El sábado 15 de enero de 1944 se produjo en San Juan un gran terremoto que provocó la muerte de miles de víctimas, con el agravante de la destrucción de prácticamente toda la ciudad.
El secretario de Trabajo y Previsión Juan Domingo Perón fue el funcionario que se puso al frente para ayudar al pueblo sanjuanino.
Si bien todavía no existía el peronismo, a Perón -ni lerdo ni perezoso- esa catástrofe natural le valió para poner en práctica el incipiente protoperonismo y realizar un ensayo concreto de justicia social.
Al día siguiente, el domingo 16 de enero, ya había instruido distintos planes tendientes a poner en marcha acciones concretas, para recolectar contribuciones para los damnificados.
Uno de esos planes fue invitar a las fuerzas vivas de la sociedad para realizar en el Luna Park el día sábado 22 de enero, un gran “Festival de la Solidaridad”, para recaudar fondos.
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Para ello Perón convocó una reunión el lunes 17 de enero de 1944 por la tarde, a la que concurrieron artistas, gremios y empresarios, para sumar voluntades en vistas a una colecta nacional de fondos. Fue en la calle Perú 160, donde funcionaba la Secretaría de Trabajo y Previsión, en el Hemiciclo, Sala de Representantes de la Legislatura porteña. El encuentro lo presidió Perón, escoltado entre otros, por Domingo Mercante y Raúl Alejandro Apold.
De esa jornada, se conserva la fotografía que vemos debajo que retrata ese episodio. Perón está de pie hablando, y en la primera fila aparecen sentados: Olinda Bozán, Pierina Dealessi, Eva Duarte, Francisco Álvarez, Oscar Valicelli, Nini Marshall, Leonardo Barujel y Enrique Muiño. En la misma imagen, de espaldas, está sentada Mirtha Legrand.
Perón pronunció un discurso cargado de sentimiento patriótico, invitando a los actores a colaborar lo más posible en ese festival solidario. No era momento para pretextos, ni mucho menos para condiciones.
Lo principal y más importante, es que ese lunes 17 de enero de 1944 Perón y Evita se vieron las caras por primera vez, y no el día 22 de enero en el Luna Park, como erróneamente se sostiene.
La ubicación de Eva Duarte en la primera fila del Hemiciclo, no fue adrede, se debió a un plan estratégico. Ella quiso estar lo más visible posible, pues hacía tiempo que quería conocer personalmente a Perón. Por ese motivo, llevaba un vestido estampado, y en su cabeza un gran sombrero con vivos negros, con el objeto de lograr llamar la atención del coronel.
Un dato anecdótico, es que Evita había conocido con posterioridad al 4 de junio de 1943 a uno de los camaradas de Perón, el coronel Aníbal Francisco Imbert, por intermedio del que fue su secretario privado, un hombre sin filiación política alguna, amigo de su familia en Junín, Oscar Lorenzo Nicolini, precisamente cuando Imbert había sido designado interventor de Correos y Telecomunicaciones.
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¿Qué pasó esa tarde del 17 de enero en el Hemiciclo? Cuando terminó de hablar Perón, Evita se adelantó y se puso directamente frente al coronel para dirigirle la palabra con firmeza y sin titubear. En ese primer diálogo, que más bien fue un monólogo, le ofreció desinteresadamente una mayor colaboración:
“Organizaremos espectáculos -le dijo Evita-, movilizaré a mis colegas. Mi compañía es una compañía de voluntarios que quiere ser movilizada en esta batalla benéfica”. Perón recordó años más tarde, ese primer diálogo con Evitaal decir: “Hablaba vivamente, tenía ideas claras y precisas, e insistía en que se le asignara una misión”. Evita le reiteró insistentemente: “Una misión cualquiera. Deseo hacer cualquier cosa por esa pobre gente que en ese momento es más desgraciada que yo”.
No hay duda, que ese alegato de oreja a Perón lo conmovió, pues se dio cuenta que Evita, con su forma de ser, de hablar, y su actitud combativa y hasta revolucionaria, la transformaba en una persona distinta. Era la mujer ideal para coadyuvar a construir y llevar adelante el movimiento político que Perón tenía proyectado y que ya había puesto en marcha.
Ese fue el primer encuentro y diálogo entre ambos, provocado por Evita, que gracias a su iniciativa logró capturar y despertar el interés del coronel por ella.
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A los pocos días, en la noche lluviosa del 22 de enero de 1944 se realizó el Festival, con una nutrida concurrencia que pagó una entrada a precios populares. Hubo diversos números artísticos de folclore, tango, humorísticos y de toda índole.
Estuvieron presentes el presidente de la nación Pedro Pablo Ramírez, junto a los funcionarios nacionales Gustavo Martínez Zuviría, Juan Pistarini, César Ameghino, Domingo Mercante y el organizador del Festival, Juan Perón.
Con relación a cómo Evita pudo sentarse esa noche al lado de Perón, hay distintas versiones. Según Arturo Jauretche, dice haberle oído relatar a Homero Manzi detalles sobre la forma cómo Evita y su amiga Rita Molina pudieron ingresar al recinto con su intervención. Manzi las hizo pasar. Subieron una escalerita del escenario y allí fueron ubicadas al lado de Perón que estaba con Imbert. Perón se puso a hablar con Eva, e Imbert con Molina.
Al final para cerrar el acto, Ramírez dio unas breves palabras, y luego Perón pronunció un encendido discurso sobre la solidaridad con los sanjuaninos, donde fue ovacionado. Saludó con su eterna sonrisa y las manos en alto, destacando la colaboración de los artistas en la colecta callejera, y agradeciendo la masiva concurrencia al acto benéfico en el Luna Park.
Al finalizar el festival, los artistas pensaron agasajar a Perón pero él llamó a Manzi y le dijo: “Dígales a los muchachos que me perdonen pero nos vamos a ir a comer con estas chicas. Que me disculpen, les ahorramos la copa”.
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Luego de la cena que se extendió pasada la medianoche, Eva y Perón estuvieron solos. Fue en la madrugada del domingo 23 de enero de 1944, cuando se dirigieron al departamento que el coronel tenía en la calle Arenales 3291, casi esquina Coronel Díaz, en Barrio Norte.
Al poco tiempo Perón comenzó a frecuentar por las mañanas Radio Belgrano (donde Evita actuaba en los radioteatros). Para ese entonces ya estaba mudado al departamento de la calle Posadas 1567, 4to. piso “B”. Esa madrugada del 23 de enero fue el inicio de un romance que daría sus frutos.
“Vi en Eva -refirió Perón años más tarde- una mujer excepcional, una auténtica ‘pasionaria’ animada de una voluntad y de una fe que se podía parangonar con la de los primeros creyentes. Eva debía hacer algo más que ayudar a la gente de San Juan; debía trabajar por los desheredados argentinos. Decidí, por lo tanto, que Eva Duarte colaborase en la Secretaría conmigo y abandonase sus actividades teatrales”.
El destino juega un rol protagónico en la historia de los pueblos. Precisamente, es el que permitió que un terremoto y una mujer, formaran parte junto a otras tantas circunstancias y personas, de la puesta en escena de lo que luego sería el peronismo.
* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.