, el pueblo que en 1810 se reunió para preguntar de qué se trataba, se reúne para decir que quiere que el General Perón siga dirigiendo los destinos de la Patria. (…) Mi General: son vuestras gloriosas vanguardias descamisadas las que están presentes hoy, como lo estuvieron ayer y estarán siempre, dispuestas a dar la vida por Perón. Ellos saben bien que antes de la llegada del General Perón vivían en la esclavitud y por sobre todas las cosas, habían perdido las esperanzas en un futuro mejor. Saben también que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatria todavía no están derrotados y que desde sus guaridas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad. No perdonarán jamás que el General Perón haya levantado el nivel de los trabajadores, que haya creado el Justicialismo y que haya establecido que en nuestra Patria la única dignidad es la de los que trabajan. (…) Yo, que siempre tuve en el General a mi maestro y mi amigo. (…) en todos estos años de mi vida me he dedicado las noches y los días a atender a los humildes de la Patria sin reparar en los días, ni en las noches, ni en los sacrificios. (…) A ellos les duele que Eva Perón se haya dedicado al pueblo argentino, les duele que en vez de dedicarse a fiestas oligárquicas, se haya dedicado a mitigar dolores y restañar heridas. (…) Hoy el pueblo es soberano no sólo cívicamente sino también moral y espiritualmente. (…) Ese pueblo argentino tiene un corazón grande y piensa en los valores morales por sobre valores materiales”.

Estas palabras sinceras y emotivas dirigidas a su pueblo fiel, cargadas de tantas verdades, estaban transidas por una mujer joven que ya atravesaba una enfermedad que sería terminal.

El día que Evita conoció a Perón

El pueblo le respondió aclamando su nombre y Eva manifestó: “Les digo hoy que prefiero ser Evita, porque siendo Evita sé que me llevarán siempre muy dentro de su corazón… Sobre mis débiles espaldas de mujer argentina ustedes cargan una enorme responsabilidad. No sé cómo pagar el cariño y la confianza que el pueblo deposita en mí. Lo pago con amor, queriéndolo a Perón y queriéndolos a ustedes, que es como querer a la Patria”.

A los nueve días confirmará el renunciamiento a la candidatura en un mensaje radial pronunciado el 31 de agosto. Este gesto goza para nosotros de una gran relevancia no sólo política sino personal. Pensemos en la grandeza de Evita al declinar al más importante cargo que podía alcanzar una mujer en su tiempo. Si miramos con proyección este suceso, y lo contrastamos con la realidad de lo que hoy sucede, donde las ambiciones y egoísmos personales y de grupos dominan a los precandidatos de cualquier espacio político, el mismo es una gran lección de desinterés y desapego por el poder y un ejemplo de heroicidad. Dirá entonces: “Compañeros y compañeras: yo no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores. Yo me guardo, como Alejandro, la esperanza, por la gloria y el cariño de ustedes y del General Perón”. 

Evita, una ídola en disputa

Días después, al recibir la Gran Medalla Peronista en grado extraordinario como distinción a su ejemplar renunciamiento, manifestó además con orgullo su origen humilde, una conducta atípica en la Argentina actual: “Nunca me dejé arrancar del corazón el alma que traje de la calle, un alma dura, áspera tal vez, como la de todos los hombres y mujeres que trabajan, pero siempre leal.La sensibilidad de sus palabras, la identidad espiritual que había logrado, traducen la entrega y la madurez intelectual que estaba atravesando: “Sabía que ya no podía más, que me estaba matando, pero el camino de la redención de nuestro pueblo, el camino de la gloria de Perón es largo y no podía detenerme. Quería ver al pueblo en otro aniversario del glorioso 17 de Octubre, quería votar por Perón el 11 de noviembre, y después, lo que Dios dispusiera, cualquier cosa”.

Lo que no logró Evita por su fatal enfermedad lo conquistará María Estela Martínez de Perón en la tercer gestión de gobierno justicialista en el año 1974, siendo vicepresidente y, tras el paso a la inmortalidad de Perón, será la primera mujer presidente de la Argentina y del mundo. Llama la atención la mirada profética de Evita que pareciera estar vaticinando lo que será la entrega, la lealtad y el sufrimiento de Isabel Perón, al expresar: “Yo he tomado una bandera, con sacrificio y con devoción: la bandera de los humildes de mi Patria. Quiera Dios que el día que ella pase a otra mujer, esa mujer luche, trabaje y se sacrifique con la misma devoción con que yo lo hago por todos los humildes del pueblo. (…) Quiera Dios que las mujeres que me sucedan no tengan que sufrir el escarnio que está sufriendo una descamisada por el sólo hecho de querer hacer el bien, de querer hacer algo por los humildes y de querer trabajar por todos los hogares obreros”.

Eva Perón: arquetipo de la mujer argentina

No en vano Isabel Perón fue derrocada por la dictadura cívico militar más sangrienta de nuestra historia, privada de su libertad casi seis años, perseguida y sometida a las más grandes injusticias, confiscados todos sus bienes, exiliada en Madrid, proscripta y con pedido de captura internacional vigente. Es tal el desprecio hacia la mujer de Perón que su busto no aparece en el “Hall de Honor” en el salón de los ex presidentes constitucionales de la Casa Rosada como dispone la ley. Indudablemente, su apellido continúa siendo negado, maltratado y tergiversado, paradójicamente, invocando su propio nombre.

 

* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.